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Identidad y Tradición

El solitario de Providence

El solitario de Providence

Lovecraft nació en 1890, en Providence, la capital de Rhode Island (U.S.A.). Con él nació el maestro de la moderna literatura de terror. Uno de aquellos hombres que marcan una época, crean escuela y dejan una huella imborrable. Toda la literatura posterior (muy numerosa en nuestros días) sobre miedo y terror, bebe de las fuentes diseñadas por Lovecraft.

 Autor de 108 narraciones, una docena no pasaron de esbozos y no se publicaron, otras 30 fueron hechas en colaboración con otros autores. Un epistolario de más de 100.000 cartas completan su historial literario.

 Con todo este material, más el centenar de biografías, monografías, estudios y ensayos que sobre él se han hecho, podemos extraer las pautas que convierten a nuestro hombre en un personaje atípico.

 A pesar de su importancia para la literatura norteamericana, no ha tenido ni la relevancia ni la notoriedad de otros. ¿Por qué? Vamos a intentar responder a ello buceando en su mundo, en sus sueños y en sus ideales. Nos disponemos a presentar a un hombre irrepetible.

 De cuerpo delgado y huesudo, enfermizo, cabello corto (como la antigua aristocracia europea), de vestir clásico, enemigo de todo tipo de modas, de rostro serio pero con mucho sentido del humor1, lector empedernido, de elevada inteligencia y profundos conocimientos culturales, siempre escaso de recursos económicos. De hecho murió, como Cervantes o Van Gogh, en la más absoluta pobreza.

 Estamos, posiblemente, ante el último caballero andante de este planeta. Era un caballero en el sentido integral y tradicional de la palabra. Ajustó toda su existencia al ideal de la caballería. Fue la última espada indomable de la caballería andante. Todo ello lo podemos ver confirmado en su actitud vital: integralmente estoico, con un completo autodominio emocional, cortés, digno, equilibrado, imperturbable, generoso, honesto, austero, sincero, justo, consciente de su superioridad de la que jamás abusó, leal, profundamente solitario y salvo su breve etapa matrimonial (cinco años) casto, hasta el extremo de que muchos de sus biógrafos no dudan en calificarlo de asexual. Ello nos sitúa ante la superación de todo deseo, de toda dualidad. Él mismo afirmó que “mi ideal es el caballero de amplios intereses filosóficos, científicos, históricos, cívicos, literarios, estéticos, recreativos, etc., en su propio marco hereditario, que practica las artes como mero complemento espontáneo y honesto al proceso general de su modo de vida.”2

 Como buen caballero rechazará, enérgicamente, todos los vicios de la modernidad: el tabaco, que sólo probó experimentalmente a los catorce años para demostrar su hombría ante sus compañeros; el alcohol, ya que únicamente “embrutece, bestializa y degrada”3 y así lo denunció en su cuento Más allá del muro del sueño. Las drogas y sus efectos terribles, son denunciados en sus cuentos El caos raptante e Hypnos. Nunca participó en ningún tipo de juego de azar.

 Para apuntar su dimensión de caballero, es imprescindible ahondar en su actitud para con el dinero. Su paupérrima situación económica se debió a tres factores.: “La literatura comercial y yo, no tenemos absolutamente nada en común”, repitió una y otra vez hasta su muerte. En segundo lugar y muy ligado a lo anterior, él siempre tuvo la firme voluntad de escribir sólo para su placer personal y para el de sus amigos más próximos. Nunca para las masas. Nunca con finalidades prioritariamente crematísticas. Y el tercero, su ideal de caballero, contrario a todo principio moderno de competitividad e interés egoísta.

 Como todo caballero, como todo patricio, sentía una devoción especial por su estirpe y por sus antepasados. Estudió su genealogía descubriendo, con alegría, que era descendiente de John Field, el astrónomo isabelino que introdujo el copernicanismo en Inglaterra. Al mismo tiempo, se sentía orgulloso de pertenecer a una de las primeras familias de sangre inglesa asentadas en Rhode Island (una de las trece primeras colonias inglesas en América del Norte). Ello le llevó a autodefinirse siempre como inglés y europeo. Jamás se definió como norteamericano. De hecho rechazó tajantemente la independencia de los Estados Unidos, por entenderla como un acto de rebelión contranatura del hijo contra el padre. Su himno fue exclusivamente el Dios salve al rey. Su sentimiento étnico es de fundamental importancia. Ya que coloca a nuestro personaje por encima del criterio moderno de nación y lo vincula a un sentido tradicional de patria, como tierra común de un principio étnico de sangre y de antepasados. La patria viene marcada por el apellido (entre otras cosas). No hay duda que un Casademont es catalán, un Ruíz castellano, un Etxebarrieta vasco y un Lovecraft inglés. Esto no falla. Lo que sí falla y falla demasiado a menudo son las naciones cuyas fronteras son coyunturales, moldeadas en despachos, vinculadas a accidentes geográficos o sujetas a pactos. Europa en su origen y en sus fases de esplendor clásico, basó el principio de patria en un criterio de Tradición y de sangre.

 Esta conciencia, fuertemente identitaria, acabará derivando hacia la aceptación de los principios del racismo y de un fuerte antisemitismo4. Racismo compartido en la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del XX, por todos los nacionalismos (sin excepción) europeos del momento. ¡Qué fácilmente los que hoy se proclaman nacionalistas de cualquier tipo, han olvidado sus orígenes!

 El sentido de su soledad encaja con la del viejo druida o la del maestro de los primeros tiempos del budismo. Para él, la independencia personal y el perfecto aislamiento respecto del vulgo, eran cosas absolutamente necesarias para determinadas mentalidades. Necesarias hasta el punto de que todos los demás factores, se convierten en subordinados cuando se les compara con éstos. Este solitario, de exquisita y artística sensibilidad, llegó a desarrollar una vida ascética muy próxima al sentir budista de la superación de todo deseo. El único estadio donde no logró superar este deseo, fue en sus dos últimos sueños de vejez. Por un lado recuperar la casa de su tan querido abuelo y, por otro, un sueño que estuvo con él hasta el último suspiro: en un ambiente medieval, soñaba que, junto a otros compañeros, perseguía por los tejados de las casas a un sujeto que simbolizaba la maldad primordial. Así pues, como caballero, hasta el último segundo de su existencia estuvo presto al combate, hasta el último segundo fue leal a los ejércitos de la Luz. Fuera de estos dos sueños nada más le condicionaba, nada le ligaba a este puntito de lo manifestado llamado planeta Tierra. Nada tenía en común con su tiempo, un tiempo de modernidad.

 Da la impresión de que toda su vida fue diseñada como reflejo de un arquetípico desafío a la modernidad. Como un supremo esfuerzo por mantenerse en pie en medio de las ruinas de un mundo vacío y a la deriva. Estar aquí pero no permitir que ningún contravalor manche su lealtad al Ser. Siendo esta lealtad el principio supremo de todo concepto de honor. Rechazó integralmente toda la modernidad. Él pertenecía a otro mundo, él siempre se sintió vinculado a lo primordial, a aquello que está fuera del espacio y del tiempo. Su pertenencia a ese mundo antiguo y eterno, se puede deducir de su cuento The Tomb. Parafraseando al cantautor valenciano Raimon, Lovecraft tampoco era “deixe món”.

 Como caballero de otro tiempo rendía culto a las armas. Su furibundo antipacifismo se puede reseguir fácilmente a lo largo de su correspondencia, en algunos de sus cuentos y en sus poemas5. Y también en el hecho de haber heredaro una rica y completa colección de rifles y pistolas a las que él, a lo largo de su vida, agregó 22 rifles nuevos. El contacto con un rifle era para él como un bálsamo para su alma. Esta arma ejercía una función parecida a la ejercida por la espada sobre los antiguos guerreros. Para centrar correctamente el valor de esta comunión guerrero-espada, debemos penetrar el valor simbólico de la espada. Ella va asociada al espíritu que ha sido despertado iniciáticamente. Otras armas del pasado, también están cargadas de simbolismo. Le encantaba practicar el tiro. Era un buen tirador. Le fascinaba la caza como ciencia. Por tanto, la entendía en un sentido tradicional y no competitivo. Ello lo podemos ver confirmado en una curiosa anécdota. En una jornada de práctica de tiro, dio muerte a una simpática ardilla. Este hecho lo apesadumbró tanto, que el inofensivo Lovecraft cogió aversión a matar seres indefensos. A partir de este hecho, sólo disparó contra dianas.

 Completemos el cuadro ideológico de nuestro solitario Quijote inglés.

 Receloso de la medicina convencional, amigo de los gatos y, como ellos, él también hizo vida nocturna, pues la noche fue el gran templo en el que escribió todos sus cuentos y poesías. Enemigo del capitalismo, le repugnaban las masas, las muchedumbres o cualquier cosa parecida. No asimiló ninguno de los referentes de la modernidad (competitividad, trabajo, pragmatismo, interés, ideas, “valores”, símbolos, conceptos,...), sintiendo un especial desprecio por las velocidades y las cifras récords6 y las máquinas. Estaba tan desvinculado del maquinismo triunfante que, inclusive, le molestaba el sonido de su propia máquina de escribir. De haber podido, todos sus cuentos los habría escrito en papiros. Rechazó airadamente el principio de igualdad, llegando a censurar el sufragio universal y exigir un examen previo (de capacitación cultural y política) a todos los potenciales votantes. Enemigo integral del cristianismo, la Iglesia y los misioneros. A estos últimos y coincidiendo con la mayor parte de las escuelas antropológicas, los censuró severamente por su “eterna ceguera para el hecho evidente de que las distintas tierras, razas y condiciones, se desarrollan de manera natural y exigen diferentes modelos culturales y costumbres y códigos éticos y sociales diferentes.”7 Le desagradaba todo lo vulgar, plebeyo, bohemio y extravagante.

 Uno de los símbolos más emblemáticos de la modernidad, son sus feas ciudades y sus submundos de miseria y degeneración. Nuestro autor sintió por las grandes ciudades una profunda aversión. El impacto que le provocó la capital de nuestro mundo (New York), fue profundamente desagradable. Habían chocado dos mundos antagónicos. La única ciudad por la que mostró un interés especial en visitar (viaje que nunca pudo hacer), fue la vieja y simbólica Carcassone. Ciudad heráldica de la tierra de los trovadores.

 Lovecraft, casi visionariamente, anunció las ciudades del futuro (las nuestras), con todo su frío cemento, su artificial neón, su ruido intenso y su fealdad integral. Son el rostro manifestado de la oscuridad. Cuando triunfa el poder de las ciudades, se anuncia la muerte de un mundo. Así las vio y así las reflejó en Él.

 Dejamos la palabra a nuestro ilustre escritor: “Durante tres segundos enteros pude asomarme a esta visión pandemónica, y en esos segundos vi un escenario que en adelante me atormentará siempre en sueños. Vi los cielos infestados de extrañas criaturas voladoras (nuestros aviones sobrevolando las ciudades), y, debajo de ellas, una ciudad infernal y negra (contaminación), de gigantescas terrazas de piedra con impías pirámides erguidas (rascacielos) salvajemente hacia la luna (las actuales ciudades dominadas por el símbolo de lo femenino), y unas luces demoníacas (el neón empleado en la luminosidad artificial de los rótulos de las modernas urbes) que iluminaban incontables ventanas; y, bullendo como un enjambre repugnante en aéreas galerías, vi a las gentes amarillas de ojos bizcos que habitaban esa ciudad (las ciudades quedarán como dominio de las gentes del tercer mundo), ataviados con horribles ropas de color rojo y naranja (ridiculización de las patéticas modas de nuestros jóvenes), danzando insensatamente al son de febriles tambores, del obsceno repiqueteo de los crótalos, y del gemido maníaco de sordos cuernos, cuyos incesantes cánticos se elevaban y descendían ondulantes como las olas de un profano océano de betún (magistral ambientación de las actuales discotecas donde imperan las músicas de raíz y ritmos africanos)”8

 Cuando en la década de los años veinte (siglo XX), la literatura erótica inundó las librerías estadounidenses, Lovecraft lo entendió como una seria advertencia de una grave decadencia. Para él, el erotismo pertenecía al orden inferior de los instintos, para él era una cualidad más animal que humana9. ¿Qué habría dicho en nuestros días?

 Compartió con Spengler la concepción cíclica de la historia y de los tiempos y, por ello, ambos eran discípulos del mito de Dioniso, que fue la proyección metafísica de lo cíclico y lo eterno en el mundo helénico. También compartía con Spengler la angustia por la posible desaparición de la raza blanca.

 Con muchos científicos compartía los principios eugenésicos, con infinidad de personas el anticomunismo y, con Nietzsche, su desprecio por el trabajo que consideraba apto sólo para las masas. En este punto sus ideas establecían comunión con los clásicos, que entendían que prevalecía la superioridad del Ser sobre el hacer.

 En política defendió el programa social y económico de Roosevelt y, posteriormente, se sintió atraído por el ideal fascista. Tras leer Mein Kampf afirmó que, entre él e Hitler, existía una afinidad espiritual. Desde ese momento y hasta su muerte (1937), se definió como fascista socialista.

 La democracia la consideraba sólo viable para pequeños y muy localizados colectivos o entre determinadas élites. Pero inapropiado para grandes conjuntos humanos.

 Siempre consideró necesaria la existencia de una élite que tuviera el poder real para, de este modo, contrarrestar el vacío de la modernidad y ser el contrapeso ideal a las ambiciones de las masas.

 Por tanto, nada había en los tiempos modernos que atrayeran su interés, por ello “me he retirado definitivamente de la edad presente. En un mundo de caos sin sentido y en un planeta de utilidad y ruina, nada sino la imaginación tiene importancia.”10

 Para él la historia se terminó en el siglo XVIII. Intuyó, en su subconsciente que, a partir del XVIII, todo quedó bajo una radicalización de la oscuridad. Por ello, para él, todo se convirtió en una realidad física irreal, ilusoria, una mojiganga. La gente, desde ese momento, se asemejaban a pobres diablos, sombras, fantasmas sin rumbo, divagadores de los tiempos oscuros. Todo este mundo de estos pobres diablos que pueblan la tierra, podía quedar licuado en un segundo en el éter y, con ello, las míseras ilusiones de estos infelices, sus urbes, sus invenciones, su progreso y su modernidad. Todo es un sueño. Un mal sueño11. Todo este mundo fue transferido de su percepción a los cuentos. A través de ellos definió a la modernidad, como a la quintaesencia de lo oscuro. Pero él sabía que, como enseñó el primigenio budismo guerrero, hay hombres que tarde o temprano descubren que, de hecho, nunca han estado encadenados. Él lo descubrió.

 La música nunca fue su fuerte. Nunca le interesó. Con excepción de dos piezas: Cabalgata de las Valkirias, de Wagner y Danza macabra, de Saint Saëns.

 Con todo no dejaba de pertenecer a un mundo lleno de contradicciones. Él también experimentó la contradicción. Él, el antisemita ortodoxo, contrajo matrimonio con la hebrea Sonia Greene. El matrimonio se divorció a los cinco años, sin descendencia. El caballero andante retornó a su absoluta soledad, de la que sólo volverá a salir en compañía de la muerte.

 Analicemos ahora su poderosa base intelectual, sobre la cual edificó todo su imperio vital, sus sueños y su literatura. En esta base nace la esencia de su cosmovisión. En primer lugar tenemos la influencia que ejerció su abuelo. Su abuelo fue capital en el futuro Lovecraft. El abuelo fue el primero en narrarle historias inventadas, que tenían como fondo la novela gótica y el ambiente de los mundos y los cuentos celtas. Como toda sociedad tradicional que se precie, la figura del abuelo tenía que tener un gran peso. A él le seguirán las extraordinarias influencias de Spengler, Poe, Lord Dunsany (sobre todo con Los dioses de Pegäna), Arthur Machen (básicamente con La colina de los sueños y El gran dios Pan), E. R. Eddison (con El gusano de Ouroboros), la Odisea de Homero, Gibbon12, la novela gótica13, la mitología de Grecia y Roma y Viaje al centro de la tierra, de Verne. Finalmente, la literatura de V. Rousseau Enmanuel que pudo (los biógrafos no se ponen de acuerdo) haber incidido en el diseño de las criaturas que poblarán los lovecrianos Mitos de Cthulhu.

 Una vez presentado el hombre, invito a nuestros lectores a hacer una inmersión en la faceta más oculta, más misteriosa y menos trabajada de Lovecraft. Les invito a entrar en su mundo de los sueños. Iniciemos un viaje hacia la eternidad.

 Cuando un hombre rechaza con tal firmeza y seguridad el mundo que, en la suerte de los destinos, le ha tocado vivir y al mismo tiempo no se desespera sino que es capaz de crear un mundo alternativo con el que sí se siente a gusto, un hombre así siempre tiene mucho de especial. Algo de poeta hermético subyace en su alma. Pero éste es trance arriesgado. Es la diferencia que puede haber entre la locura o la genialidad, a veces, cosa de un palmo. Fino hay que hilar. Es cruce temerario. Es justa de caballeros valerosos. Es acometida de héroes. Esta aventura tiene nombre, amigo Sancho, y en todo el orbe es conocida como el Mundo de los Sueños. Este fue el mundo de Lovecraft. Él cruzó los sueños. Halló, en sus sueños, una proyección de su inconsciente y allí inició la búsqueda del Ser universal. Sólo en sus sueños se sintió a gusto. Sus ensoñaciones están cargadas intensamente de la mitología helénica y romana. Y ello es así, hasta el punto de atrevernos a afirmar que fue el espíritu de Grecia y Roma el que poseyó e hizo a Lovecraft. Su paganismo14 fue su gran secreto y el camino interior que conduce a hallar a un autor sorprendente.

 En concordancia con su cosmovisión su “dios” no guarda ninguna relación con el bien o el mal, con la moral o las costumbres humanas o teológicas, con la felicidad o la infelicidad, no tiene por misión premiar a los buenos y castigar a los malos ya que todo ello se halla dentro de lo manifestado, de lo condicionado, de lo efímero. Su “dios” siente por los intereses humanos el mismo interés que nosotros sentimos por el mundo de los cangrejos. Su cosmos puede estar habitado por seres sobrehumanos pero es básicamente amoral, despiadado e indiferente con el destino de los humanos. Su mundo es muy parecido al que Howard creará para su Connan de Cimeria. Allí no hay concesiones, no tiene cabida el débil. Cada hombre ha de conquistar  por sí mismo y con sus medios, su propio destino. Su “dios” se halla por encima de la razón y es un garante de los principios metafísicos de Orden y Caos al mismo tiempo. Su “dios” está muy próximo al concepto metafísico de los Grandes Misterios clásicos.

 Esta cosmovisión simplifica rápidamente el número de candidatos a entrar en ella. Sólo los héroes, aquellos que llevan la divinidad conscientemente activada, son los únicos preparados para aceptar este reto. Y es aquí donde surge la figura del superhombre, que tan secretamente fascinó a Lovecraft, hasta el punto de afirmar que “debe ser grande ser un superhombre”.

 Llegado a este punto, nuestro autor buscó su propia vía heroica. Él entendió que un sistema de mitos hereditarios (es decir, vertebrados por el principio simbólico de la sangre y como síntesis arquetípica del Ser y del No Ser) y la esencia eterna de las tradiciones, podían ser las claves. Él intuyó que el camino sólo podía hacerse a través de alguna técnica interior. ¿La descubrió?

 Estas inquietudes se manifestarán muy pronto en su vida. Su divorcio entre su Ser individual y su yo, le causaba una tremenda tensión. Esta lucha por hallar el equilibrio, por superar la dualidad, lo llevó a la crisis.

 Con 18 años padeció un ataque nervioso que lo dejó postrado y sin capacidad para hacer nada, hasta los 24 años. Él, como Homero, como Hölderlin, como Novalis, como Nietzsche, como Poe, como Guénon, como los dos Quijotes (el de Cervantes y el de Avellaneda), fue transmutado alquímicamente. El fuego interior se activó. Había iniciado su proceso cósmico al compás de los acordes de Zeus, Apolo, Thor o Shiva. El poder de lo supracósmico se impuso a las vanidades del yo. Éste, estaba vencido. Así nacerá el nuevo Lovecraft por todos conocido. Ahora ya estaba preparado para ingresar en la caballería andante.

 Aquel que percibe lo Superior ha de haber percibido también lo inferior. Si exceptuamos a Dostoievsky y a Poe, pocos, muy pocos, son los que han sabido describir los mundos oscuros, la penosa condición humana, los orbes de la locura, lo abismal, lo infernal, la sistemática contradicción de lo humano, el miedo inherente a la propia condición de la fragilidad humana. Pero que, a su vez, no han caído en el pesimismo y han intuído una alternativa en otra dimensión, en otro plano. Lovecraft también supo descender a estos mundos. Ignoramos hasta que punto su viaje profundizó en esos mundos de horrible oscuridad, que superan todo lo razonable. Pero si los vivió, sobrevivió. Toda esta experiencia le hizo comprender que la vida del hombre y del planeta, no son más que un segundo cósmico y que, o se aprovecha, o puedes perder demasiadas cosas en la duda.

 Así, el renacido, pasó a ser el heterodoxo, el mago al que el destino ha privilegiado con la potestad de crear mundos propios, mitologías únicas, lenguajes peculiares15 y de jugar, sin quemarse, con los horrores más profundos del inconsciente humano.

Algunos “expertillos”, han visto en todo este mundo lovecrafiano una plasmación del materialismo más escrupuloso y un gotear de esencias izquierdistas. Sí, amigo lector, sí, hasta estos disparates hemos de aguantar. Paciencia. Los eunucos de la cultura no pueden entrar en el mundo de los sueños porque ellos jamás han sabido ser libres en sus propios sueños, sino pobres esclavos de su mente. Recordemos a estos aprendices de sabelotodo, que una cosa es la velocidad supersónica y otra el trote cochinero. Y que no se puede entender a Lovecraft sin penetrar su mundo metafísico. De él nacen sus cuentos. De él, como si de una experiencia alquímica se tratara, nace su literatura. Por tanto ha de ser leída en clave. Quien posea la clave tiene las respuestas. De momento, los aspirantes a cráneos privilegiados de nuestros tiempos modernos, sólo tienen una clave: la del fracaso permanente.

Perdone el amigo lector por este incómodo escorzo pero, a veces, es menester quitar algún pinchito inoportuno para captar, en todo su esplendor, la belleza de una rosa.

 Continuemos con nuestro solitario hombre. Toda la obra se basa en su propio mundo de mitos. Ha sabido crear su propia cosmogonía. De ello se deriva la cosmovisión definitiva. Vamos ha intentar presentar de forma precisa esta concepción global de su Todo. Según ella, existió, en un tiempo imposible de ser asumido y cuantificado por la razón humana, una Raza Primigenia. Ésta habitó el planeta. Esta Raza él la asocia al mundo blanco en su forma más espiritualizada. La decadencia de esta Raza acabó provocando la aparición de la magia negra que, poco a poco, precipitó la desaparición de esta Raza. La Luz marchó con lo más puro de la Raza Primigenia (igual que los maestros rosacruces que abandonaron en el siglo XVII Occidente, al ser conscientes de que aquí todo estaba perdido). Ello tiene notables paralelismos simbólicos con ciertos errores iniciáticos, detectados en algunas cosmogonías prebíblicas (la Biblia, posteriormente, lo disfrazó y lo redujo a un vulgar pecado original. Es decir, de la iniciación habíamos descendido a la teología). A partir de este momento la atmósfera cambia, la tierra se transforma, todo se transmuta hacia abajo, hacia el subsuelo, hacia el reino de lo oscuro. Domina un ambiente denso, pesado, irrespirable, tenebroso, fantasmagórico, dantesco. Es un mundo en decadencia16 total. Este mundo está alejándose precipitadamente del centro de la rueda cósmica. Es el establecimiento, en toda su plenitud, del dolor samsárico. El reino del miedo ha llegado. Esta nueva realidad sólo es capaz de generar más dolor, más sufrimiento y mucho miedo. Y aquí hemos llegado a la clave y la esencia de toda su literatura. Su mundo de horrores infinitos, es el mundo prisionero de lo samsárico. Así es como viven todos los infelices que no tienen conciencia de ser presos de la cadena del eterno retorno. Porque no tienen conciencia de lo que les sucede. Son eternamente esclavos. Lovecraft, a través del miedo, intentó hacer despertar a quien tuviese el ánimo presto para ello. Su literatura cumple la función de un mensaje encriptado. Quien quiera salir de este horror lo puede hacer ¿Cómo?

Hasta aquí su weltanschauung. Como en todas las tradiciones, en ella también hay una opción a la esperanza. Es la restauración de lo primigenio. Pero este camino pasa (no siempre) por el dolor y su aceptación simbólica. Es un peaje casi obligado. Buda tenía razón. Sólo aceptando el dolor llegaremos a la raíz y sólo ejecutando un acto sobrehumano, se habrá iniciado en el hombre su camino hacia la Libertad. Mucho de todo ello se puede rastrear en  su Dagon.

 La Raza Primigenia, nos cuenta Lovecraft, como si de su esperanza irrenunciable se tratara, aguarda pacientemente en los límites exteriores, fuera de la esfera de la tierra, están esperando el momento, la señal para restaurar de nuevo el poder de la Luz. Esta concepción es la más parecida al último batallón, a la horda salvaje, a la Wildes Heer germánica.

 Algo de todo ello también se detecta en El señor de los anillos.

 Este mundo triste y oscuro, dominado por la magia negra, ha de tener un contravalor. Algo que nos permita soñar con recuperar la alegría. Asistimos a uno de los símbolos más potentes de la historia. En el mundo de la tradición esto está reservado a la figura de un Avatara, el portador del mensaje de la Luz; Aquél que representa la alianza indisociable con la Potencia Absoluta; Aquél que tiene por misión restaurar en la tierra el mundo de los Cielos. Y así lo intuyó Lovecraft en el inicio de su Azathoth17: “Cuando el mundo se sintió cargado de años, y el asombro abandonó la mente de los hombres; cuando las ciudades grises alzaron a los cielos, negros de humo, elevadas, adustas y feas torres, a cuya sombra nadie podía soñar con el sol y los prados floridos de primavera; cuando la tierra quedó despojada de su manto de belleza, y los poetas no cantaron ya sino a los retorcidos fantasmas que veían sus ojos legañosos e introspectivos; cuando ocurrieron todas estas cosas, surgió un hombre que emprendió un viaje más allá de la vida, en busca de los espacios adonde habían huido los sueños de este mundo.”

 El ciclo de Randolph Carter18 (que es el propio Lovecraft), es el más simbólico de todas sus narraciones. Son los cuentos que presentan una mayor afinidad con los Misterios clásicos. En estos cuentos y en otros de contenido altamente simbólico19, hallamos todo el proceso que hasta aquí se ha apuntado. Asistimos a un necesario descenso a los infiernos. Es necesario conocer las esencias del mal. Este mundo de las raíces de lo oscuro, también se ha ido transmitiendo desde Ulises a Nietzsche, a través de mitos, dioses, héroes y personajes. Lovecraft decidió seguir los pasos de todos estos buscadores del Camino de las estrellas. Pero todo lo que esta aventura tiene de poético, lo tiene también de arriesgado. Es un viaje peligroso, el más peligroso de todos. De él ¿se puede regresar? De poder se puede, pero... tantas cosas habrán cambiado en tu interior...

En todo ello radica la esencia de la literatura del hidalgo solitario de Providence. No lo dudes tú, como él, has de dar el paso.

 Su obra guarda otro secreto. Él reconoció, y así consta en sus biografías y epistolario, que la mayor parte de sus cuentos se le aparecían primero en sueños. Esta proyección del inconsciente, tendría que haber hecho pensar a muchos de sus estudiosos. La capacidad de entrar en este mundo y de asociar los diferentes elementos, queda reservada a una minoría. Minoría para la cual él escribió. Él jamás, lo repetimos por segunda vez, escribió para las masas. No podía escribir para aquello que despreciaba profundamente. Él sólo escribía para pequeños círculos. Aquellos que tuvieran oídos para escuchar, ojos para leer y boca para callar. Él intentó en diversas ocasiones explicar cómo y por qué nacían sus argumentos. Le resultó imposible. Hay misterios que no pueden ser desvelados, sólo intuidos, sólo se puede dejar que la corriente nos arrastre. Él imitó y copió sus sueños y ello es una de las mayores victorias contra el racionalismo.

¿Su caso es único? No. También lo fue la tabla periódica de los elementos químicos. La química será descubierta en la fase más decadente y superficial de la alquimia, pero la formulación moderna, la tabla que todos los estudiantes de química han de saber de memoria, no fue fruto de ningún esfuerzo científico, sino de una “revelación” que le llegó en sueños al ruso Mendeleiev.20

 Como todo hombre en búsqueda de una Tradición primordial, tuvo que tener muy presente el simbolismo del norte. Él, como Verne, tuvo una fascinación muy especial por el Polo Norte y por Islandia. Prueba de ello, es su más que significativo El barco misterioso. La Antártida también aparece en La montaña de la locura. El norte, cargado de todo su simbolismo iniciático, ya aparecía en los indoarios Atharvasira Upanisad, V: “Este es el camino del Norte, hacia el que se dirigen los Dioses, los Padres, los Sabios videntes, donde se sobrepasa toda perfección, es decir, la meta suprema”.

 A lo largo de su obra, también aparece un elemento muy vinculado a todas las grandes tradiciones. Nos referimos a la piedra. La piedra quedará grabada en su alma al descubrir, en Nueva Inglaterra, los círculos de piedra, auténticos megalitos como los de Mistery Hill (New Hampshire). Pero ¿qué significaban? Conocedor del mundo de lo intangible, poco le costó asociar la piedra a los mitos de Saturno, Deucalión, Cibeles, Mitra y a las realezas irlandesa, a través de su famosa Lia-Fail, y a la escocesa. Con todo este material en sus manos y su profundo conocimiento de las mitologías y su vinculación al poderoso mundo de los sueños, no nos cabe ninguna duda que llegar a deducir, por su propia cuenta, que la piedra simbolizaría la unidad y la fuerza del Ser, le sería relativamente cómodo. Los círculos que tanto le fascinaron en Nueva Inglaterra, están vinculados a la idea simbólica del círculo, que es la perfección y sólo este concepto puede estar unido al Ser (la piedra, en este caso). Enigma solventado. Todo ello lo vivió como una herencia de la Raza Primigenia. Así lo vivió él y así lo traspasó a sus cuentos y poesías.

 Toda esta cosmovisión, todo este proceso, tendría que tener un colofón simbólico a través de los colores. El rojo, el blanco y el negro, los colores alquímicos por excelencia. Ellos también comparecen en su obra. El negro, el color de Visnú, vendrá asociado a la ambientación oscura de la mayor parte de su obra en cuento. El blanco sería el color simbólico de aquel en quien el Ser ha despertado. Él lo hace aparecer en sus poesías, pues denotan un agradable aire de frescura por contraposición a sus cuentos. La nigredo ha sido superada. El rojo, última fase del proceso iniciático, es el color de Brahma. La sangre como elemento sacro se halla presente en todas las cosmogonías prebíblicas y en los grandes procesos iniciáticos. La sangre aparece en dosis considerables en sus cuentos.

 Como don Sebastián, Verne, Otto Rahn, Evola, Lao-Tse o como muchos de los grandes maestros del budismo original, del zen o del sintoísmo, él también intuyó su muerte. De hecho la esperó pacientemente. La muerte del brillante Howard, el que fuera su discípulo aventajado, fue la señal de que todo había terminado. Un año después del fallecimiento del alumno, el maestro iniciaba el mismo camino. El viejo pagano murió en la tranquilidad que lo primigenio, algún día será restablecido. De momento ha logrado entrar en el torrente embriagador de la Luz eterna e inmutable. Con su muerte, trascendió su condición finita. Allí, en el mundo donde los sueños más secretos se hacen realidad, allí reposa el último guerrero de la caballería andante europea.

 La literatura estadounidense le debe mucho a este forjador de sueños y mitos. Los idealistas le agradeceremos, infinitamente, su habilidad para triturar las estrecheces de la razón. La cultura celebrará que con él volvieran a la vida la novela gótica y el imperio de los mitos. Que, junto a Poe, y pese a la modernidad, intentarán ayudar a unos pocos a trascender su propia condición de hombres. Con él, con Poe, con Melville, con Howard y con Tolkien, festejaremos juntos la derrota simbólica del mundo moderno, del mundo de las tinieblas. Consciente o inconscientemente, Lovecraft se vinculó a los ejércitos del Cordón Dorado, a los hijos de Horus, a la última primavera dorada.

 A ti, Lovecraft, que supiste vivir como caballero, que pudiste mirar lo divino cara a cara, que tuviste la grandeza de no arrodillarte delante de ningún hombre ni de ningún dios, que lanza en ristre derrotaste a la razón, que proyectaste lo eterno en tu interior, a ti, Lovecraft, te saludamos como los viejos Minnesängern saludaban a sus iguales: ¡Salud y victoria!

 

 

                                ÀLVAR RIUDELLOPS

 

 

Notas:

 

 

 

 

1)  El humor y la risa, siempre fueron reverenciados como ejemplo de salud interior por los antiguos griegos y romanos. Por el contrario, el cristianismo satanizó la risa. En el ámbito de la Iglesia ello llevó a rocambolescas polémicas teológicas. Una muestra de estas discusiones se pueden localizar en los capítulos finales de El nombre de la rosa, de Umberto Eco.

 

2)  L. Sprague de Camp, Lovecraf, una biografía, Madrid, 1992, pág. 347.

 

3)       Carta de Lovecraft a Z. B. Reed, 13 de febrero de 1928.

 

4)       Es muy significativo en este sentido su cuento El susurrador de la oscuridad, donde criaturas infernales, hechas de sustancia diferente a la nuestra, vienen de Yuggoth (Plutón, supuestamente) y extraen cerebros humanos y los acoplan a unos cilindros metálicos. Envasados así pueden comunicarse y ser enviados por todo el universo. Nótese la proximidad fonética entre Yuggoth y su gentilicio yuggothitas y la palabra Yahvé. Las exclamaciones y los nombres claves de estos seres, el autor los hace acabar con Ath, Oth (terminación frecuente del femenino plural hebreo). Lovecraft reconoció que estos términos estaban ideados para asociarlos a seres espectrales o siniestros. Así lo hizo con Yuggoth, cuyo “matiz arábigo o hebraico sugiere determinadas palabras que nos han llegado de la antigüedad, en las fórmulas mágicas contenidas en los manuscritos árabes y judíos.” (www. hplovecraft.com, inicios de 2005).

 

5)  A título de simple ejemplo véase su carta dirigida a E. F. Baird, del 3 de febrero de 1924, donde dice que hubiera preferido ser general a poeta, o su poema Canción de guerra del teutón.

 

6)  Nótese que todo ello está muy en consonancia con la obra del tradicionalista francés R. Guénon, El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, Barcelona, 1997.

 

7)  Carta de Lovecraft a L. P. Clark, 12 de septiembre de 1925.

 

8)       Todos los comentarios entre paréntesis son nuestros.

 

9)       Carta de Lovecraft a D. Wandrei, 27 de marzo de 1927.

 

10)  Carta de Lovecraft a L. P. Clark, 28 de septiembre de 1925.

 

11)  Recordamos en este sentido el poder hermético de La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Obra clave para autores como Wagner y Schopenhauer.

 

12)  Autor de The declive and fall of the Roman Empire, la primera historia de Roma en la que se deja al descubierto toda la responsabilidad del cristianismo en el hundimiento del que es el mayor orgullo del pasado europeo: la mítica Roma pagana.

 

13)  Leyó, íntegramente, a todos los padres de esta corriente literaria: Walpole, Maturin, Beckford y Radcliffe.

 

14)  Independientemente de sus profundos conocimientos de mitología y de su admiración por todo lo pagano, él coincidió totalmente con la tesis expuesta en 1921 por Margaret Alice Murray en El culto de las brujas en la Europa occidental, donde defiende la tesis que el conflicto de las brujas europeas de los siglos XVI y XVII, fue la lucha entre el cristianismo oficial y la resistencia presentada por el culto pagano y, por tanto, genuinamente europeo, el cual se vio obligado a actuar en la más estricta clandestinidad.

 

15)  En la creación de lenguajes propios Howard y Tolkien siguieron su estela.

 

16)  Propio de todo mundo en decadencia aparecen las sectas, los ocultismos y los espiritismos de todo tipo. Contra todo ello reaccionará contundentemente Lovecraft. Él considerará (y no se equivocó), que todos estos elementos suelen ser los grandes aliados de toda gran guerra. Así consta en su revista Conservative, T. IV, 1918, en el artículo titulado Merlín redivivo.

 

17)  Azathoth, palabra compuesta y simbólica. Azoth, nombre empleado por los alquimistas medievales para designar el mercurio, que en su interpretación más baja equivaldría a lo terrestre, a lo impuro, a lo lunar y thoth, palabra que guarda claras semejanzas con el egipcio Thoth, contable universal y vinculado a lo lunar, o con el germánico Thor.

 

18)  Aquí hallaríamos títulos como: La declaración de Randolph Carter, El innombrable, En busca de la Ciudad del Sol poniente y La llave de plata.

 

19) También pueden tener una lectura simbólica otros cuentos que están fuera del ciclo de R. Carter, como: La nave blanca, La montaña de la locura, El barco misterioso, Celephais, La música de Erich Zann y La búsqueda de Iranon.

 

20) Bruno Cardeñosa, 100 enigmas del mundo, 2ª edición, Madrid, 2003.

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