IDENTIDAD Y FRONTERAS EN LA CREACIÓN DEL REINO DE VALENCIA
Por Enrique Monsonís
Durante el siglo XIII, librándose todavía la guerra de reconquista que los continuadores de la monarquía goda del reino de Toledo habían iniciado desde los núcleos de resistencia del norte peninsular más de cuatrocientos años antes, se reanuda la reconquista catalano-aragonesa hacia el sur. Los pueblos resistentes del norte avanzaban en dichas épocas a intervalos irregulares hacia la definitiva conquista de todo el territorio de la península ibérica, ocupado en sus tierras más sureñas por diferentes reinos africanos en plena decadencia. Al sur de las fronteras catalanas y aragonesas, se encontraban unas tierras que las fuentes cristianas denominaban como Sharq al-Andalus, pero que en ningún caso coincidían como entidad a lo que posteriormente fue el reino de Valencia. Es importante situarse en el momento del que estamos hablando para intentar comprender la dinámica conquistadora, repobladora y de afirmación que catalanes y aragoneses siguieron en esta guerra de reconquista. Por una parte, la situación era bélica desde los inicios de la reconquista, por lo que es importante presumir que en una importante zona fronteriza entre estos dos mundos antagónicos, la delimitación de las fronteras será confusa y difícil. Como en el hermano reino castellano, en dichas tierras, se recrea una situación de luchas e inseguridades en las que con un goteo constante se establecen familias pioneras, y en las que surge una caballería popular que siguiendo la tradición de sus antepasados, gana tierras que cultivar, y avanza con las armas subsistiendo con una ganadería trashumante de fácil movimiento. Por ejemplo, se puede comprobar en documentos anteriores a la penetración europea en Sharq al-Andalus, en el fuero de Daroca de 1142, la carta de población de Alcañiz de1157 o el fuero de Teruel de 1177 como las fronteras en muchas ocasiones alcanzaban poblaciones consideradas musulmanas como Cirat, Montán, Alpuente, Morella, Ares, Benifazá o incluso Jérica, Bejís y Arenós. Por otra parte, Sharq al-Andalus tampoco correspondía, a pesar de lo que se afirma en ocasiones, a las tierras que tiempo después conformarían el nuevo Reino de Valencia. De esta manera en un primer momento, encontramos un pueblo con voluntad de afirmación y conquista de los nuevos territorios, y que no considera las fronteras existentes, ni mucho menos, como definitivas, entendiendo con ello que la guerra de reconquista peninsular era dinámica y constante. Consideramos por ello que la voluntad de extensión por una parte – la europea – y de repliegue –la africana- forman parte de una confrontación de identidades, en la que la posterior creación del Reino de Valencia se deberá más bien a una razón coyuntural y de voluntad personal de un monarca. Esta guerra que podríamos denominar de identidades, fue el origen del ensanchamiento de fronteras de la Corona de Aragón y en las mismas se reafirmaron un conjunto de referencias pertenecientes a un origen y a una personalidad claramente definidas.
Partiendo del principio de que toda identidad intenta disponer de un territorio propio en el que afirmarse, y con la voluntad de recuperación de los territorios de sus antepasados, miles de catalanes y aragoneses siguiendo la iniciativa de los reyes catalano-aragoneses y de la nobleza guerrera resurgida durante los primeros años de la reconquista y descendientes de la nobleza hispano-visigoda, se fueron asentando en las mal delimitadas tierras de frontera esperando la oportunidad de ganar terreno a los musulmanes. Esta ocasión llega en el año 1233 cuando las tropas catalano-aragonesas penetran en territorio musulmán, iniciando con ello una guerra que en sucesivas fases se prolongaría hasta el año1245. Una autoridad claramente definida –la Corona de Aragón- toma posesión tras sus victorias militares, de un territorio, que aunque étnica y culturalmente era africano, estaba dividido políticamente en diferentes entidades. Paralelamente, otro reino europeo el de Castilla ensanchaba también sus fronteras por la parte occidental de Sharq al-Andalus. Para ordenar de alguna manera las fronteras entre estos dos reinos, puestos de acuerdo en la empresa reconquistadora hacia el sur, ya en 1179 Alfonso II de Aragón y Alfonso VIII de Castilla habían delimitado los límites de las tierras a reconquistar, y basándose de una manera difusa en las entidades políticas africanas del sur, habían proyectado en el Tratado de Cazorla la conquista de las tierras de un Reino de Murcia que quedaría en manos castellanas, y un Reino de Valencia previsto para la Corona de Aragón.
1240 marca el momento en el que el rey Jaime I, por importantes razones de interés político que no son materia de este artículo, formaliza la creación del Reino de valencia como entidad política diferenciada en el interior de la Corona de Aragón, frenando con ello los intereses territoriales de la nobleza aragonesa que pretendía extender sus posesiones en las nuevas tierras conquistadas. En la primitiva Costum de la ciudad de Valencia, el rey Jaime habla de un reino de Valencia con unos límites precisos, que en este caso irían desde Ulldecona en el norte, hasta Biar en el sur, y en el que Alventosa y Manzanera por una parte, y Req uena por la otra delimitarían las fronteras del nuevo reino con las posesiones aragonesas y castellanas respectivamente. Con el Tratado de Almizra cuatro años después, la delimitación sur se confirmaría con los límites impuestos por la creación del entonces infante Alfonso de Castilla, del nuevo reino de Murcia.
Las nuevas fronteras, delimitaban un espacio nuevo en el que afirmar la identidad catalano-aragonesa. Los apellidos de los pobladores, las señas de identidad, la cultura y la lengua así lo atestiguan. Lo mismo sucede con el reino de Murcia. De esta manera y de forma perfectamente coordinada, las coronas castellana y aragonesa afirmaban su posición en estos territorios en los que la anterior clase dominante, pasaba a ocupar una posición inferior y marginal, en virtud a su derrota. Las nuevas tierras no volverían a ser musulmanas, y la población vencida sería arrinconada en los siglos posteriores hasta su definitiva expulsión por parte de un rey descendiente de ambos monarcas. Sin embargo, una vez vencido el peligro musulmán, se desarrollarán en los años posteriores diversos enfrentamientos bélicos entre Castilla y Aragón.
Durante las guerras nobiliarias castellanas, y en el marco de la confrontación dinástica en Castilla, se produjo una alianza de Jaime II de Aragón con los infantes de la Cerda que supuso la ocupación por parte de aquel, del Reino de Murcia quedando incorporado como un reino más de la Corona de Aragón durante nueve años, situación que finalizaría con los tratados de Tordesillas y Elche en virtud a los cuales, los territorios murcianos situados al lado norte del río Segura pasarían al Reino de Valencia, de esta manera las comarcas de Alicante, Orihuela, Elche y el interior de la cuenca del Vinalopó hasta Villena pasarán a formar parte del reino valenciano, perdiéndose , sin embargo, años después, en la llamada guerra de los dos Pedros, Villena y Jumilla. Las arbitrariedades de los monarcas, que consideraban los territorios como patrimonio personal en contra de la opinión de las ciudades, y las guerras de intereses, crearon de esta manera en el Reino de Valencia, diferencias culturales que impidieron una consolidación étnica claramente diferenciada. Posteriormente todavía se producirán algunas variaciones en las fronteras políticas del Reino de Valencia.
Encontramos, de esta manera, una voluntad de reconquista y afirmación por parte de catalanes y aragoneses hacia el sur, gestada en las fronteras entre dos realidades étnicas claramente diferenciadas, y que bajo el impulso de una clase dirigente surgida en los primeros años de la Reconquista y heredera de la realidad hispano-goda propició la penetración y conquista por parte de la población catalano-aragonesa de los nuevos territorios que fueron dotados de una legitimación política y jurídica. Los límites fronterizos, que en un principio surgían de la victoria europea frente al elemento africano, se verán alterados posteriormente por las luchas civiles entre los reyes de Aragón y Castilla, que en un principio habían realizado el claro movimiento de reconquista de una forma coordinada y con el mismo objetivo.
De esta manera, podemos constatar, que la génesis de las fronteras del Reino de Valencia nació de un proceso de guerra, en el que el ideal de reconquista de los territorios perdidos, unida a la voluntad de afirmación de una identidad étnica tuvo el principal peso. Hablar de cualquier tipo de continuidad entre un presunto e inexistente reino musulmán de Valencia, y la realidad posterior sería pura quimera. Ni por origen, ni por lengua, ni por cultura, existía la más mínima afinidad entre los habitantes e Sharq al-Andalus, que de por sí, como hemos dicho, ni tan siquiera coincidían territorial y políticamente hablando, y el posterior Reino de Valencia. Las fronteras exteriores del nuevo reino surgieron a partir de los límites entre dos identidades – la europea y la africana – en un mismo territorio peninsular, y en virtud a cuerdos y pactos entre la Corona de Aragón y Castilla, ambas pertenecientes a una misma realidad étnica y cultural. Un poder que impuso sus fronteras de manera ordenada y sistemática y que afirmó su identidad. Pretender otra cosa es negar la evidencia histórica en beneficio de secesionimos sin sentido y atentatorios contra la identidad afirmada por nuestros antepasados.
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