Blogia
Identidad y Tradición

ELS FUNDADORS DEL REGNE DE VALÈNCIA:

ELS FUNDADORS DEL REGNE DE VALÈNCIA:

Repoblament, Antroponímia, i llengua a la València medieval.

 

 

UN ESTUDIO SOBRE LOS ORÍGENES DEL PUEBLO VALENCIANO A TRAVÉS DE LA ANTROPONÍMIA DE SUS PRIMEROS POBLADORES.

 

 

Con el título de Els fundadors del Regne de València, el conocido medievalista y profesor de la facultad de Historia de la Universitat de València Enric Guinot, presentó hace ya cuatro años un excelente trabajo sumamente interesante para todos los interesados en conocer las raíces del pueblo valenciano. Un libro que además de ser de interés para el investigador foráneo, puede esclarecer muchas dudas a todo aquel valenciano que realmente quiera conocer sus orígenes. Orígenes puestos en duda por una gran parte del actual pueblo valenciano durante los últimos 30 años, por eso no deja de extrañar el poco peso que fuera de los círculos, cultos o académicos ha tenido el trabajo del que aquí tratamos.

 

Como bien dice el autor en su introducción, Valencia es una ciudad donde en plena calle, y fuera de ambientes académicos, se puede entablar una discusión sobre el origen del pueblo valenciano y de ella sacar las conclusiones sobre el origen de la lengua valenciana, cosa impensable en cualquier ciudad castellana, donde no nos imaginamos a un grupo de meseteños discutiendo si Don Pelayo era astur, cántabro, visigodo o mozárabe, y que de esos debates pudiera surgir una resistencia popular a la gramática y ortografía de la lengua castellana. Y esto, aunque parezca cómico o surrealista, es lo que ha ocurrido entre los valencianos, concretamente en la ciudad de Valencia y las comarcas más cercanas a la misma. La ignorancia sobre el origen de los valencianos y su lengua era y es  tal entre los actuales ciudadanos de la Comunidad Valenciana, que tenía que aparecer un trabajo como el de Guinot para aclarar definitivamente un tema tan interesante y fundamental como es el del origen de un pueblo. Trabajo, que todo hay que decirlo, si bien es totalmente desconocido por la mayoría de los valencianos, al menos a nivel académico, cultural e incluso oficial, pensamos que ha calado lo suficiente para que desde sectores pretendidamente historicistas y cultos se deje de decir majaderías sobre nuestros orígenes.

 

Enric Guinot, pone en esta verdadera enciclopedia onomástica valenciana, las bases del árbol genealógico de nuestro pueblo, y lo hace como se debe realizar cualquier investigación genealógica mínimamente científica, buscando en los documentos, separando los falsos de los válidos, demostrando su autenticidad y poniendo con esos datos los cimientos que dictarán la continuidad de esa genealogía, en muchos casos hasta las familias valencianas actuales, que tras más de siete siglos de historia, mantienen –mantenemos– los mismos apellidos como muestra inequívoca de la veracidad de este árbol genealógico valenciano. Por ello cualquier valenciano puede conocer el origen aproximado de su familia, simplemente con unos pocos datos históricos de su familia asomándose al segundo tomo de este libro donde se encuentran recogidos cerca de cinco mil apellidos de pobladores valencianos de entre los siglos XIII y XIV extraídos de las listas de vecinos y pobladores de las ciudades y villas valencianas, ordenadas por comarcas, con las fechas correspondientes y el origen geográfico de los apellidos toponímicos. Se trata de un sencillo y lógico sistema de investigación genealógica, el de buscar los orígenes a través de la toponimia, ya que es costumbre onomástica europea, la del uso distintivo del topónimo en la edad media, como seña personal o de linaje. Es por ello totalmente normal, pensar, que un poblador con apellido Solsona  proceda, o al menos esté relacionado con esta población ilerdense, por la misma razón, sería del todo absurdo pensar que un  poblador en la comarca de la Ribera en el siglo XIV con  apellido Aragonés, Catalá o Navarro, sea de origen gallego.  Guinot en el segundo tomo ha especificado en cada uno de los apellidos  toponímicos estudiados, junto al nombre y apellidos de los individuos recogidos en el documento,  la comarca y reino del cual procede, por ejemplo en la ciudad de Valencia,  Pere Agramunt, notari, (Baix Urgell),  o  en Burriana según el Morabatí de 1481, Jaume Miralles, (Anoia/Pallars). De esta manera, puede aproximar los orígenes de las familias de estos pobladores en porcentajes aproximados. Los resultados, especificados en la tabla-índice de procedencias del primer tomo, y demostrados tal como ya hemos dicho en el segundo, nos dan cifras que ya imaginábamos: a pesar de la resistencia a reconocerlo por parte de una mayoría de valencianos,, nuestro pueblo tiene un origen mayoritariamente catalán, consecuencia lógica  de ello sería el actual  uso de la lengua catalana en su variedad valenciana  por parte de los descendientes de estos primeros pobladores. El uso de la lengua castellana por parte de otro sector importante de entre los primeros pobladores valencianos se debe a la llegada de otros colonizadores llegados de Aragón principalmente, aunque también de Navarra y Castilla.

 

Esta línea genealógica que une a valencianos con catalanes,–ya que es prácticamente imposible que un valenciano no encuentre en su árbol genealógico  apellidos catalanes–, y que debería ser asumida con naturalidad por este pueblo, ha sido sin embargo discutida y negada en los últimos años creando un importante conflicto divisorio entre los valencianos  que ha llegado a los extremos de negar nuestra propia lengua o símbolos y buscar orígenes absurdos tanto para la lengua como para los valencianos. A esto evidentemente, no ha ayudado nada cierta prepotencia catalanista que en numerosas ocasiones ha negado las especificidades reales de los valencianos y que ha tratado a este pueblo poco menos que como colonia, extremos que si bien minoritarios entre el catalanismo, han contribuido más si cabe a exacerbar el anticatalanismo que se gestó durante el pasado siglo en Valencia. Debido a esto, tras muchos años de mentiras por parte de los sectores derechistas y liberales de la ciudad de Valencia, el valenciano cree honradamente que los apellidos Ferrer, Camarasa, ...o Girona son valencianos, ¡sin ninguna conexión con lo catalán!, que el valenciano-pese a sus más que coincidencias con el catalán-, es una evolución lingüística del latín hablado por los mozárabes valencianos durante la ocupación musulmana, y que el pueblo valenciano se ha mantenido en esta tierra desde el principio de los tiempos, al menos desde los romanos, aunque algunos avispados valencianistas pretenden hacernos descender de los edeteanos ininterrumpidamente, o como algunos ilustrados del siglo XVIII, de los habitantes de la fabulosa ciudad de Tyris, que pretendieron identificar con Valencia cientos de años antes de la fundación romana de nuestra ciudad. Esta especie de paranoia local ha hecho además que se nieguen nuestros propios símbolos, como los gloriosos cuatro palos de gules en campo de oro, armas de la casa real de Aragón que hoy en día representan los colores de millones de habitantes de Cataluña, Aragón, Baleares, Rosellón, Languedoc o Sicilia, tierras vinculadas a la antigua Corona de Aragón. Estas armas recogidas en las enseñas y escudos medievales de los catalanes y aragoneses que conquistaron Valencia, pasaron posteriormente a los escudos locales y banderas, y han sido y son las señas de identidad de los valencianos desde entonces. El problema surgió cuando cierto sector de la oligarquía urbana valenciana pretendió ver en cierto margen azulado colocado en la bandera de la ciudad de Valencia para resaltar la corona real y el murciélago que mantiene esta ciudad como elementos heráldicos locales, una señal de diferenciación con la bandera catalana, y aun hoy es mantenida como tal, habiendo sido elegida como enseña oficial de la comunidad autónoma, ignorando con ello al resto del reino valenciano que en ningún momento tuvo como suya la bandera local de la capital, y que continúa usando, excepción hecha de las comarcas próximas a la capital, la bandera con los cuatro palos sin franja azul. Por otra parte el uso de las cuatro barras a las que en ocasiones añadieron una absurda estrella roja, por parte de la extrema izquierda, hicieron que la sociedad valenciana, mayoritariamente conservadora se alineara de manera defensiva en los años setenta en una especie de frente anticatalán cuyo símbolo principal es la bandera con la franja azul, bandera hecha suya por los que se han obstinado en diferenciar de forma radical lo valenciano de lo catalán.

 

Por todo ello Guinot analiza en los siete capítulos del primer tomo esta situación, y los falsos mitos que sobre el origen de los valencianos y su lengua han sido fomentados con notable éxito durante el pasado siglo. Raíces mozárabes, continuidad musulmana y colonización occitana son teorías tratadas por el autor con notable maestría desmontando la supuesta veracidad de las mismas.

 

En el caso de los musulmanes, analiza la destrucción de la sociedad islámica de Xarq al-Ándalus a partir de 1240, fecha en la cual el pueblo musulmán valenciano fue sometido, marginado y arrinconado por los conquistadores europeos, mientras que en sucesivas expulsiones el elemento árabe fue reduciéndose considerablemente, paralelamente a la llegada masiva de colonos catalanes y aragoneses para cubrir supuestos vacíos demográficos. Por otra parte analiza las pruebas documentadas del uso del árabe por esta población musulmana valenciana hasta su definitiva expulsión en 1610. Con la reducidísima representación morisca que quedó en nuestras tierras a partir de esta fecha, y ya con vocación de cristianizarse y diluirse en la sociedad valenciana, poco pudo influir a nivel étnico, y por supuesto racial en los descendientes de esas decenas de miles de familias colonizadoras llegadas del norte, que por entonces ya mantenían una fisonomía, cultura, lengua y símbolos puramente catalano-aragoneses. Toda la documentación así como los estudios realizados por los historiadores especializados como Burns, Ferrer, Barceló, Torró, Huici...son nombrados por el autor, ya que demuestran que existió un monolingüismo evidente entre la población musulmana de Valencia, hablaban el árabe, lengua notablemente diferente a la de los nuevos conquistadores, pensaban en árabe, tenían costumbres árabes, y sobretodo usaban nombres y “apellidos” árabes. Es evidente que los apellidos valencianos que se pueden consultar en esta obra no tienen ninguna relación con estos nombres arábigos que usaron estos pobladores valencianos  y que desaparecieron de nuestras tierras en el siglo XVII para regresar en los últimos veinte años.

 

Especialmente interesante es el artículo dedicado a los mozárabes, no ya tanto por el interés que suscita el tema en sí, sino más bien por ser este tema uno de los puntales básicos de los que defienden tesis contrarias al origen catalán de la lengua valenciana. Aquí el profesor Guinot intenta buscar pruebas de la presencia de mozárabes en Valencia, y para ello analiza las pruebas aportadas  por historiadores locales como Ubieto o Leopoldo Peñarroja, que sostienen la tesis de una importante presencia mozárabe en Valencia, como origen de la lengua valenciana y de la base de la población valenciana posterior a los árabes. Para ello presentan algunos documentos, como el que nombra a la iglesia mozárabe valenciana de San Vicente de la Roqueta, ciertas conjeturas, algunos nombres documentados en la comunidad mozárabe de Toledo, el supuesto origen valenciano del obispo de Jaén, Pedro Pascual, y poco más. Pocas pruebas para defender una tesis como la de la continuidad de un pueblo y una lengua. Guinot, si bien afirma la existencia de notables comunidades mozárabes en diferentes puntos de la península, y también la probabilidad de la existencia de algún reducido grupo mozárabe en Valencia, basa su contratesis en diferentes factores, como la escasa vertebración eclesiástica y la débil cristianización existente en tierras valencianas en el siglo VIII, que hicieron posible una rápida arabización de la población de la zona. Es decir, que la población hispana adoptó, usos, costumbres, religión y lengua árabe durante los primeros siglos de dominación árabe, al igual que había sucedido con los romanos siglos atrás. Esta población, étnicamente europea accedió ya arabizada a muchos puestos de dirección de la sociedad islámica de Xarq-al-Ándalus, y en muchos casos se fusionaron con los descendientes de los conquistadores, de ascendencia siria, bereber o eslava, dando origen a la población musulmana valenciana que a lo largo de los siglos consiguió una fuerte cohesión gracias a los elementos lingüístico y religioso, que las autoridades hispánicas no consiguieron debilitar, finalizando con la conocida expulsión de este elemento que nunca consiguió integrarse en la sociedad creada por sus vencedores. Con la llegada del Cid a Valencia en el 1102, encontramos cierta población cristiana castellana –las mesnadas de Rodrigo Díaz–circunstancial, pero lo que es seguro, es que tras la salida de estas tropas de la ciudad valenciana, no queda ni rastro de sectores cristianos en la zona, por lo que mal pudo existir en 1238 una comunidad cristiana mozárabe con lengua propia lo suficientemente grande y fuerte para imponer esa lengua  a las tropas conquistadoras. Muchos de los pequeñísimos y escasamente probados ejemplos de los defensores de las tesis mozarabistas, en cuanto a palabras y frases pretendidamente mozárabes, son  casos de traductores del árabe que hablan ciertos dialectos aragoneses, ya que se trata de palabras en muchos casos ya desaparecidas y en plena evolución tanto en la lengua catalana como en el castellano-aragonés.

 

Así mismo aborda otros mitos enraizados también en la opinión pública y por ende en la mentalidad popular, tales como el supuesto dualismo catalán-aragonés. Según las tesis dualistas, al elemento mozárabe-musulmán valenciano, principal base étnico-lingüística de este pueblo, cabría añadir la de los invasores catalanes y aragoneses. Los primeros se habrían asentado en el litoral, dando a la lengua y cultura de la zona una fisonomía más burguesa, liberal y comercial, mientras que en las tierras de interior habría predominado una cultura aragonesa más feudal. Estas tesis se basan principalmente en el Llibre del Repartiment, documento al que Guinot tacha acertadamente de incompleto, ya que reflejaría tan sólo los nombres de ciertos primeros pobladores a los que se concedió propiedades en Valencia, pero din ninguna garantía de continuidad de los mismos, ya que como se ha demostrado, muchos de estos pobladores vendieron sus posesiones durante los años siguientes, y es solo con la documentación relativa a los pobladores de los cien años posteriores como realmente se puede establecer la continuidad genealógica entre estos primeros pobladores y la población valenciana actual. Algunos autores como Cabanes o Ubieto, se basan en el Llibre del Repartiment para fomentar ese dualismo con igual peso catalán-aragonés, utilizando apellidos posteriormente desaparecidos para aumentar el peso aragonés y occitano, y dando en muchos casos orígenes erróneos a diversos linajes. Guinot cita como ejemplos los apellidos Avinyó y Toló, citados como occitanos, ya que desde luego, no necesariamente serían originarios de dichas tierras, al existir en el Ampurdà y el Pallars Jussà respectivamente  dichos topónimos. Lo cierto es que al estudiar la documentación de comarcas supuestamente aragonesas, nos encontramos con sobrados documentos y testimonios de apellidos catalanes y el uso de la lengua catalana entre amplios sectores de la población. Del Alto Palancia, por ejemplo, zona pretendidamente aragonesa, y aragonesizada sí, pero por la fuerte emigración del Bajo Aragón durante los últimos trescientos años, hemos podido conocer muchísima documentación escrita en catalán hasta al menos el siglo XVIII, mientras que tanto en los apellidos más antiguos como en diversas manifestaciones culturales, así como en la influencia que el catalán tiene en el habla local, podemos constatar cierta presencia de lo catalán. El autor además cita ejemplos como Oriola y Elx.

 

En el capítulo de “Les característiques generals de la antroponímia catalana i aragonesa (segles XII a XIV)” , para nosotros uno de los más importantes de la obra, el profesor Guinot explica la creación del modelo toponímico del apellido, que fue utilizado principalmente en las tierras que van desde el Ebro al Rin a partir del siglo XI, paralelamente a la desaparición del tipo de nombre de pila germánico que imperaba en dichas tierras, muy variado y con significación propia, tales como Aldario, Gustemar, Radimiro, Guitart, Agila, Aldegardo, Wifredo, en beneficio de la onomástica cristiana impulsada por el calendario gregoriano mucho más repetitiva. Al empezar a utilizarse el segundo nombre como medida diferenciadora de los individuos, se utilizó el topónimo en un momento de frecuentes movimientos poblacionales al inscribir como nuevo poblador a la persona utilizando como segundo nombre el de su lugar de origen, mientras que en otros casos se utilizó un segundo patronímico, oficios o características personales. Ésta es la razón por la cual la onomástica y la topoonomástica han utilizado como método para conocer los orígenes de los pobladores el segundo nombre toponímico, ya que si bien en los siglos  que van del XI al XIII entre el pueblo llano no existía la conciencia de linaje y por tanto en muchos casos no se transmitía el segundo nombre como apellido, si que es más que probable que en lo que respecta al Reino de Valencia, en la segunda mitad del siglo XIII y durante el XIV, fechas más importantes en cuanto a los asentamientos, estos apellidos fueran pasando a sus descendientes especialmente en los que se asentaron definitivamente en una zona. Guinot obvia en este capítulo  a las numerosas familias de la baja nobleza asentadas en el Reino de Valencia durante el siglo XIV y del que existe un importante registro heráldico en el Arxiu del Regne de València, ya que en el caso de estas familias al existir conciencia de linaje e incluso documentación genealógica, tendríamos el origen toponímico prácticamente probado. Por otra parte Guinot apunta como otro de los problemas de este sistema de investigación los posibles errores que nos podamos encontrar con individuos cuyo segundo nombre ya convertido en nombre de familia fuera por ejemplo Bernat de Verdú, pero en realidad viviera por ejemplo en Barcelona a donde habría llegado ya con dicho apellido, caso por otra parte más que probable. Al contrario que Guinot, nosotros sí pensamos que la identidad étnica y genética del individuo es importante a la hora de establecer los orígenes, por lo que este posible error carecería de importancia, al quedar claro el origen catalán y europeo de una familia apellidada Verdú, independientemente de que residiera en Verdú, Barcelona o Aquisgrán.

 

Para establecer las líneas topoonomásticas, en los fundadores del Reino de Valencia, Guinot ha tenido que elaborar una lista con no sólo las actuales poblaciones catalanas o aragonesas, sino que basándose en la documentación medieval tuvo que reconstruir cientos de lugares hoy desaparecidos que dieron nombre de origen a diferentes familias de pobladores, además ha tenido que rescatar y comparar diversas listas de pobladores catalanes y aragoneses anteriores a la conquista de Valencia. Con estos datos establece las diferencias existentes entre ambos modelos antroponímicos –el catalán y el aragonés–, ya que si bien en el catalán se utiliza al estilo centroeuropeo más frecuentemente el modelo toponímico, o como mucho el del segundo nombre antroponímico tal cual es usado por el padre- Arnau Bernat-, en la antroponimia aragonesa del siglo XI, la utilización del sufijo –ez, tal como se usaba en Castilla, y como salvándose las distancias utilizaban los pueblos nórdicos, añadida al nombre del padre, es usada como apellido en proporciones que llegan hasta el 80%, mientras que la tendencia al uso de apodos, características, oficios o topónimos empieza a aparecer a lo largo del siglo XIII. Por otra parte Guinot analiza la frecuencia en el uso de los nombres propios como método de diferenciación  de los pobladores aragoneses, delimitando una separación por los usos de los nombres de bautismo de la zona de Navarra, Rioja y Aragón en la que predominan nombres como García, Sancho, Íñigo, Fortún o Jimeno, mientras que en la parte catalana se repetirían más a menudo nombres como Ramón, Guillem, Bernat o Arnau, al mismo tiempo que otros como Pere o Joan serían comunes a ambas zonas. Otra peculiaridad catalana destacada por Zimmermann es la masiva utilización de nombres de raíz germánica si bien latinizados, y que como en Castilla comenzaron a estar en desuso tras la reforma gregoriana. Esta influencia germánica, y concretamente visigoda en la antroponimia y onomástica hispana será materia para un próximo artículo.

 

Termina el capítulo Guinot con algunos comentarios sobre la antroponimia occitana, la mozárabe y la musulmana. Mientras que en la occitana es difícil de determinar por los apellidos la presencia de familias de este origen debido a las similitudes con los modelos catalanes, no hay coincidencia entre los antropónimos árabes y mozárabes con los de los posteriores pobladores valencianos. La cuestión occitana podría ser también el tema de próximos artículos, ya que se trata de un tema muy interesante determinar la presencia e influencia occitanas en el origen del Reino de Valencia.

 

Y finaliza este estudio haciendo un balance a través de los diferentes modelos de antroponimia medieval en las diferentes comarcas valencianas determinando con los datos explicados en el capítulo anterior los orígenes de los repobladores de los siglos XIII y XIV, con ejemplos de nombres y apellidos, datos y porcentajes. La conclusión del trabajo es que a pesar de la no homogeneidad de los fundadores del pueblo valenciano, existe un predominio claro, sobretodo a partir del siglo XIV, del elemento catalán, que en algunas zonas llegaría hasta el 80%, pero presente también aunque en minoría en las zonas donde el elemento aragonés es superior. Este elemento catalán, convive con una parte de la población que repartiría sus orígenes principalmente entre Aragón, Navarra, Occitania y Castilla. Los datos en cuanto al uso de la lengua en las diferentes comarcas entre 1240 y 1425 según el estudio de Guinot serían pues los siguientes:

 

L’Horta Nord: 69% catalanohablantes 

L’Horta Sud: 65% catalanohablantes

Ribera Alta: 60% catalanohablantes

Ribera Baixa: 75% catalanohablantes

La Safor: 68% catalanohablantes

Marina Alta: 70% catalanohablantes

Marina baja: 70% catalanohablantes

La Costera: 60% catalanohablantes

La Vall d’Albaida: 65% catalanohablantes

L’Alcoià: 75% catalanohablantes

El Comptat: 58% catalanohablantes

L’Alacantí: 50% catalanohablantes

Baix Vinalopó: 56% catalanohablantes

Baix Segura: 58% catalanohablantes

Los Serranos: 10% de catalanohablantes

Alto Palancia: 10% catalanohablantes

Els Ports: 77% catalanohablantes

Baix Maestrat: 75% catalanohablantes

Plana baixa: 75% catalanohablantes

Camp de Morvedre: 60% catalanohablantes

Ciutat de València: 80% catalanohablantes.

 

En definitiva, los conquistadores del Norte, mayoritariamente catalanes trajeron su modelo de sociedad, sus apellidos, su cultura y su lengua, elementos a los que habría que añadir la influencia de aragoneses, navarros, castellanos y occitanos, más fuertes incluso que el elemento catalán en diversas zonas de su influencia. No obstante, la lengua oficial del Reino de Valencia y la más comúnmente hablada será la que usaron los conquistadores llegados de Cataluña, por lo que científicamente es conocida como catalana. Su evolución posterior y las influencias que recibirá a través de los siglos hacen que se la conozca como variante valenciana, usada por la mayor parte de los valencianos.

 

Quizás lo más importante de las conclusiones de Guinot, independientemente de si la denominación debería ser ésta o aquélla, es la demostración de la europeidad de nuestra tierra y nuestro pueblo. Los valencianos somos europeos a través de nuestros orígenes catalanes, y también por la sangre aragonesa, castellana y occitana que llevamos. A través de la historia nuestra catalanidad sin embargo se ha ido diluyendo con la llegada de grandes oleadas migratorias de elementos de sangre hermana llegados principalmente de Castilla y Aragón, que han hecho que la lengua valenciana hablada por un 80% de los habitantes de la capital del Reino en 1425 haya retrocedido a porcentajes que no pasan de un modesto 30%. En algunos barrios de esta ciudad el elemento castellano es mayoritario, y también durante los últimos años comienza a ser mayoritario en zonas de la capital  el elemento africano. Y esto también es historia. La historia es siempre lo que nosotros queramos que sea. Es por ello, importantísimo que tengamos al menos claros cuales son nuestros orígenes como pueblo, para saber en que dirección queremos ir, y sobretodo para continuar siendo.

 

Creemos pues, que una obra de estas características no debería servir únicamente para reavivar una polémica que jamás debería haber existido, sino más bien para unir posiciones. Aceptar, pues las pruebas que están en nosotros mismos, nuestro origen europeo.

 

Éstas son las claves que como pueblo nunca debemos perder de vista, manteniendo nuestra Identidad  y nuestra europeidad ante amenazas de desaparición de las mismas. En la época de la globalización y del caos, la defensa de la identidad de los pueblos es fundamental para la consecución de una sociedad sana y natural en un futuro próximo, y conocer el origen y la historia de los mismos, es fundamental para entender y defender esa identidad. En esta obra de Enric Guinot el lector tiene un buen apoyo para conocer y entender los orígenes  del pueblo valenciano. Y quien tenga dudas o le molesten las denominaciones, sencillamente,  donde pone “catalán” o “aragonés”, que ponga “europeo”.

 

 

Enric Monsonís

 

0 comentarios