Maulets y botiflers: dos formas de entender España.
En el año 1700 se produce un hecho importantísimo dentro de la historia de las Españas, que va a modificar profundamente la evolución de esta nación europea en los siglos venideros, así como sus estructuras políticas y sus futuros modelos de Estado. Se trata del fallecimiento sin hijos del último representante de la rama hispánica de la dinastía de los Habsburgo, o los Austria como mayormente son conocidos, Carlos II, rey de las Españas.
Con la desaparición de este monarca, y la falta de sucesión, la titularidad del, por entonces, principal Estado del mundo, quedó vacante, convirtiéndose en aspirantes a su titularidad dos personalidades que encarnaban diferentes concepciones del futuro Estado hispánico.
Por una parte, aspiraba al trono el archiduque Carlos de Habsburgo, padre de la emperatriz María Teresa, y de la misma familia que el rey fallecido. Representaba el archiduque, la continuidad de la monarquía hispánica en su carácter imperial y federal, incidiendo en la conservación de fueros, leyes y costumbres de las diversas naciones y reinos hispánicos como se había más o menos conservado hasta el momento, y como era tradicional de la política de la familia Habsburgo.
Frente a éste, la Corona de Francia presentó como candidato a un primo de Carlos II, Felipe de Anjou, del linaje Borbón, nieto Luis XIV, el famoso rey Sol, máximo exponente del despotismo borbónico. La llegada de esta dinastía a España suponía una política diferente a la tradicional de los Austria, con un fuerte centralismo uniformizador al estilo del practicado en Francia, que no respetaba diferencias ni usos diferentes en un mismo Estado.
Paralelamente, por la importancia de la Corona española en aquella época, los otros Estados europeos, tomaron partido en la cuestión. Ante las amenazas de triunfo de las tesis francesas, y la consiguiente alianza hispano-francesa, Austria, Países Bajos, Portugal y Suecia, acompañados por el Reino Unido –este último sin pronunciarse claramente, como siempre– apoyaron al aspirante austriacista.
En el interior de España, como no podía ser de otra manera, se produjo una confrontación bélica, que se extendió de 1700 a1714, y en la que se enfrentaron los partidarios de cada una de las concepciones políticas que representaban los pretendientes, y que iban más allá de un mero cambio de dinastía en la Corona más importante del mundo.
La parte más importante del conflicto se desarrolló en los territorios de la Corona de Aragón, tomando el protagonismo austriacista catalanes y valencianos, más opuesto que Castilla al modelo francés.
Pero no todos los habitantes de los territorios catalana-aragoneses defendieron la causa austriacista. Amplios sectores valencianos y catalanes encabezados por parte de la alta nobleza autóctona y la burguesía de las ciudades engrosaron lo que se dio en llamar el partido “botifleur” o “botifler”. En sus filas militaron nobles de la magnitud del duque de Gandía, los condes de Almenara, Parcent o Cervelló, y el marqués de Albaida, por poner algunos ejemplos, pero también linajes de la pequeña nobleza urbana, eclesiáticos y un sector minoritario del campesinado rural. Ciudades como Segorbe o Burriana se adhirieron en un principio a la cauda “botifler”; en definitiva una parte –minoritaria- de valencianos y catalanes, apostaron por ese modelo de Estado. No es pues del todo cierta, la tesis de que la resistencia austriacista fue unánime en Cataluña y el Reino de Valencia, la famosa frase: “hasta las piedras se levantaban contra la casa del Borbón”, no fue totalmente cierta en estas tierras, aunque sí testimonian la tendencia general y mayoritaria. El partido “boutifler”, suponía un modelo de España basado en absolutismo centralista tan característico de los Borbones franceses, modelo basado en la superación de las legislaciones medievales y arquitecturas forales diferentes existentes dentro de un mismo Estado, mediante la unificación de las mismas. Se eliminaba pues la base plurinacional y federal que había existido con éxito hasta el momento, por un Estado uniforme y centralista. Como las leyes castellanas se ajustaban mejor a ese modelo, fueron impuestas en todo el territorio de la Monarquía española, junto a su lengua, usos y costumbres. El partido “botifler” abogaba por la imposición del centralismo, la uniformización y la imposición de las Leyes de Castilla en perjuicio de las propias de los territorios de la Corona de Aragón. Un nuevo modelo de construcción estatal que supuso no sólo un pérdida cultural, histórica y legislativa de gran riqueza, sino que además generó desconfías y divergencias importantes que, con sus diferencias, habían convivido en armonía y compartiendo objetivos durante siglos, los mejores siglos de la historia hispánica, los siglos de la España imperial; problemática generada entonces y cuyas consecuencias aún vivimos hoy. Consecuencia del triunfo “botifler” fue la imposición de una administración centralista y del modelo provincial, que con los matices falsos y engañosos introducidos por la actual Constitución, es el modelo que tenemos ahora. Frente a esto surgió el partido “maulet”.
Tras el desembarco de Basste en Denia en 1705, se produjeron los primero levantamientos austriacistas en la comarca valenciana de La Marina. Con un hábil discurso en el que se unía la defensa de los Fueros y el modelo tradicional de Estado, con promesas de abolición de los tributos señoriales y el ofrecimiento de franquicias y privilegios en unas tierras donde los colonos llegados tras la expulsión de los moriscos, sufrían condiciones durísimas, el partido “maulet”, consiguió el apoyo de amplios sectores del campesinado valenciano y catalán. Representaban los así llamados, “maulets”, la defensa de las antiguas estructuras forales del Imperio español, a lo que se añadían la petición de ciertas reformas sociales en el mundo rural. El temor al absolutismo, unido al descontento social que las infames condiciones señoriales habían generado en el campo, propició que el partido “maulet”, se extendiera con éxito entre el campesinado valenciano y la pagesía catalana, cuyos miembros se alistaron en masa a su ejército. Sin embargo, no sólo tuvo éxito entre los campesinos, aunque se tratara de una facción eminentemente rural, también mantuvo importantes apoyos entre sectores eclesiásticos, pequeños propietarios, artesanos rurales y una parte de la nobleza. Manifiesta es la ausencia de grandes títulos nobiliarios entre los maulets, principalmente porque en esas fechas, preocupados por sus intereses personales y económicos, apostaban por una política que mantuviera sus privilegios. Demostrando una mayor fidelidad a sus principios, la pequeña nobleza apoyó en mayor cantidad la causa austriacista, militando un buen grupo de caballeros en las filas “maulets”, algunos de los cuales recibirían como premio del pretendiente –Carlos III para sus fieles– diversos títulos nobiliarios. En definitiva, el “maulet”, luchó por la defensa de la España tradicional e imperial, y nunca, -como se nos pretende hacer creer- por la separación de los territorios de la Corona de Aragón. Por si quedaran dudas acerca de la españolidad de los “maulets”, los catalanes y valencianos que participaron en la batalla finald e Barcelona y que fueron derrotados por las tropas borbónicas dejaron escrito el lema “Lluitem pel conjunt de la nació espanyola”. Fue esta idea, la de las Españas unidas bajo la corona de los Austria, pero conservando la especificidad de sus reínos, lenguas, leyes, usos y costumbres, el sentido de la lucha “maulet”. Otra España, cierto, federal y por ello, imperial, pero también España, o las Españas, como se decía entonces. Y por esa idea se luchó y murió en los campos valencianos y catalanes, y esa idea fue derrotada en Almansa el 25 de abril de 1707, y en Barcelona el 11 de septiembre de 1714. Posteriormente el partido “maulet” desaparecerá para siempre. Las revueltas posteriores con similares transfondos sociales y argumentos tradicionalistas y forales en Valencia y Cataluña, recibieron otras denominaciones, “carlinadas”, y se desarrollaron en un contexto diferente. Por otra parte hay que denunciar que en los últimos cuarenta años, se ha producido un uso indebido del término “maulet”, por sectores secesionistas de la extrema izquierda, sin conexión ninguna con el auténtico fenómeno “maulet”.
Respecto al partido “botifler”, desapareció tras la Guerra de Sucesión. Probablemente el término se utilizó entre los sectores derrotados para diferenciar a los que regían ahora los destinos políticos de las tierras valencianas y catalanas. Las reformas borbónicas fueron llevadas a cabo tal como se habían diseñado, y los fueron de Cataluña y Valencia, fueron abolidos con la excusa de la resistencia bélicas de estos reinos. En Cataluña y el reino de Aragón –no confundir con la Corona de Aragón– se respetó el derecho foral privado, pero no en el Reino de Valencia. Con el paso de los siglos los descendientes políticos de los “botiflers”, continuaron contando con el apoyo de la casa reinante de Borbón, ayudando a homogeneizar y uniformar lo que fueron las Españas, hasta convertirlas en un Estado centralista y, posteriormente, jacobino. Los abusos cometidos en nombre de esta España unificada y los desprecios hacías los países diferentes a Castilla, crearon en zonas como Cataluña o Vasconia, resentimientos difíciles de curar, que hubieran podido evitarse. Con la llegada de los ilustrados y liberales, en nombre del beneficio económico y el progreso industrial, la uniformización se acentuó mucho más, suponiendo la Constitución de 1876 y el franquismo, un endurecimiento final de algunos aspectos de este proceso.
En el momento actual, la política centralista y uniformizadota en beneficio del progreso económico, continúa existiendo, sólo que esta vez actúa a nivel mundial. Resulta curios que en Cataluña. Pretendidos nacionalistas, clamen contra el Estado español, y admitan que cualquier africano cumpliendo unos requisitos mínimos puede ser ciudadano de cualquier población catalana con los mismos derechos y la misma “catalanidad” que cualquier viguetano de pura cepa. En este sentido la defensa de un nacionalismo catalán, o español, tiene escaso sentido.
El partido “botifler” del siglo XXI, no es valenciano, ni catalán, ni trae ideas de Francia, representa el centralismo mundialista y un absolutismo sin precedentes en la historia de Europa. Extiende las leyes económicas y fomenta las “nivelación” de razas, naciones, costumbre en aras del ciudadano-cliente único y esclavizado. Probablemente, el modelo federal dentro de una estructura imperial, que recupera y conserve la esencia, personalidad y costumbres de los pueblos de Europa, sea, como lo fue antaño, la única solución y resistencia que se pueda oponer en el actual estado de cosas.
Enrique Monsonis.
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