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Identidad y Tradición

Apuntes sobre el Mitraísmo

Apuntes sobre el Mitraísmo

La historiografía utiliza el término de «cultos mistéricos» para todo el conjunto de formas religiosas que, procedentes de Oriente, irrumpen en el Imperio romano tardío. El engañoso término de cultos mistéricos podría hacernos pensar en una unidad interna de los mismos; nada más lejos de la realidad, poco tenían que ver entre sí los cultos a Attis, Cibeles, Serapis, Isis o Júpiter - Amón , pero si uno de ellos merece mención aparte es, sin duda, el culto a Mitra.

 

Es precisamente lo que le diferencia del resto lo que le hace interesante para nosotros y lo que motiva el sentido de este artículo: a diferencia del resto de divinidades «orientales» llegadas a la Urbs desde el cambio de Era, Mitra sólo tiene de «oriental» la procedencia geográfica: Persia, siendo una de las divinidades que los indoeuropeos de origen nordeuropeo (medos, persas, hindúes y mitanios) llevaron a Asia durante sus migraciones e invasiones de aquellas tierras. Divinidad indoeuropea que, como tal no podía ser extraña a los romanos, los que pronto la asimilaron con sus dioses solares; así Mitra no era uno más de los cultos de «religiosidad segunda» del Bajo imperio , sino que propuso una posibilidad de enderezamiento espiritual -siguiendo el concepto evoliano- en un momento en que la Tradición romana parecía haber entrado en una fase de crisis

.

Mitra y su ascesis son profundamente indoeuropeos :«Los misterios mitraicos nos llevan al seno de la gran tradición mágica occidental , a un mundo todo él de afirmaciones , todo de luz y de grandeza , de una espiritualidad que es realeza y de una realeza que es espiritualidad , a un mundo en el que todo lo que es huída de la realidad , ascesis , mortificación en humildad y devoción , pálida renuncia y abstracción contemplativa , no tienen ningún lugar . Es la vía de la acción de la potencia solar» (1).

 

 

 

MITRA : DEL MUNDO INDO-IRANIO A ROMA.

 

Mitra como divinidad ario-irania

 

Para determinar los orígenes de Mitra hay que remontarse a la religión preavéstica donde aparece junto a Varuna y Surya entre los dioses soberanos o de la primera función indoeuropea. Mitra preside las alianzas y asegura la soberanía de los persas en las tierras recientemente conquistadas, asegura también la feliz doma de animales (2). Es un dios común a los indo-arios de la India y Persia, pero entre estos últimos tiene una función más guerrera que entre los primeros. Su nombre significa a la vez «alianza» y «el amigo» (3) . Mitra aparece en el panteón de tres pueblos indoeuropeos étnicamente muy relacionados: indo-arios, iranios y mitanos, de los que todo hace pensar que se trató de una rama de los indo-arios que se desgajó hacia zonas más occidentales. Siempre aparece como divinidad de la primera función junto a Varuna con quien está en una relación de complementariedad, en todos los sentidos «si los principios conjuntos se consideran en su reciprocidad, el Dios manifestado es el poder masculino y la Divinidad no manifestada es el poder femenino, reserva inagotable de toda posibilidad incluida en la manifestación: es pues Mitra, quien fecunda a Varuna (PB XXX10,10)» (4).

 

Etimológicamente la raíz de su nombre sería la indoeuropea *mei/*moi- con la idea de intercambio, seguido del instrumental -tra. Ésta es al menos la opinión de Meillet y la que más consenso tiene entre los estudiosos. Así Mitra inicialmente habría sido el garante de los acuerdos, el orden del mundo y del orden social, en definitiva de la relación de los dioses con los hombres y de éstos entre ellos mismos. Mitra engloba los conceptos de amigo y de contrato, y, siguiendo a G Bonafonte la evolución conceptual habrá comenzado desde esa raíz *mei/* moi (intercambio)  -obligación mutua (por intercambio de bienes) -amigo, amistad - dios Mitra (5). Siendo el garante de la palabra dada, y, en definitiva, de las relaciones entre los dioses y los hombres y de éstos entre sí. Mitra es quien «sostiene el cielo y la tierra» (Rg Veda, 3, 59).

 

En el espacio temporal que va desde la época védica hasta la reforma zoroastriana, la figura de Mitra también experimentará ciertos cambios, más bien matices, en la naturaleza y función de su divinidad.

 

En el mundo védico, Mitra y Varuna son las dos caras complementarias (que no antitéticas) de la función soberana del panteón indoeuropeo, una relación semejante en el mundo latino sería la de Rómulo- Numa (6). El Mitra védico encarna los aspectos jurídico soberanos, luminosos, siendo un dios cercano al mundo y a los hombres «la función de este culto (el de Mitra) es por lo tanto la de orientar religiosamente y consolidar la cohesión familiar, de amistad, social y, por lo tanto, la red de relaciones interpersonales que constituyen el tejido constitutivo de la vida de una tribu, de un pueblo, de una etnia» (7). Por su parte, Varuna encarna el aspecto mágico, violento, invisible y lejano.

 

Para conocer la figura del Mitra del mundo iranio antiguo, tenemos una gran escasez de fuentes para el periodo más arcaico. Durante la predicación de Zaratustra , todos los dioses del panteón persa se subordinan a Ahura Mazda y, aunque el nombre de Mitra aparezca en el Avesta, donde se le dedica un himno , lo hace de forma casi ocasional , esto ha sido interpretado por los estudiosos como un «eclipse» de esta divinidad , «relegada» por Zaratustra a un papel secundario , aunque hay otro tipo de opiniones : «Los estudiosos occidentales han sacado la errónea conclusión de que Mitra había sido rechazado por Zaratustra sólo porque no es mencionado en los Gatha , como si Zaratustra no hubiese compuesto más que los himnos de fragmentario corpus que han llegado a nosotros» (8). Aparece en el décimo Yashts (cántico) del Avesta, y se enfatiza su aspecto guerrero, y su función de guardián de la moral (9).

 

A. Loisy confirma que el origen de Mitra se encuentra en la religión preavéstica , en la que es el mediador entre el mundo superior y luminoso donde impera Ahura Mazda y el inferior donde ejerce su influencia Arimán (10).En el Mitra -Yasht , un himno religioso en su honor fechado entre el siglo V y VI  a. C. aparece como el dios de la luz , de los guerreros , de los pactos y de la palabra dada, algo que protege muy especialmente y cuya alteración o incumplimiento queda determinado como un sacrilegio y una grave perturbación del orden social y cósmico. Está claramente relacionado con la luz y el sol. Es descrito como «el más victorioso de los dioses que marchan sobre esta tierra»,  «el más fuerte de los fuertes» y físicamente como «el dios de los cabellos blancos», siendo -como ya sabemos- muy frecuentes los elementos fenotípicamente nórdicos en las descripciones físicas de las divinidades indo-ario-persas.

 

Bajo el reinado de Aqueménida, es la divinidad principal con la diosa Anahita y Ahura Mazda, siendo al dios que invocan los reyes en sus testamentos y combates. La religión medo-persa no tenía imágenes, que llegaron con la helenización del Asia menor, a la divinidad que más afectó este proceso fue precisamente a Mitra, que desde estos momentos pasó a un primer plano. Además durante el Helenismo muchas divinidades son asimiladas a los dioses greco-latinos, Ahura Mazda lo será con Júpiter; Ahrimán se convertirá en Hades; mientras que Mitra, conservará su nombre, ya que no tiene correspondencia exacta con los dioses greco-latinos, y aunque durante el Helenismo es el segundo dios en importancia, sin duda es el más adorado.

 

F. Cumont pone de relieve la importancia y la admiración que se tuvo entre los griegos y los romanos hacia el Imperio aqueménida , y cómo muchas de sus instituciones fueron adoptadas por los emperadores romanos por ejemplo los amici Augusti, del mismo modo que llevar delante del César el fuego sagrado como emblema de la perennidad del poder (11) . Lo que ya es más difícil es seguir los caminos, bastante más ocultos, por los que se transmitieron las ideas de unos pueblos a otros. Parece cierto que  a comienzos de nuestra Era, determinadas concepciones mazdeas se habían difundido más allá de Asia. La conquista macedónica de Asia Menor puso a los griegos en contacto directo con el mazdeísmo y hubo un interés general entre los filósofos por su conocimiento. Así como la  «ciencia»  que se extendía entre las clases populares con el nombre de magia, tenía, como su propio nombre indica, en gran parte origen persa. Antes de la conquista de Asia por Roma, algunas instituciones persas ya habían hallado en el mundo greco-oriental imitadores y adeptos a sus creencias. Los más activos agentes de esta difusión parecen haber sido para el mazdeísmo -como, por otro lado también para el judaísmo -las colonias de fieles que habían emigrado lejos de la madre patria (12).

 

Aún así es conveniente recordar la opinión de Julius Evola respecto a la relación entre el culto de Mitra y la religión zoroástrica: «Emanación del antiguo mazdeísmo iránico, el mitraísmo retomaba el tema central de una lucha entre las potencias de la luz y las de las tinieblas y el mal. Podía tener también formas religiosas, exotéricas, pero su núcleo central estaba constituido por sus Misterios, o sea por una iniciación en el verdadero sentido. Ello constituía un límite, aunque así se hacía una forma tradicional más completa. Sucesivamente, se debía, sin embargo, asistir a una cada vez más decidida separación entre la religión y la iniciación» (13)

 

 

De Persia a Roma.

 

Fue F. Cumont el primero en afirmar la continuidad entre el Mitra iranio y el del culto de época romana, tesis admitida por la práctica totalidad de los estudiosos. S. Wikander negó esta identificación, pero su tesis es paradoxal e insostenible, otro en negarla más recientemente ha sido David Ulansey (14) en su libro, The Origins of the Mithraic Mysteries(15) quien centra exclusivamente su interpretación del mitraísmo como religión astrológica y la representación del Mitra tauróctono únicamente desde el punto de vista astrológico zodiacal, si bien los datos que aporta  sí son interesantes , la interpretación de fondo no deja de ser limitada por reduccionista.

 

En cuanto a la propagación propiamente dicha del mitraísmo en Occidente, data de la fecha de la anexión de Asia Menor y Siria. Y aunque parece haber existido ya en Roma , en la época de Pompeyo, una comunidad de adeptos, la auténtica difusión no comenzó hasta el tiempo de los Flavios, y fue cada vez más importante con los Antoninos y los Severos, para ser hasta finales del siglo IV el culto más importante del paganismo. Aunque hay que tener en cuenta que la influencia de Persia, no fue sólo religiosa, sobre todo desde el 88 d. C; con la llegada al poder de la dinastía Sasánida. En la propia corte de Diocleciano se adoptaron las genuflexiones ante el emperador, igualado a la divinidad. Así que la propagación de la religión mitraica, que siempre se proclamó orgullosamente persa, se vio acompañada de una influencia persa en la política, la cultura y el arte.

 

En cuanto al proceso concreto de llegada de Mitra desde Irán a la península itálica, tenemos una dramática ausencia de fuentes, dos líneas de Plutarco, y una referencia de un mediocre escolástico de Estancio, Lactancio Plácido. Ambos autores coinciden en situar en Asia Menor el origen de la religión irania que se difundió por Occidente, así el mitraísmo se había constituido, antes de que fuese descubierto por los romanos, en las monarquías anatólicas de épocas precedentes, allí llego en la época de dominio Aqueménida, donde los persas se convirtieron en la aristocracia dominante de Capadocia, Ponto o Armenia, y seguirían siendo los amos de la zona después de la muerte de Alejandro. Esta aristocracia militar y feudal propició a Mitríades Eupator, un buen número de oficiales que ayudaron a desafiar a Roma y a defender la independencia de Armenia. Estos guerreros adoraban a Mitra como genio militar de sus ejércitos, y es por esto por lo que siguió siendo siempre, incluso en el mundo latino, el dios «invencible», tutelar de los ejércitos y honrado, sobre todo, por los soldados. 

 

 

Paralelamente a esta nobleza, otra clase también persa se había establecido en Asia Menor, los «magos» estaban diseminados por todo el Levante y conservaron escrupulosamente sus ritos. Sería el máximo fundamento de la grandeza de los misterios de Mitra.

 

La religión mazdeísta fue a los ojos de los griegos puramente bárbara y no tuvo ningún eco entre los helenos, como sí pudo tener el culto de Isis y Serapis, los griegos jamás aceptaron una divinidad que viniera de sus eternos enemigos. Mitra pasó directamente al mundo latino, además la transmisión fue de una rapidez fulminante, pues los romanos nada más conocer la doctrina de los mazdeos, la adoptaron con entusiasmo. Y llevado hacia fines del siglo I por los soldados a todas las fronteras, el culto de Mitra llegó al Danubio, al Rin, Britania, fronteras del Sáhara y valles de Asturias. Mitra conquistó pronto el favor de los altos funcionarios y del propio emperador. A finales del siglo II, Cómodo se hizo iniciar en los misterios, cien años después su poder era tal que eclipsó a todos sus rivales en Occidente y en Oriente. En 307 Diocleciano, Galeno y Licio le consagraron como protector del Imperio, fautori Imperio sui.

 

 

MISTERIA MITRAE

 

Los mitreos

 

El de Mitra es un culto totalmente mistérico que celebraban los iniciados para sí. Las cofradías mitraicas admitían solamente a hombres. El primitivo lugar de adoración de Mitra debieron ser las grutas de las montañas, especie de cavernas, en la época que nos ocupa, eran ya los mitreos que consistían en una pequeña capilla, pero, en definitiva seguían siendo grutas, a los que los iniciados se referían como specus. La distribución de la nave parece un comedor, pues el rito principal consistía en una comida para los iniciados, «en efecto, el Mithraeum no es, como el templo greco-romano, la casa de dios, sino un lugar de comunión entre los hombres y los dioses» (16). Había en los mitreos una mesa de piedra en la que estaba representado Mitra matando al toro, montado sobre un eje y esculpida a ambos lados, donde se combinaban imágenes del sol. Este pequeño santuario representaba el mundo, además toda su decoración tenía un alto contenido simbólico, aunque difícil de interpretar por la ausencia de textos contemporáneos. El Mitra tauróctono representa el sacrificio del toro, el tauribolio, como principio de la vida bienaventurada prometida al iniciado.

 

El acceso al mitreo era por una sola puerta, para descender algunos escalones, la capacidad no excedía las 100-120 personas, el lugar sagrado estaba reservado a los iniciados, el resto estaba en salas adyacentes. La disposición interna es constante, la imagen de Mitra está siempre en el centro o en la pared del fondo y en las escenas representadas aparece matando al toro y rodeado de los dadóforos, bien visible está el altar o la mesa sobre las que se apoyan las ofrendas y los alimentos, a los lados los bancos para los sacerdotes, destacando siempre el podium para el pater que preside la asamblea. En el mitreo no hay ventanas, y, al ser las reuniones nocturnas, la luz constituía un elemento de suma importancia, siendo el reclamo al Sol. En el ingreso al mitreo había un zodiaco, representando al universo, en el centro se reúne y canta la comunidad iniciática, reforzando la solidaridad fraterna del grupo.

 

El culto a Mitra conocía la semana con consagración de los siete días a las siete esferas planetarias, santificándose especialmente el primer día dedicado al Sol. Había también fiestas estacionales, se cree que tuvo cierta importancia la del equinoccio de primavera, común a otras iniciaciones, pero sin duda la más importante fue la de la Natividad del Sol, fiesta del Sol Invictus, que se celebraba, coincidiendo con el solsticio de invierno, el 25 de Diciembre. Mitra nace entre un buey y una mula en una gruta, con dos pastores de testigos: Cautes y Cautópates, Cautes tiene una antorcha encendida hacia arriba (el día), Cautópates tiene una antorcha encendida hacia abajo (la noche).

 

 

 

Los grados iniciáticos

 

La religión de Mitra no era un conocimiento sagrado escrito y codificado, que se podía aprender leyendo, la verdad sobre la que se sustenta, la base de sus misterios, son transmitidos de boca a oído entre los fieles y adeptos de las distintas jerarquías internas.

 

Siete eran los grados por los que debía de pasar un iniciado que pretendiera llegar al grado supremo: el cuervo, el oculto, el soldado, el león, el persa, el mensajero del Sol, y el padre. Se piensa que se determinaron según los siete planetas y son las siete esferas planetarias que el alma tendría que atravesar hasta llegar a la morada de los bienaventurados. No ajeno a este concepto es la expresión aún hoy coloquial de «llegar al séptimo cielo», para hacerlo el iniciado mitraísta tenía que atravesar siete puertas anteriores:

 

La primera es de plomo y frente a Saturno, debe despojarse del peso del cuerpo y de su vinculación a la vida y la tierra.

 

Venus le espera en la segunda, hecha de estaño, y le exige el abandono de la belleza física y del placer sexual.

 

En la siguiente puerta, que es de bronce, se encontrará con Júpiter ante el que tendrá que despojarse de la seguridad personal y la confianza en sí mismo y su pequeño yo.

 

La cuarta es de hierro y Mercurio es quien la custodia, ya no sirven ni inteligencia ni cultura, tampoco la antorcha luminosa ilumina nada ante la verdadera luz que es dios.

 

Frente a la puerta de Marte - de bronce y hierro -  nada puede hacer la espada que es sustituida por la fuerza divina.

 

La Luna vela la puerta de plata donde se dejan orgullo, ambiciones y amor a sí mismo, amor que sólo merece dios.

 

La última puerta es de oro y la cuida el Sol, quién tiende la mano al adepto pidiéndose un último gesto, ir más allá de sí mismo aceptando la mano que el propio Sol le está ofreciendo .

 

También, cada uno de los siete grados estaba influenciado por una diferente esfera planetaria:

 

korax  (cuervo)                                      Mercurio

 

nymphus                                              Venus

 

miles (soldado)                                        Marte

 

leo (león)                                              Júpiter

 

perses (persa)                                      Luna

 

Heliodromus                                          Sol

 

Pater                                                    Saturno (17)

 

 

Según Porcino (18) los cuervos serían una especie de auxiliares de los misterios, puede que en algún tiempo fuesen niños.

 

Este primer grado toma su nombre del animal que en la tauroctonía lleva a Mitra el mensaje de dios en el que le ordena matar al toro. Así el iniciado que tiene este grado, protegido por Mercurio, «es portador de mensajes» (19). Téngase presente también la relación entre las aves y el «lenguaje simbólico». Según los restos que nos han llegado, especialmente del mitreo de Capua, sabemos que viste una capa blanca con bandas rojas. En las ceremonias tiene la función de servir los alimentos que él no puede probar, el sentido es desposeer al iniciado de primer grado de los restos de ego profano.

 

El segundo grado tiene dos nombres, el de cryphius y el de nimphos. El primero (el oculto) ha sido relacionado con el hecho de que permanece escondido, no aparece en los bajorrelieves, sólo se les mostraba una vez y parece que era una ceremonia especialmente solemne. Puede que primitivamente fueran adolescentes, antes de llegar a soldados, que vivían en un régimen de separación especial. Pero realmente si hay presencia de este grado en los restos arqueológicos, con lo que habrá que centrarse en su segundo nombre nimphus o nymphos para darle una interpretación correcta. Así mismo, nymphos puede tener dos significados, el de esposo o mejor prometido, que lo relacionaría con Venus, su esfera protectora, y el Amor (en sentido iniciático) que debe tener hacia Mitra. También puede significar ninfa-crisálida, haciéndose referencia a una especie de proceso metamórfico en el que « de gusano»  (= el ser ligado a lo terreno, a las pasiones y a los instintos), pasa al estado de «crisálida» (=el huevo, el estado de clausura de aislamiento y de preparación), para propiciar el nacimiento de esa abeja o «mariposa» (=la capacidad en acto del alma de alzar el vuelo, de desvincularse de las ataduras terrenas)» (20). En este grado viste un velo amarillo sobre su rostro -de ahí lo de oculto -y tiene como atributo una lámpara, símbolo de la luz  necesaria para la consagración de este grado,

 

El soldado, es un iniciado propiamente dicho. En la Antigüedad ya guerreros plenamente dedicados al combate y a la caza. Su iniciación era una especie de bautismo, con la imposición de una marca en la frente, similar al cristiano. Sus símbolos son la espada y la corona. Corona que, simbolizando el poder, se le ofrece y debe rechazar al grito de «Mitra es mi corona ». En los mitreos de Capua y Ostia aparece con una capa ornada en púrpura y un gorro frigio. Su misión es garantizar la justicia y el orden. En los ritos de iniciación es el «liberador» y en las asambleas el encargado de mantener el orden.

 

En la exaltación al grado de los leones, se vierte miel en vez de agua, sobre sus manos y se les invita a conservarlas puras de todo mal, mala acción y de toda mancha, también con la miel se les purifica la lengua de toda falta. La miel tiene una gran importancia en la tradición persa, se cree que es una sustancia celestial, llegada de la luna, es superior al agua en su virtud, y comparable desde el punto de vista místico al brebaje sagrado del haoma. En los restos arqueológicos aparece con una toga roja y un manto rojo, en algunas ocasiones con remates amarillos. Es importante hacer notar que, a diferencia de los grados inferiores, es ahora -como leo- cuando el adepto recibe un nuevo nombre. Para este grado -protegido por Júpiter-  su atributo simbólico es el rayo, símbolo presente en varias tradiciones indoeuropeas: Zeus, Odín, Indra y Varuna también lo tienen como iconografía propia. El rayo, símbolo de la luz y potencia, estaría aludiendo a una experiencia de iluminación interior, el paso a un estado superior de conciencia.

 

El nombre del persa, es una clara referencia a la patria de origen del dios Mitra. También se usa la miel en su consagración, pero con un simbolismo diferente, «es considerado como el guardián de los frutos en amplio sentido (incluidos los cereales) y en la Antigüedad la miel usada de azúcar fue símbolo de conservación» (21). En cierta medida representaría a Mitra en su relación con la vegetación y la fecundidad de la tierra.

 

Sin embargo mucho más interesante nos parece la interpelación de este grado y su relación con la Luna que hace Stefano Arcella en su libro, I Misteri del Sole, aplicando criterios tradicionales y evolianos donde otros autores positivistas se limitan a criterios racionalistas, arqueológicos e incluso artísticos con los que es imposible penetrar y descifrar el mito. Para Arcella la Luna sería su numen titular, al ser el astro que da luz durante la noche, leído interior y simbólicamente, se estaría dando a entender que el iniciado-durante esta fase- tendría que sumergirse en su propio mundo interior «sin luz»  -asimilado con la noche- tomar conciencia de él y ser capaz de dominarlo, ese viaje nocturno sólo podría hacerse bajo la protección de la Luna que ilumina las tinieblas. Así -intuye el autor italiano -habría que pensar que la iniciación de este grado sería durante la noche, y, posiblemente, las pruebas consistieran en cumplir determinadas encomiendas aun a pesar de la nocturnidad y la oscuridad, es decir «venciendo la noche». En las ceremonias del culto llevaba el traje persa y el gorro frigio que también llevaba Mitra.

 

Heliodromus es el corredor del Sol, Arcella también lo califica como «la puerta del Cielo». Se asimila al Sol, pues no corre delante del Sol, sino que sube con él en un carro, es el grado anterior al supremo, y se muestra al adepto sobre el carro del cielo, adonde le basta penetrar con Mitra para alcanzar la esfera de la divinidad. «Heliodromus está subordinado al Pater, como el Sol lo está a Mitra, verdadero Sol Invictus» (22).Viste túnica roja con cinturón amarillo y se le representa con una antorcha encendida. En este grado se le vuelve a ofrecer la corona -rechazada anteriormente-y esta vez la asume, porque ahora la corona no está simbolizado el  poder mundano sino que es la corona-rayo que simboliza los rayos solares y significa la apertura del iniciado a la Luz del Sol espiritual. La corona tiene siete rayos, cifra presente en varias tradiciones, por lo menos desde el Pitagorismo, según el cual cada planeta irradia una propia vibración sonora, siete son los planetas a los que están ligados los adeptos mitraicos, así como siete son los días de la semana. Sin duda el requisito para llegar a Heliodromus era ser capaz de dominar los impulsos concupiscibles e irascibles del alma «La iniciación al grado de Heliodromos sucedía, verosímilmente, cuando cantaba el gallo, a la primera luz del alba, ya que el iniciado debía entrar en sintonía con el sentido anímico de abrirse a la luz» (23). Durante los banquetes guía a los comensales y hace los honores de la casa.

 

El padre es el grado supremo, su dignidad corresponde a la de Mitra en el cielo. Son los perfectos iniciados que participan plenamente de Mitra. A su cabeza está el padre de los padres (24). Cumbre de la jerarquía, lleva un gorro frigio ornado con perlas y un manto púrpura sobre una túnica roja con bandas amarillas, lleva un anillo y en la mano derecha el bastón que simboliza mando y poder. Es el guía de la comunidad. Entre sus atributos estaba la hoz. El cetro del mago y el gorro de persa. En un mitreo encontrado en Mesopotamia los padres estaban representados con hábitos persas, sentados en tronos, el cetro del mago en la mano derecha y en la izquierda un pergamino, que simboliza su conocimiento de los textos rituales y su significado religioso. Eso, y la elección del vocablo Pater los relaciona con la tradición jurídica y religiosa romana, de la misma estirpe que la indo-aria.

 

Lejos de considerar el paso por los diferentes grados iniciáticos como una convención o algo parecido a una representación teatral para adeptos, hay que reflexionar sobre las indicaciones que, al respecto, da Evola: «Existe un nivel en el que resulta por evidencia inmediata que los mitos misteriosóficos son, esencialmente, transcripciones alusivas de una serie de estados de conciencia a lo largo de la autorrealización. Las diferentes gestas y las varias vivencias de los héroes míticos no son ficciones poéticas, sino realidades- son actos bien determinados del ser interior que relampaguean uniformemente en cualquiera que quiere avanzar en la dirección de la iniciación, esto es, en la dirección, de un cumplimiento más allá del estado humano de existencia» (25).

 

 

 

Iniciaciones y celebraciones.

 

Aunque se ignora cuál era el ritual de las iniciaciones, se sabe que entre las condiciones preliminares de admisibilidad a los distintos grados había «pruebas» bastante duras y que incluso el ritual de las iniciaciones, sobre todo para el soldado, mantenía cuanto menos un simulacro de luchas y peligros. A juzgar por los restos encontrados en los mitreos los sacrificios de animales debían ser numerosos.

 

Además existía la oblación del pan del brebaje sagrado, imitado luego por los cristianos, y en esta «comunión» se repetían las palabras «éste es mi cuerpo» y «ésta es mi sangre», pues representaban la sustancia del toro mítico y divino que era Mitra, entendido como Ser supremo. El líquido que se servía pudo ser agua o en ocasiones vino, aunque en su inicio era ahoma (el soma de la India védica), que se mantuvo en el ritual ascético, pero ante la imposibilidad de obtener la planta sagrada, se sustituyó el líquido aunque no el significado.

 

Las imágenes que tenemos de escenas iniciáticas corresponden a los frescos del mitreo de Capua, en todas vemos características comunes: el iniciado desnudo, vendado y/o arrodillado; el oficiante poniéndole una túnica blanca, el pater con un gorro y una capa roja.

 

En otro mitreo cercano a Roma, se han encontrado dos series de representaciones que corresponden a las procesiones de los leones; la primera serie está fechada en 202, en ambas los iniciados de cuarto grado, aparecen desfilando ante el Pater, al que le ofrecen algunos dones. En estos tipos de ritos mitraicos dos elementos son constantes y tienen una importante función simbólica; el incienso; común a varias tradiciones espirituales, siempre con un sentido de purificación; y el fuego , como símbolo de luz y vida, doblemente como símbolo de sacralidad solar, y como símbolo de la «cadena» que forman los iniciados en los misterios mitraicos, que-cada uno de ellos individualmente -una vez establecido el contacto con esa Luz son capaces de transformar y dominar su elemento telúrico- lunar- taurino, otro de los significados -y no el menos importante del simbolismo de la tauroctonía mitraica.

 

La comida sagrada, otra celebración importante para la comunidad mitraica, simbolizaba el encuentro entre Mitra y el Sol. El pan consagrado remitía a la unión mística del grupo que, ingiriéndolo se apropiaba de una determinada energía, que les transmutaba en algo diferente (el paralelismo con la eucaristía cristiana es más que evidente). También se consagraba el vino, que en el mitraísmo romano había sustituido definitivamente al ahoma iranio, que ya nadie sabía cómo lograr preparar. Para S. Arcella cabría otra lectura de este banquete: «...inherente a la realización individual: una vez vencida, sacrificada y transformada la propia componente "taurina", el iniciado se encuentra y se reúne con su Principio solar (en el símbolo: el banquete entre Mitra y el Sol): utiliza toda la energía de la naturaleza inferior, a favor de un empuje ascendente y de una estabilidad en la realización espiritual» (26).

 

En cuanto al aspecto de la autorrealización individual , y de la posibilidad de potenciar determinadas facultades innatas en sentido de lograr una identificación ontológica con la divinidad, tenemos pruebas documentales en el llamado Ritual Mitraico del Gran Papiro Mágico de París, en el que se habla claramente de un rito no comunitario sino individual, en el que el iniciado a los «misterios mayores»  -es decir grados superiores- entra en disposición de lograr un contacto unificador con el dios, venciendo el elemento «taurino-telúrico» y lo hace con la pronunciación de nuevo logos, que cada uno de ellos abre sucesivas puertas sutiles, produciéndose los correspondientes saltos de calidad ontológica . Estos logos serían parte de la técnica tradicional de la sonoridad ritual capaz de dar vibraciones «sutiles» que producen cambios a nivel interno y externo, es el mantra hindú.

 

 

Iconografía

 

Mitra nace de una piedra, y siempre -desde el momento de su nacimiento -es representado con un puñal en la mano derecha y una antorcha en la izquierda, los cabellos en forma de rayos solares. También existe otra versión menos extendida en la que el dios nace de un árbol o de la parte inferior del «huevo cósmico». La lectura desde el simbolismo tradicional infiere que el nacimiento de una roca alude a la materialidad que encierra un elemento luminoso y vivificar, que ahora -con el nacimiento- es capaz de regenerar su naturaleza anterior, si Mitra nace de la piedra, su cuerpo es el templo -no la cárcel- de su espíritu desde el cual puede manifestar todo su poder y luminosidad «la organización corpórea es el signo de un cierto núcleo de potencia cualificada, y la iniciación mágica no consiste en disolver tal núcleo en la indistinta fluctuación de la vida universal, al contrario, en potenciarlo, en integrarlo, en llevarlo no hacia atrás, sino adelante» (27) la piedra sería también símbolo de la incorruptibilidad, «estaríamos tentados de establecer una analogía entre esta génesis de Mitra y un tema del ciclo artúrico, en el que figura una espada que hay que extraer de una piedra que flota sobre las aguas» (28). El nacimiento de un árbol podría tener el mismo significado, el de la potencial sacralidad de la naturaleza, pero también podría relacionarse con la imagen del árbol como guardián y fuente de la sabiduría eterna, en paralelo con el caso de Wotan y el Yggdrasil. El nacimiento desde el Huevo Cósmico, símbolo de la potencialidad que origina la Manifestación Universal, remite a la fuerza espiritual parte de esta manifestación.

 

En varias escenas de su nacimiento, vemos que Mitra está acompañado por un grupo de pastores, interpretados por Evola como ciertas «superiores presencias espirituales » que ayudan en el nacimiento iniciático (29). En otras tantas, vemos que en su nacimiento,  Mitra está acompañado de dos personajes: Cautes y Cautópates, el primero, Cautes, lleva una antorcha con el fuego hacia arriba, representa la luz del Sol ascendiente, del día que crece: del solsticio de invierno al solsticio de verano, también el amanecer; la antorcha de Cautópates está hacia abajo representando la luz del Sol que decrece: del solsticio de verano al solsticio de invierno, también el atardecer.

 

 

Ética mitraica. La dexiosis.

 

F. Cumont se pregunta el porqué del éxito del mitraísmo. Según él esta religión, la última de las orientales en llegar a Roma, aporta una nueva idea: el dualismo. Se identificó el principio del Mal, rival del dios supremo; con este sistema, que proporcionaba una solución simple al problema de la existencia del mal-escollo para tantas teologías- sedujo tanto a mentes cultas como a las masas. Pero esta concepción dualista, no basta para que la gente se convirtiera a la nueva religión, además el mitraísmo ofrecía razones para creer, motivos para actuar y temas de esperanza, esta religión fue el fundamento de una ética y una moral muy eficaz y concreta, esto fue lo que en la sociedad romana de los siglos I y III, llena de insatisfechas aspiraciones hacia una justicia y una ética más perfecta, garantizó el éxito de los misterios mitraicos. Según el emperador Juliano, Mitra daba a sus iniciados entolai o mandamientos y recompensas en éste y en el otro mundo a su fiel cumplimento. Y así el mazdeísmo trajo una satisfacción largo tiempo esperada y los latinos vieron en ella una religión con eficacia práctica y que imponía unas reglas de conducta a los individuos que contribuían al bien del Estado.

 

Mitra, antiguo genio de la luz, se convirtió en el zoroastrismo y continuó siéndolo en Occidente, en el dios de la verdad y de la justicia. Fue siempre el dios de la palabra dada y que asegura estrictamente el cumplimiento de los acuerdos y pactos. En su culto, se exaltaba, la lealtad y sin duda se buscaba inspirar sentimientos muy similares a los de la moderna noción de honor. También se predicaba el respeto a la autoridad y la fraternidad, al considerarse los iniciados como hijos de un mismo padre, pero a diferencia de la «fraternidad cristiana» basada en la compasión o en la mansedumbre, la fraternidad de estos iniciados, que tomaban el nombre de soldados era más afín a la camaradería de un regimiento, y se basaba en aspectos viriles y guerreros.

 

En la religión de Mitra tiene gran importancia la lucha y la acción, es loable la resistencia a la sensualidad y la búsqueda de la virtud, pero para llegar a la pureza espiritual, hace falta algo más, es la lucha constante contra la obra del espíritu infernal, sus creaciones demoníacas salen constantemente de los abismos para errar por la superficie de la Tierra, se meten por todas partes y llevan la corrupción, la miseria y la muerte. Los guías celestiales y guardianes de la piedad deben impedir que triunfen. La lucha es continua y se refleja en el corazón y la conciencia del hombre, miniatura del universo, entre la divina ley del poder y las sugestiones de los espíritus perfectos. La vida es una guerra sin cuartel, una continua lucha. Los mitraístas no se perdían en misticismos contemplativos, su moral agonal, favorecía sobre todo la acción y en una época de anarquía y desconcierto los iniciados hallaban en sus preceptos un estímulo en consuelo y orgullo. El cielo se merece, se gana en la guerra, el mismo concepto lo tenemos en otro extremo del mundo indoeuropeo, entre los vikingos y su idea del Walhalla, como morada de los guerreros.

 

El italiano Tullio Ossana dedica la mayor parte de su libro La stretta di mano . Il contenuto etico della Religione di Mitra, -tras la correspondiente explicación de orígenes, difusión, estructura interna y ritos- precisamente a ese rasgo tan propio de la religión mitraica, sin duda una de sus principales activos a la hora de ganar adhesiones, que fue la elaboración de una ética propia de raíz guerrera. Esta ética tendría tres objetivos:

 

- Hacer del hombre un hombre consciente, maduro, comprometido, por lo tanto capaz de actuar según sus capacidades y de poner su vida en acción.

 

- El segundo objetivo sería entrar en armonía en el Cosmos y cumplir su gran misión de ser intermediario entre dioses y hombres, entre hombres y la creación.

 

-Ser parte del plan de Mitra, revelado a el por el Sol. Representar el orden divino allí donde esté presente, con las implicaciones escatológicas y de ultratumba que ello implicaría.

 

Habría, según F. Cumont (30) una especie de decálogo que la religión mitraíca trazaría para que cada uno de sus adeptos fuese capaz de llegar a cumplir los tres objetivos mencionados. Cumont no llega a explicitar dicho decálogo, pero Tulio Ossana sí que nos da pistas para poder hacernos una certera idea de en qué podría haber consistido.

 

-Ética de la luz. Indicando el aporte de la inteligencia a la acción, la sabiduría en toda realización y la fidelidad a la verdad y a la palabra dada.

 

 

- Ética de la espada, como símbolo trascendente de la fuerza física, de la que queda excluido su uso prepotente e irracional.

 

-Ética de la transformación -preferimos este término al de «progreso» utilizado por T. Ossana-. En la acción de Mitra y sus iniciados existe una evidente transformación cuyo objetivo final es la transformación y la gloria.

 

-Ética de la amistad. Que liga a los adeptos con Mitra -el amigo- y a los adeptos entre sí en una fraternidad guerrera: la militia Mithrae.

 

Ética del servicio. Mitra, ejemplo de sus adeptos, pone su superioridad al servicio de la lucha por el bien y el orden. Rechazando cualquier pasividad (auto)-contemplativa.

 

Ética de la salvación. El fiel, salvado por el conocimiento de Mitra, se empeña en la salvación de sus hermanos, como éstos debe entenderse sólo a los miembros de la militia Mithrae.

 

Ética de la acción. La ética mitraica despierta al hombre a la acción, que estará en relación con sus capacidades interiores innatas que ahora debe poner a actuar.

 

Ética de la lucha contra el mal. Recordemos la visión dualista del mitraismo y su implícita obligatoriedad para luchar activa y firmemente frente al mal representado por Ahrimán.

 

Ética de la jerarquía-también aquí preferimos este término que los utilizados por T Ossana: orden y obediencia-. Evidentemente se refiere a la obediencia de los grados inferiores hacia los superiores.

 

Si hay un gesto que resume visualmente todo el contenido ético del que estamos hablando es la destrarum iunctio o dexiosis que convierte a los mitraístas en syndexioi (literalmente «unidos por la mano derecha»). En las civilizaciones arcaicas la mano se considera como un centro de potencia y un punto de focalización de energía (31), especialmente la derecha se ha relacionado con las capacidades creativas y guerreras del hombre. En el zazen la derecha es considerada la mano masculina o yang, en el típico mudra que se utiliza durante la meditación, ésta protege a la izquierda considerada como la femenina o yin. Así el gesto de unir las manos derechas alude tanto a la comunidad de camaradería que era la milicia mitraica como al hecho de abrir circuitos sutiles de energía que circularían entre todos los miembros de la misma, no lejano es el simbolismo de la cadena de algunas sociedades medievales iniciáticas e incorporado-una vez «desactivado» como es típico de esta institución-por la masonería.

 

Siguiendo estos preceptos éticos el adepto mitraista alcanzaba una serie de virtudes que, al parecer realmente, fueron características propias de los miembros de la militia mitraica a lo largo de su existencia: coherencia interna y externa, fidelidad, disponibilidad, coraje, humildad y alegría, entendida como plenitud. Lo que ayudó mucho a que las autoridades romanas vieran en el mitraísmo una religión que aportaba buenos ciudadanos siempre dispuestos a la defensa del Imperio.

 

El dualismo también condicionó las creencias escatológicas de los mitraístas. La oposición entre cielo e infierno continuaba en la existencia de ultratumba. Mitra también es el antagonista de los poderes infernales y asegura la salvación de sus protegidos en el más allá. Según el profesor Gonzalo Fernández de Córdoba, el alma se someterá a un juicio presidido por Mitra si sus méritos pasados en la balanza del dios, son mayores que los fallos, él lo defenderá frente a los agentes de Ahrimán, que tratarán de llevarla a los abismos infernales. Las almas de los justos se van a habitar a la Luz infinita, que se extiende por encima de las estrellas, se despojan de toda sensualidad y codicia al pasar a través de las esferas planetarias y de este modo se convierten en tan puras como las de los dioses, que serán, en adelante, sus compañeros. Al final de los tiempos, resucitará a todos los hombres y dará a los buenos un maravilloso brebaje que les garantizará la inmortalidad definitiva, mientras que los malos serán aniquilados por el fuego junto al propio Ahrimán.

 

El mitraísmo fue el culto mistérico que ofreció un sistema más rico, fue el que alcanzó una mayor elevación espiritual y ética, ninguno de ellos atrajo tantas mentes ni tantos corazones. El mazdeísmo mitráico fue una especie de religión de Estado del Imperio romano en el siglo III, de ahí la conocida frase de Renán: «si el cristianismo se hubiese detenido en su crecimiento por alguna enfermedad mortal, el mundo hubiera sido mitraísta».

 

 

 

EL MITRAÍSMO EN EL IMPERIO ROMANO.

 

Expansión y relación con el poder.

 

Es en el siglo I d. C. cuando el mitraísmo se instala en la Urbs romana, desde un primer momento, lo hace en círculos cercanos al imperial. La representación más antigua del dios sacrificando al toro data del año 102 bajo el reinado de Trajano. Fuera del Lacio es Etruria meridional la zona con mayor número de mitreos, siendo Campania y la Cisalpina dos importantes zonas de penetración.

 

La difusión del rito mitraísta se manifiesta en Retia y especialmente en Nórica. En el reinado de Adriano, poco antes de 130, llega a Germania, y con Antonino Pío hasta la Panonia. Desde la época de Marco Aurelio hasta los Severos -es decir entre 161-235- los santuarios se suceden a ambos lados del Rin y en las provincias danubianas, siendo también frecuentes en Tracia y Dalmacia, mucho menos en Macedonia y Grecia, donde solo tenemos noticia de un mitreo cercano a Eleusis que había sido consagrado por legionarios claramente itálicos. El Asia helenizada fue muy refractaria a este culto. Por el contrario sí hay constatación de templos consagrados a Mitra en Capadocia, en el Ponto, en Frigia, en Lidia y en Cilicia, cerca del mar Negro hay restos arqueológicos en Crimea, donde habría penetrado desde Trevisonda. También se han encontrado en Siria y en el Eúfrates, casi siempre relacionados con campamentos de legionarios, lo mismo que en Egipto.

 

A finales del siglo II su culto alcanza la cúpula de la jerarquía militar imperial e incluso hay emperadores que se hacen iniciar en estos misterios. El caso de Nerón es aún dudoso, M. Yourcenar en sus célebres Memorias de Adriano, da el dato de este emperador hispano, pero del primer emperador que hay constancia cierta es de Cómodo que habilitó una dependencia subterránea de la residencia imperial de Ostia para la práctica de este culto. También es claro el caso de Séptimo Severo, por el contrario, el emperador oriental y orientalizante Caracalla tuvo como dios a Serapis. La primera mención clara, pública y oficial en la que Galeno, Diocleciano y Licinio, en 307 califican al dios de fautor imperii sui (protector de su poder), el primero de ellos fue, sin duda, adepto al culto de Mitra. Mucho se ha dicho, en este sentido, sobre Juliano el Apóstata, aunque la única prueba concreta de la que se tiene constancia es la mención a Mitra en su Banquete de los Césares, emperador que ha pasado a la historia con el sobrenombre despectivo del Apóstata, aunque otros, con mejor criterio se refieren a Juliano Flavio, como Juliano Emperador (32), «porque en rigor si alguien debe ser llamado "apóstata" debería ser el caso de los que abandonaron las tradiciones sacras y los cultos hacedores del alma y la grandeza de la Roma antigua(...) no debería ser, por el contrario, el caso de quien tuvo el coraje de ser tradicional y de intentar reafirmar el ideal "solar" y sacro del Imperio, como fue el intento de Juliano Flavio» (33).

 

Mitra tuvo numerosos fieles en el orden senatorial de la Urbs. El medio urbano es, a lo largo y  ancho de todo el Imperio, el más propicio para el culto mitraico y donde se encuentra a sus seguidores y adeptos, el medio rural, mucho más conservador, lo rechazó claramente, como posteriormente haría con el cristianismo (34). Socialmente vemos que está presente «en su fase más antigua, entre siervos y libertos, posteriormente, en el curso del siglo II, en el estamento militar. Se difunde, a lo largo del siglo III, en el ordo equester y en el siglo IV en el senatorial»(35). El hecho de que al principio fueran siervos y libertos habla claramente de la gran tolerancia religiosa del mundo romano y de sus clases dirigentes, otro ejemplo curioso es que está datada la existencia de un pater mitraísta que a la vez era sacerdos de la domus Augusta, evidenciando la postura oficial de tolerancia y reconocimiento hacia el culto mitraico. En general las inscripciones del siglo III-IV revelan la gran importancia que tuvo el componente militar en la composición de los adeptos de Mitra y en su difusión por el Imperio.

 

 

 

El culto a Mitra en Hispania

 

En cuanto a la presencia del mitraismo en la península ibérica, según García y Bellido es, de los cultos mistéricos practicados en la Antigüedad, el que menos representado está arqueológicamente. Hispania es el país de Europa occidental más pobre en restos mitraicos. La explicación es bastante sencilla, el culto a Mitra estuvo íntimamente relacionado con el movimiento y el asentamiento de las legiones, e Hispania en los siglos II y III, época de expansión y culto, vive una existencia bastante pacífica y al margen del movimiento de tropas, tan frecuente en otras partes del Imperio, y por tanto al margen de las vías de penetración del mitraísmo (36).

 

Testimonios arqueológicos de presencia mitraica hay en las antiguas tres provincias de la Hispania de época imperial, siempre en zonas periféricas de la Meseta. En el Tarraconense hay ejemplos en sus dos extremos: la zona noroeste y el territorio astur y centros urbanos del litoral mediterráneo, como Barcino, Tarraco, Cabrera del Mar y, en la Comunidad de Valencia hay atestiguada una inscripción encontrada en 1922, en la localidad de Benifayó, en un lugar donde se han encontrado varios restos romanos. El epígrafe allí encontrado, tiene 65 cm de altura y se conserva en el Museo Provincial de Valencia. El texto dice:

 

                    Invicto/Mithrae/Lucanus/Ser(vus)

 

En Lusitania los restos arqueológicos están esparcidos por todo el territorio, pero indudablemente el centro principal e irradiador del mitraísmo estuvo en Emerita Augusta. Para la Bética la zona de hallazgos corresponde a la zona interior: Itálica, Corduba, Munda e Igagrum (actual Capra), donde se encontró una gran estatua de Mitra tauróctono, con Mitra vestido con pantalón persa, túnica con mangas y gorro frigio (37), exceptuando algún dato en la ciudad portuaria de Malaca.

 

 

«En general, el material que disponemos, procede de capitales de provincias, conventus, de colonias y municipios, es decir de zonas fuertemente romanizadas, donde hubo arraigo municipal. Fueron al mismo tiempo ciudades portuarias, administrativas o militares, asiento de soldados y comerciantes que transportaron el culto en su bagaje» (38). Siendo indudablemente el elemento militar el numéricamente más importante entre los adeptos al mitraísmo y el que ejerce principalmente la función de difusor por el territorio hispano. Otra vía fueron los comerciantes llegados a puertos del Mediterráneo hispánico.

 

 

 

 

FINAL Y PERVIVENCIAS DE UN CULTO GUERRERO

 

El fin del mitraísmo.

 

Al no incluir mujeres entre sus adeptos el mitraísmo limitó su campo de crecimiento y se encontró en desventaja frente a otros cultos como por ejemplo el cristianismo. Su segundo problema fue que siempre conservó la «marca persa» y Persia nunca se integró en el imperio, siendo por el contrario, enemigo hereditario y amenaza constante.

 

Constantino, el primer emperador cristiano, manifestó una particular hostilidad hacia el mitraísmo, así en 324 prohibió expresamente el sacrificio a «ídolos» y la celebración de cultos mistéricos. El rito mitraico tenía circunstancias agravantes: el sacrificio terminaba con un banquete con el dios y los emperadores cristianos tenían presentes las palabras de Pablo en su I carta a los corintios: «No quiero que entréis en comunión con los demonios». La legislación se hace más dura en el siglo IV  cuando se prohíbe cualquier sacrificio nocturno, precisamente la hora del ritual mitraico. El culto mitraico está en decadencia cuando Constancio II en 357 llega a Roma, circunstancia que aprovecha la aristocracia senatorial para obligarle a recortar las «leyes antipaganas», el reinado de Juliano el Apóstata (361-363) reactiva los cultos paganos, y de forma muy clara al mitraico, pero esta tendencia dura poco, en 391 una ley prohíbe toda clase de culto o manifestación pagana, y en 394 el mitraísmo desaparecerá de la Urbs, en el resto del Imperio las dos últimas dedicatorias epigráficas a Mitra tendrían fecha de 325 y 367.

 

 

Influencias y permanencias mitraicas en el cristianismo.

 

Sin embargo hay testimonios que indican que, aún después de la destrucción de los mitreos, la vitalidad de culto permaneció durante largo tiempo. Es lógico inferir que continuó teniendo influencia en importantes capas de la sociedad, y que el cristianismo- nuevo culto dominante-recogió y adaptó muchos de sus temas e iconografías:

 

La influencia más evidente históricamente confirmadas del culto solar sobre el cristianismo en el Imperio tardío es la elección del 25 de Diciembre como la del nacimiento de Cristo, es decir la misma fecha que Aureliano consagró en 274 al Natalis Sol Invicti, fecha que también era celebrada por los mitraistas, que no dejaban de ser un culto solar particular.

 

Trascendente fue también el cambio del sábado al domingo como «día del Señor», lo que se explica al renunciar al calendario lunar semita y adoptar el solar en que el domingo (día del sol = Sunday en inglés, Sonntag en alemán) da comienzo a la semana.

 

También hubo influencia mitraica directa en los rituales comunitarios, es de resaltar la afinidad entre el ritual de consagración mitraica y los sacramentos cristianos del bautizo, comunión y confirmación, sacramentos que entre ellos no serán autónomos hasta el siglo XI. Según expresión de Santo Tomás de Aquino el bautizado se convierte en «soldado de Cristo» lo que nos recuerda claramente a la idea al adepto como miembro de la «milicia de Mitra», y en la comunión se da la idea espiritual de «luchar contra los enemigos de la fe», en el mismo sentido del culto mitraico.

 

Por otro lado resulta llamativo que los cristianos conservaran el nombre de pater para sus sacerdotes y que los obispos sigan llevando un gorro que recibe el nombre de mitra. No lo es menos la imagen del Arcángel San Miguel con la espada en la mano para matar al dragón que puede recordarnos a la imagen de Mitra, puñal en mano matando al toro; en ambos casos estaríamos ante la imagen de «la lucha victoriosa de una figura trascendente contra una bestia que primero es domada y luego sacrificada» (39).

 

Otra influencia irania y zoroástrica, aunque no es definitivo que sea también mitraica, es la adoración de los Reyes Magos. Herodoto define a los « magos» como una casta sacerdotal irania que ejercía su función primero entre los medas y luego entre los persas. Los regalos que le llevan tienen un claro simbolismo tradicional: el oro siempre ha sido símbolo del sol y, en consecuencia de la realeza, que es la representación en la tierra de lo que el sol es en el sistema solar, precisamente Melchor regala oro por tratarse de un rey, Gaspar incienso por ser un dios y Baltasar mirra por ser un hombre. Siguiendo con los Magos que visitan a Jesucristo recién nacido es obligatorio referirse a los cambios iconográficos que ha hecho la iglesia en su iconografía, mucho han variado desde la representación de los mosaicos de Rávena a la actualidad, en un primer momento son hombres de una misma edad e igualmente de raza blanca, es en el siglo XV cuando Petrus Natalibus establece arbitrariamente que Melchor tiene 60 años, Gaspar 40, y Baltasar 20. Durante la Edad media habían incorporado una iconografía alquímica, representando -por los atributos-cada uno de ellos una de las fases alquímicas: blanco/Melchor-rojo/Gaspar-negro/Baltasar/África, es desde esa fecha cuando se representa a Baltasar como un hombre «negro», en este caso nos negamos a decir: como un hombre «subsahariano».

 

 

¿Fue posible la supervivencia?

 

Es lógico pensar que una ley no fue suficiente para terminar de un plumazo con un culto tan extendido y con un gran número de adeptos cual fue el mitraísmo. Hay restos y testimonios dispersos que infieren la existencia de núcleos de resistencia mitraísta en el siglo V. En el siglo XX las obras de inspiración tradicional y evoliana se encargan de buscar restos aún vivos de tradiciones europeas precristianas, especialmente de la continuidad de la tradición romana y de pervivencias mitraicas. Así la revista Mos maiorum en un número de 1996(40) llega a afirmar que «el culto mistérico de Mitra, a consecuencia de la hostilidad del Estado, desaparece de la superficie de la historia, conservándose en una tradición oculta y operando invisiblemente sobre las grandes corrientes de la historia occidental. El resurgir de la sacralidad del Imperium en la tradición gibelina medieval, el trasfondo iniciático de los poemas épicos y caballerescos de la Edad Media, los vestigios de la tradición hermética hasta el Renacimiento y el renacimiento espiritual evidenciados en tiempos mucho más recientes, testimonian en modo vivo y concreto la continuidad de la fuerza de la herencia sapiencial pagana en Occidente».

 

También en Oriente se atestiguan presencia mitraica en épocas muy posteriores. En la tradición épica de Armenia hasta el siglo XIX se hace referencia a un gigante de nombre Mehr, cuya descripción y función nos recuerda llamativamente a la del dios Mitra.

 

Varios estudiosos - entre ellos Mircea Eliade (41) y Ellemire Zolla(42)-  han dado certezas de la continuidad del culto zoroástrico en Irán hasta, por lo menos, los años 70 del siglo XX . En este sentido conocido es el hecho de que en 1.964, Mary Boyce visitó una serie de pueblos y aldeas iraníes en los que pervivía la fe en Zaratustra, constatando que veneraban a un dios-héroe llamado Mihr, con enormes paralelismos con Mitra. No se sabe cuál es actualmente la situación de estos parsis bajo el régimen integrista de Teherán. Nos tememos que están atravesando tiempos difíciles que amenazan la perpetuación de su religión, mantenida durante milenios.

 

También conocida es la comunidad parsi de Bombay, es el mismo E. Zolla quien en su libro Aure nos narra su encuentro con un adepto al mitraismo de esta comunidad, que le habla-desde el conocimiento operativo- de los ritos de la llamada «Cámara del Consejo» en el palacio de Darío, así como del poder y la efectividad de la misteriosa secuencia vocálica («mántrica» podríamos decir) del Ritual Mitraico del Gran Papiro Mágico de París(43), que incluye técnicas sobre el dominio de las corrientes de la respiración -cálida y fría - que es necesario armonizar , en mismo modo a cómo las técnicas yóguicas lo determinan .

 

No quisiéramos cerrar este apartado sin hacer mención de una curiosa e interesante entrevista(44) aparecida en el número 4- solsticio de verano 1994 de la revista belga Antaios , número titulado precisamente «Mysteria Mithrae», el entrevistado, se identifica con el nombre de Corax (el cuervo) primer grado de iniciación mitraica, y se define a sí mismo como «joven universitario europeo, me definiría a riesgo de pasar por un provocador , como un seguidor de Mitra, un fiel del Sol Invictus, en la línea espiritual de Akenatón, y del emperador Juliano llamado el Apóstata. Al igual que ellos, mi toma de conciencia solar fue resultado del reencuentro con una tradición y una búsqueda personal», si bien deja claro que «No pretendemos en absoluto, contrariamente a ciertos druidas modernos, ninguna filiación iniciática (aunque hayamos buscado durante años en vano esos "testigos")».

 

Más allá de supervivencias reales, imaginadas o deseadas hemos querido dar las claves del culto mitraico que no hace más que repetir el mundo de valores indoeuropeos. Si pretendemos un verdadero enderezamiento espiritual tendremos necesariamente que recuperarlos y remitirnos a ellos, sea cual sea la forma religiosa exterior que los englobe.

 

 

 

                                                                                      Enrique Ravello

 

 

 

Notas

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1    J. Evola,  «La via della realizzazione di sé secondo i Misteri di Mitra»(1926) en La via della realizzazione di sé secondo i misteri di Mitra (recop). Quaderni di Testi Evoliani, nº 4. Fundazione Julius Evola . Roma, p.5.

2     J Varenne, Zoroastro. El profeta del Avesta. Ed Edaf, Madrid 1989, p,23.

3      Ibídem, p, 56.

4      A.  Coomaraswamy, El Vedanta y la tradición occidental.

Ed. Siruela, Madrid 2001, p, 269.

5       Cfr: G Bonfante, «The Name of Mitra» en Etudes mitrhriaques (= Acta Iranica,17)-Teherán-Lieja,1978.p.47 y ss.

6        Sobre la realidad de la mitología romana como manifestación de la ideología indoeuropea, v. G Dumézil, Iupiter, Mars, Quirinus. Essai sur la conception indoeuropéene de la Societé et sur les origines de Rome, París 1944, y La religion romaine archaïque. París 1966.

7         S. Arcella I Misteridel Sole. Ed Controcorrente, Nápoles 2002, p.26.

8         S.S Hakim, «I misteri di Mitra visti da un zoroastriano», en Conoscenza religiosa  I 1976.

9          Ibídem, p.87.

10       A. Loisy; Los misterios paganos y el misterio cristiano. Ed Paidos Oriental, Barcelona 1990,p.119.

11        F. Cumont , Las religiones orientales y el paganismo romano. Ed. Akal universitaria. Madrid 1987 p.129.

12        Ibídem, p. 121.

13        J. Evola, «Note sui Misteridi Mithra» en op.cit. (recop) p.18.

14         David Ulansey, profesor de Filosofía y Religión en el Californian Institute of Integral Studies.

15         D. Ulansey, The Origins of the Mithraic Mysteries. Cosmology & Salvation in the Ancient World. Ed Oxford University Press. Nueva York 1989.

16         R. Turcan, op.cit, p.103.

17         Eliade, M y Couliano, I. P, Diccionario de las religiones. Circulo de lectores. Ed. Paidós, Barcelona 1997.

18        A. Loisy: op, cit, p.129

19        T. Ossana, La stretta di mano. Il contenuto etico della Religione di Mitra. Ed Borla, Nápoles 1988.

20        S. Arcella , I Misterio del Sole. Ed. Controcorrente, Nápoles2002,p.119.

21        R.Turcan, Mithra et le Mithriacisme .Ed. Les Belles Lettres . París 2000, p.119

22        R. Turcan.op.cit,p.90.

23        S. Arcella, op.cit,p.134.

24        A. Loisy, op.cit, p.129-135.

25        J. Evola,op.cit, p.5

26        S. Arcella,op.cit,p.102

27        J. Evola ,op.cit, p.7

28        J  Evola «Note sui Misteri di Mithra » (1950).op.cit (recop) p.19.

29        J  Evola ,«La via della realizzazione di sé secondo i Misteri di Mitra» (1926).Recogido en op. cit (recop.) Fundazione Julius Evola. Roma.p.7

30         F. Cumont, Le religione orientali nel paganesimo romano, Bari 1967, p.183 y Les mystéres de Mitra, Bruselas 1919, p.141.

31        Técnicas autocurativas japonesas como el reiki o el katsugen se basan principalmente en esto.

32        Cfr: R. Prati en la traducción al italiano de los escritos de Juliano Imperador con el título: Sugli dei e sugli uomini.

33         J. Evola «Giuliano Imperatore» (1932) en op.cit. (recop.) p.15.

34         R. Turcan ,op. cit, pp.41-43

35         S. Arcella .«I collegi mithraici nella Roma imperiale», en Arthos nº 9 (nueva serie) , 2001.

36         A. García y Bellido. Les religiones orientales dan l Éspagne romaine. Leiden1967, p.21.

37         Cfr JL Jiménez y M. Martín- Bueno, La casa del Mithra, Capra-Córdoba. Ilmo.Ayto de Cabra 1992.

38          Mª Antonia de Francisco Casado, El culto de Mitra en Hispania. Ed Universidad de Granada. Granada 1989. p.64.

39          S. Arcella, op.cit p. 211.

40          Mos maiorum, Revista trimestrale di Studi tradizionali. Año II, nº4,1996,pp.34.

41          M. Eliade, Storia,  pp.338-344.

42          E. Zolla, Il Signore delle grotte, pp.64 y ss.

43          Para un mayor conocimiento sobre la realidad, potencialidad y operatividad del Gran Papiro Mágico de París, cfr: «Apathanatismos. Rituale Mithraico del Gran Papiro Magico di Parigi» en , Grupo UR, Introduzione alla Magia . Vol I . Ed Mediterranee, Roma 1971.pp.114-139.

44           «Corax, entretien avec un adepte du culte socaire» en Antaios nº4, solsticio de verano de 1994, Bruselas.

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Hacia dónde nos lleva la economía?

¿Hacia dónde nos lleva la economía?

La economía ha cobrado hoy día una importancia poco usual en otras épocas. Mírese cualquier gran urbe y se comprobará que las principales calles y plazas están ocupadas por bancos. Esto no es sino una consecuencia de la visión economicista del mundo que hoy impera en todo el globo. Como ha recordado el politólogo John Gray en el diario La Razón, «tanto el marxismo como el neoliberalismo son herederos del dogma central del positivismo, que afirma que por medio del crecimiento del conocimiento científico la humanidad podrá liberarse de los inmemoriales males de la guerra y la escasez y alcanzar un mundo sin conflicto. Naturalmente, el primero pretende alcanzar este estadio mediante la planificación económica y el segundo por el mercado libre, pero ambos coinciden en su determinismo tecnológico, en su desprecio de valores como la religión o la nación, que no consideran significativos, en su perspectiva dominadora de la naturaleza...»(1).

 

A este respecto, la caída del muro de Berlín ha conseguido subsumir en un mismo proyecto ambivalente las ideas fuerza del proyecto marxista y del proyecto neoliberal de los que habla Gray. El supuesto previo es que el hombre, como criatura enteramente material tiene necesidades exclusivamente materiales. En consecuencia, la satisfacción de esas necesidades materiales pasa por la conquista de la naturaleza y su sometimiento al hombre. Ésta es la base del actual proyecto político e ideológico de Occidente. Así, mientras que el bienestar material es irrenunciable, la dimensión espiritual o es negada tajantemente o se relega a una mera función de los condicionantes materiales del momento. A lo sumo, queda en una mera apreciación subjetiva, sólo reivindicable en la esfera de lo privado que, precisamente por ello, pierde todo prestigio a la hora de intentar influir en la sociedad. La visión materialista, por el contrario, es considerada como tácitamente «evidente» en todo el ámbito político y social.

 

Es necesario recalcar que no todos los modelos económicos son posibles bajo cualquier paradigma antropológico y cultural; más bien, el modelo económico actual es consistente con una cierta visión del mundo. Sentado este supuesto, hoy sería impensable, por ejemplo, un modelo que implicara vivir más modestamente para no incurrir en el dogma del crecimiento ilimitado o para que la gente fuera menos dependiente de la posesión de bienes materiales. Muy al contrario, la «emancipación» ilustrada, libre de los condicionantes de la trascendencia y del orden cultural, histórico e incluso nacional, concibe un individuo al que nada está vedado. La libertad sin restricciones de un individuo es determinable sólo por el grado de bienestar material, e implica que, en primer lugar, cualquier estrategia dentro de la ley –no de la moral- es legítima para alcanzar ese bienestar y, en segundo lugar, que es necesario que todos los hombres se integren en esta doble perspectiva de libertad sin restricciones y progreso económico.

 

Ahora bien, surgen algunas preguntas inevitables: en primer lugar ¿cómo funciona el aparato económico del proyecto occidental?; en segundo lugar, ¿cuáles son sus consecuencias?, y por último ¿cuáles son sus alternativas si es que realmente las hay? Estas son las cuestiones que vamos a intentar dilucidar en las páginas siguientes.

 

La doble naturaleza del dinero.

 

Hasta casi principios del siglo XX, la humanidad vivió dependiente de las riquezas naturales –concretamente del oro- como medio único de prosperidad. El oro era el respaldo natural de la moneda y ésta era lo que hacía la riqueza de un país. A principios de los años 30, por razones que escapan a este artículo, desaparece el patrón oro y se inicia una de las mayores revoluciones de todos los tiempos. La idea misma de «dinero» había de cambiar profundamente. A partir de entonces, la doble naturaleza del dinero sería un concepto fundamental sobre el que se edifica toda la construcción del aparato técnico de la economía moderna: el dinero como dato y el dinero como variable. Como dato, el dinero sirve a la mayoría de la gente que gana un sueldo. Cuanto más gane en relación a una unidad de trabajo mejor le irá. Cuando el dinero se comporta como variable la situación es otra: un billete de cinco euros que sale de la Unión Europea y viaja a Tokio vale diferente que si el viaje es, por ejemplo, a la República Sudafricana. Pese a que el euro es una moneda fuerte apreciada en todo el mundo, en algunas partes del mundo es más apreciada que en otros y, por lo tanto, en los sitios donde es más apreciada su valor es mayor. Como explica el economista Manuel Funes Robert, uno de los pocos heterodoxos en la nomenclatura monolítica de la economía actual, «hasta los años 30, la moneda era una cantidad de oro con un nombre dado, acuñada en cada país, y con convertibilidad asegurada por la naturaleza de esa cosa, de cuya naturaleza derivaba una aceptabilidad sin coacción. Hoy, como moneda papel, vale esta definición: ‘Denominación que se incorpora a un documento que se fabrica por decreto, y que contiene una orden de pago con cargo al producto social’. No es cosa, y menos valiosa: si la esencia es la orden de pago, a nadie se le ocurrirá poner condiciones al papel o materia en la que se redacta una orden. Lo esencial para que el documento ‘valga’ es que la orden se cumpla. El cumplimento se asegura por el orden coactivo del Estado que impone el curso a la aceptabilidad forzosa de esas órdenes (del Estado... no de los demás estados). Vista la moneda como orden, el respaldo carece de sentido. Pero la orden plantea el tema del alcance de la misma: de la frontera no puede pasar esa validez, al menos en términos literales. Lo que desde el interior se ve como orden, desde el exterior, por no ser obligatorio cumplir con la misma, se verá como cosa. En el orden internacional se refugia y reaparece –es idea fuerza de este libro- el dinero como cosa, con un valor nacido del que tiene allí donde la orden puede ser efectiva. Un valor... variable: éste es el gran problema»(2).

 

Esta doble naturaleza del dinero implicaba en su origen, al menos en potencia, que un pueblo no se vería condenado a la pobreza por el hecho de no disponer de reservas de oro. Bastaba con que su gobierno, a través de su Banco Central emisor, manejara hábilmente la capacidad de imprimir el dinero que la comunidad necesitaba para efectuar sus intercambios. Si el respaldo en oro carece de sentido desde los años 30 y queda a la capacidad discrecional de los Estados el controlar la masa monetaria en circulación, es evidente que la actividad económica no puede darse si dicha masa monetaria no es suficientemente abundante. Del mismo modo, una masa monetaria abundante es capaz de solucionar los problemas de escasez y pobreza que secularmente afligían al género humano. Desgraciadamente, esta disyuntiva iba a resolverse por el camino equivocado. Sin embargo tuvo un efecto cierto: dividió el mundo entre dos colectivos irreconciliables, los que viven del dinero como objeto de comercio –para tener y mover dinero- y los que viven del dinero como medio de cambio por bienes y servicios en la economía real. Los que viven de las monedas –cuantas más mejor- y los que viven de la moneda en abstracto, es decir, los que necesitan que el dinero sea caro y escaso para que el que ellos tienen valga más.

 

El primer grupo, francamente minoritario, han comenzado desde entonces una lucha por la hegemonía planetaria.

 

La batalla de las ideas.

Con la caída del patrón oro la clave de la economía iba a ser la lucha por la política monetaria. Los Estados modernos podían adoptar dos estrategias diferentes: bien proporcionar suficiente financiación para garantizar el crecimiento económico general y que todos los miembros de la comunidad se incorporasen a la producción económica, o bien convertir el dinero en un factor escaso y caro. Tras la Segunda Guerra Mundial, la reconstrucción europea se pudo llevar a cabo merced a un programa de abundante oferta monetaria, bajos tipos de interés y fuertes inversiones del Estado, que proporcionaban financiación abundante en sectores estratégicos del crecimiento económico. A partir de 1973 y de la crisis del petróleo, por motivos estrictamente políticos e ideológicos, fue adueñándose de los centros económicos un discurso que hoy no admite fisuras. Este discurso, de apariencia económica pero poco discutido en sus planteamientos económicos reales, descansa en unas cuantas afirmaciones no cuestionadas. Así, la razón de ser de la política económica consiste en controlar la estabilidad de los precios, como declara hoy abiertamente, por ejemplo, el propio Banco Central Europeo. El mal fundamental que produce inestabilidad en los precios es la inflación. Por eso el Estado debe de abstenerse de inyectar dinero en el sistema, dado que, si bien no puede restringir la libertad económica de bancos, cajas y agentes financieros, el dinero del Estado es la principal causa de inflación. Así las cosas, la financiación debe venir exclusivamente del ahorro o de la inversión extranjera. No hay alternativas. Por lo tanto, es necesario que el Estado no gaste más de lo que recibe y, por si sufriera la tentación de cambiar de idea a este respecto, es necesario que el Banco Central, esto es, la propia soberanía monetaria, quede en manos «independientes». Bajo este nuevo escenario, cuando el Estado pide dinero a su Banco Central ya no se lo está pidiendo a sí mismo –de manera que el concepto de «deuda» carezca de sentido- sino que se lo pide a un órgano al margen del control político –y en realidad democrático- que pase lo que pase vela por el mantenimiento de la estabilidad de los precios y, en consecuencia, vela también por un déficit público igual a cero y por la ausencia de inflación. Para mantener este escenario es necesario que el dinero sea escaso y caro y en consecuencia, es necesario que la masa monetaria se restrinja a todo trance, bien mediante instrumentos como alzas de los tipos de interés, de los impuestos o bien sencillamente no emitiendo dinero.

 

Por último, la «flexibilización» del mercado de trabajo vendría a juzgarse imprescindible para lograr el pleno empleo, de manera que «estabilidad de los precios», «déficits presupuestarios nulos» y «flexibilidad laboral» constituyen la trilogía irrenunciable del fundamentalismo liberal hoy.

 

Pero en este planteamiento no hay una sola idea acertada. En primer lugar la inflación –medida a través del IPC- no es siempre negativa pese a que nuestros economistas consideran que debe ser combatida permanentemente. El IPC mide el poder adquisitivo de las monedas cuando lo que interesa es el de las personas, capacidades que no sólo se mueven paralelamente sino que lo hacen en sentido contrario: hace 30 años la mayor parte de la población tenía un único coche que valía mucho menos que hoy día, cuando la mayor parte de las familias tienen dos y hasta tres coches. Envileciéndose secularmente la capacidad de las monedas, crece secularmente la capacidad de compra de las personas. Además, la restricción monetaria por medio de la subida de tipos de interés –lo más habitual- o de cualquier otro dinero a fin de «combatir la inflación» y por ende para reestablecer los precios, puede producir exactamente lo contrario de lo previsto. En un escenario expansivo en el que la gente dispone de mucho dinero para adquirir lo que desea, la demanda puede crecer por encima de la oferta real y generar inflación. Únicamente en este escenario, y sólo en éste, una subida de tipos puede efectivamente restringir el gasto de las personas.

 

Sin embargo, si la situación no es expansiva porque la masa monetaria está restringida, la subida de tipos conseguirá que la gente se vea en apuros para conseguir productos de primera necesidad de manera que bajará la demanda general hasta que los vendedores, para asegurarse beneficios que a lo mejor no llegan y amortizar las inversiones rápidamente, suben los precios uno tras otro. Los que prestan dinero suben así mismo los intereses para reducir los riesgos inherentes a la falta de líquido en manos del público. Los que necesiten dinero para comprar lo realmente necesario seguirán pidiendo préstamos aunque les cuesten más pero repercutirán a su vez ese aumento de los costos en su propia producción o en su propia mano de obra. He aquí un escenario de inflación en el que el alza de tipos de interés y la escasez monetaria contribuyen, no a bajar, sino a disparar la inflación.

 

Inflación-expansión e inflación-recesión son cosas, como se ve, enteramente distintas y además con una salvedad esencial. La disminución de la masa monetaria en relación a la producción, dentro de un escenario de inflación recesión, acaba generando más inflación tal y como hemos visto pero también la concentración de capital en manos de prestamistas y la derivación del dinero hacia los circuitos especulativos, ya que solo en éstos es posible, en época de carestía del dinero, obtener beneficios.

 

Respecto a los «déficits» públicos, son combatidos con razones plenamente convergentes con el ideal de hacer el dinero escaso y caro, en beneficio de los que buscan esa escasez y esa carestía. La financiación creciente de la sociedad, en el pasado imposible, es hoy una realidad que ha quedado congelada con argumentos como los que aquí combatimos. Así, la razón de ser de los Institutos Emisores es la de crear dinero de la nada, que es el origen del dinero moderno. Este dinero aparecerá como «déficit» si se adopta la contabilidad privada para algo que es esencialmente sector público. En la contabilidad privada no se pueden crear activos sin contrapartida de manera que la condena de los supuestos «déficits» congela la oferta monetaria e impide la posibilidad de financiar crecientemente la sociedad. La ideología dominante, como ya hemos dicho, se ha cerciorado de que esto sea efectivamente así, concediendo a los bancos centrales la independencia respecto del poder político. Pero nuevamente todo esto es una decisión política, no económico-técnica.

 

Así mismo, la «flexibilidad» se basa en el mismo fin inconfesable de servir a los que viven del dinero como objeto y no como medio. El argumento liberal es que el empresario no creará puestos de trabajo si no hay flexibilidad y, en el caso de que las cosas vayan mal o el trabajador no responda, no pueda volver sobre sus propios pasos. Así, a más flexibilidad mayor creación de empleo. Sin embargo, en una economía interrelacionada, cada despido es un despido del cliente del de al lado. La congelación salarial que muchos empresarios reclaman produce el mismo efecto, al detraer potencial de compra al cliente del empresario de al lado. La flexibilidad produce una guerra encubierta por quitar clientes a los demás, de manera que sería más útil conseguir que el empresario no tuviese ningún deseo de despedir antes que intentar resolver sus problemas despidiendo a todos. ¿Cómo suprimir ese deseo? Mediante el principio de financiación creciente –financiación barata y abundante- que, como dice el mencionado economista Manuel Funes Robert, es en general condición necesaria y suficiente para la marcha de una economía basada en el consumo. A este respecto, cuando se aduce que en los Estados Unidos se da la mayor flexibilidad y la mayor creación de empleo, no se repara en que la flexibilidad es consecuencia de la creación de empleo y no al revés.

 

En conclusión, los tres soportes del fundamentalismo liberal convergen en el apoyo a una elite que ha privatizado a nivel mundial la función económica. Hacia esta situación ha evolucionado el escenario de la economía occidental tras la Segunda Guerra Mundial, siempre gracias al discurso económico ortodoxo. Un discurso económico ortodoxo que tiene por función principal asegurar la concentración de capitales en manos de prestamistas y especuladores, entendiendo por «especuladores» no sólo las actividades de trasvase de capitales a través de las fronteras, sino también las actividades de deslocalización de fuerza-trabajo que practican las grandes empresas multinacionales.

 

El triunfo del capital especulativo.

 

La economía moderna descansa en el supuesto de que los Estados no deben nunca emitir dinero, influyendo así sobre la masa monetaria en circulación o, lo que es lo mismo, en una gigantesca privatización de la emisión de dinero. De este modo, con una masa monetaria artificialmente contenida, puede incluso compatibilizarse un escenario de tipos de interés relativamente bajos, en los que la inflación y la recesión sean de por sí suficientes para bombear capital a manos de prestamistas y especuladores. Ahora bien ¿Qué debe entenderse por «capital especulativo»? ¿Qué relación guarda con el «capital prestamista»?

 

Por «capital especulativo» se ha entendido tradicionalmente aquel dinero que produce beneficio sin pasar por ningún elemento productivo. Un ejemplo claro de este fenómeno es la célebre expulsión de la libra esterlina del Sistema Monetario Europeo por el multimillonario George Soros. La idea era sencilla: en septiembre de 1992 Soros se percató de la tendencia bajista de la libra esterlina frente al marco y decidió aumentar dicha tendencia al vender libras esterlinas para comprar marcos. Los analistas recogieron una tendencia bajista acrecentada por la maniobra de Soros y el pánico se desató. Cuando la libra había bajado tanto que resultó expulsada del Sistema Monetario Europeo entonces en vigor, Soros vendió sus francos suizos, sus dólares y sus marcos para comprar millones de libras esterlinas. Con ello ganó una fortuna colosal. Soros repitió la acción en la segunda mitad de 2003 pero esta vez contra el dólar estadounidense y con la ayuda de su amigo Warren Buffet, de la sociedad de inversiones Berkshire Hathaway.

 

Sin embargo, no es ésta la única manera de especular. La naturaleza del capitalismo transnacional ha conseguido hacer del propio trabajo un elemento más del ciclo especulativo. No podía ser de otro modo: una vez considerado el trabajo como una simple mercancía, es lógico querer obtener el máximo de beneficio por su venta. A fecha de hoy, la economía mundial se ha vuelto más dependiente del precio de la mano de obra que del precio del petróleo. Esto lo demuestra el hecho de que el precio del barril de petróleo a 70 dólares no ha disparado la inflación en todo el mundo. Por consiguiente las grandes multinacionales buscan abaratar los costos de la hora de mano de obra así como otros costos relacionados como la seguridad social o las indemnizaciones por despido. La denominada «deslocalización» –en inglés «outsourcing»- implica una exportación de horas de trabajo que, al cruzar la frontera multiplican por cinco o por diez su valor. Esta especulación sobre el trabajo –y más concretamente contra el trabajo de los trabajadores del primer mundo- se instala en nuestras sociedades poco a poco, ejerciendo una verdadera extorsión sobre los asalariados y sobre la propia política social diseñada por el Estado.

 

Por ejemplo, a finales de noviembre de 2005, la célebre empresa Delphi Corporation, fabricante de componentes para la industria automovilística, planteó a sus trabajadores la reducción de sus salarios en dos terceras partes, consiguiendo así una de las concesiones salariales más radicales que se haya jamás solicitado a trabajadores sindicados. Casi de manera simultánea, los trabajadores de la General Motors aceptaron financiar «provisionalmente» de sus bolsillos miles de dólares relacionados con sus coberturas de salud y los empleados de Ford y Daimler Benz se enfrentaron a similares exigencias. Los recortes vienen acompañados de reducciones en derechos adquiridos. A este respecto, la Kaiser Family Foundation y el Health Research and Educational Trust informaron a finales de 2005 de que en los Estados Unidos solamente un 60% de las empresas ofrecen a sus empleados una cobertura de salud, un retroceso evidente comparado con el 66% del 2003 y el 69% del 2000. Los empleadores requieren mayor productividad de los trabajadores con el mismo salario.

 

Incluso cosas como el derecho de huelga están quedando cada vez más en entredicho: cuando en el verano de 2005 los mecánicos de la estadounidense Northwest Airlines Corporation hicieron huelga preventiva para bloquear la baja de sus salarios en un 25%, la compañía los reemplazó inmediatamente(3).

 

La erosión de las políticas sociales –o «flexibilización» en el argot del discurso dominante- equivale en realidad a la destrucción de la esfera competencial del Estado como expresión genuina de su soberanía y de su razón de ser. Esta lucha contra los Estados-nación como valladar esencial contra la agresión del capital global, ha sido puesta de manifiesto por autores que colaboran en publicaciones del máximo nivel. Michael Mandel y Richard S. Dunham escribieron un trascendente artículo en BussinessWeek titulado «¿Quién puede dirigir esta economía?» y lo subtitularon «las fuerzas de la globalización han tomado el control de la economía. Y el gobierno, independientemente del partido, tendrá menos influencia que nunca». Según estos autores, desde enero de 2004 hasta noviembre de 2006, la Reserva Federal de los Estados Unidos ha subido los tipos de interés 17 veces con la esperanza de «cohibir» las compras de inmuebles y disminuir así la burbuja inmobiliaria en aquel país. Pero según Mandel y Dunham, aunque el célebre Fed intentara recortar la disponibilidad de dinero, «el comercio exterior es quién marca la diferencia»(4). El resultado es que los bonos del gobierno a 10 años quedaron, tras las 17 subidas, al 4.6%, exactamente el mismo precio en que estaban en enero de 2004. Y es que «en el mundo feliz de la economía global», ni las enormes reducciones fiscales del presidente Bush, ni la bajada de los tipos de interés, ni siquiera la inversión en investigación y desarrollo –un mantra repetido ad nauseam por la nomenclatura liberal- pueden compensar la progresiva disminución de los salarios que supone la deslocalización de capitales a China e India. En palabras de Robert S. Shapiro, ex asesor económico del presidente Clinton y hoy consejero de una consultora económica de Washington «las políticas tradicionales macro ya no son tan efectivas como solían» y añade: Ya no sabemos cómo asegurar la creación de puestos de trabajo y el aumento de los salarios».

 

La situación es tan trágica que incluso aparecen liberales sensatos como Jeff Faux, del así mismo liberal Instituto de Política Económica, que nos dice que «la era en que dábamos por supuesto que el aumento en la inversión en I+D generaba automáticamente un crecimiento en la economía doméstica se ha acabado». Mandel y Dunham ponen un buen ejemplo: «A pesar del desembolso norteamericano de 125.000 millones de dólares para investigación médica durante los últimos 5 años, los EEUU mantienen un déficit comercial enorme y creciente en bienes médicos y biotecnológicos avanzados».

 

Ya ni siquiera el ahorro sirve para asegurar el crecimiento económico doméstico. Según James S. Poterba, un economista del MIT nombrado por el presidente Bush para su comisión de reformas fiscales de 2005, «si Joe en Pittsburg ahorra, no podemos decir que con ello beneficiamos a esta fábrica de Harrisburg. Los empleos que generemos pueden estar en otro lugar». Por ejemplo en el sudeste asiático.

 

Como se desprende de todo esto, el auge del capital especulativo en todo el globo ha rebasado desde hace tiempo su masa crítica en el sentido de que ya está en condiciones de disputar el poder sobre las decisiones económicas a los Estados-nación. Según afirma el profesor Eduardo García Cuenca, catedrático de economía aplicada de la Universidad de Granada, la globalización del capital financiero, que «ha despertado un flujo constante de capital financiero de carácter especulativo que se mueve de un país a otro en plazos muy cortos, aprovechándose de los cambios constantes del precio de la moneda». Este autor estima que en cuatro días de transferencias bancarias internacionales, resultado de las transacciones de divisas, se manipula más dinero que toda la producción creada por la economía de Estados Unidos en un año o por la economía mundial en un mes(5).

 

La lucha contra el Estado-nación.

 

El principal enemigo de ese capital internacional apátrida, expresión paradigmática de una economía totalmente subvertida, son los Estados-nación. En plena coherencia con los intereses del capital, el modelo occidental ideal aspira a la plena movilidad de capitales, mercancías y personas, aún por encima del poder de los estados. Estas tres movilidades son –nos dicen- la consecuencia lógica de la libertad, de manera que al imponerse la libertad en todo el globo, como aspiración legítima de todo el género humano, dichas libertades deberían imponerse consecuentemente a nivel planetario. Esta triple libertad es, en consecuencia, plenamente coherente con el modelo mundializador. No olvidemos que el proyecto occidental es un proyecto planetario derivado del ideario Ilustrado del siglo XVIII que consideraba una racionalidad única para toda la humanidad.

 

Sin embargo, a fecha de hoy, el Estado-nación, que por esencia mantiene unas fronteras y una soberanía cuyo fin único es teóricamente el bien común, conserva aún parte de su poder, de manera que es del máximo interés para el capital global que el Estado-nación se erosione. Como además el Estado-nación está vinculado en mayor o menor medida a realidades de carácter étnico, histórico, lingüístico o religioso, el capital global, como vanguardia del proyecto Ilustrado, tiene interés esencial en destruir y nivelar estos factores que dificultan la estrategia de imposición del mercado global. De ahí que en todo el mundo, las fuerzas de la globalización lleven aparejadas un proceso de «desnacionalización» de los pueblos.

 

No queremos, sin embargo, que el lector interprete esta afirmación en clave marxista, como si la lucha ideológica por la desnacionalización fuera la superestructura de la correspondiente infraestructura económica. Muy al contrario, la nueva economía global es una expresión más de la visión del mundo ilustrada. Tras la visión económica de la modernidad subyace toda una antropología que niega al hombre la trascendencia y que, precisamente por eso, se enfrenta a la idea del mundo como orden -kosmos- que el hombre debe respetar pero nunca interpretar para amoldar a sus intereses exclusivos. La «desnacionalización» impulsada por el proyecto globalizador es sólo la expresión de los esfuerzos por imponer la «emancipación» del hombre –el «dogma central del positivismo» del que hablaba Gray al principio de este artículo- a todo el planeta, pero lo nuclear es la cosmovisión, no los «intereses de clase». La discrepancia esencial entre nuestra crítica y la marxista es el rechazo o la aceptación de la visión económica y material del hombre.

 

Un ejemplo paradigmático de los esfuerzos del capital global lo constituye la inmigración. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial y la «descolonización» se inició un proceso de inmigración de gentes venidas de las excolonias a la metrópoli. Esto ha sucedido en todos los antiguos imperios pero la presencia de inmigración en países como EEUU o Alemania, sin un pasado colonial al estilo británico, muestra que la inmigración es más bien un producto de una determinada concepción económica. España no es una excepción y se ha puesto al nivel de los demás países europeos en tan solo 10 años. Según el último padrón municipal del Instituto Nacional de Estadística de abril de 2006, España tiene 43,97 millones de habitantes, de los cuales 3,69 millones son extranjeros, lo que supone el 8,4 por ciento del total de empadronados. En los últimos 7 años, España ha multiplicado por 5 el número de extranjeros. ¿Qué repercusiones tiene esto en la economía nacional? Según el discurso ortodoxo, resulta positivo en extremo, ya que los inmigrantes suponen un tanto por ciento creciente del PIB interior.

 

En realidad, la inmigración supone una colosal agresión al Estado de bienestar construido por las generaciones anteriores. Según explica el neoliberal Juan José Toribio «desde hace una década, todo gobierno europeo que se precie, viene indicando su voluntad de flexibilizar las estructuras del mercado de trabajo en el territorio de su jurisdicción. Después no hacen casi nada al respecto, salvo algunos pequeños retoques legislativos, de cara a la prensa, y que inmediatamente suscitan protesta de las cúpulas sindicales, tan cómodamente instaladas en los subsidios del Fondo Social Europeo. Todo según una liturgia política preestablecida. Pero, guste o no al nacionalista, sindicatos u otros colectivos de regresión social, se viene produciendo en toda la UE una auténtica revolución liberalizadora de los mercados laborales, que progresa, no a golpe de decreto, sino merced al impulso que recibe de un imparable flujo migratorio. Bienvenida sea, pues, una inmigración que así nos despierta»(6).

 

Además, según concluyó el pasado mes de octubre el estudio España 2020: un mestizaje ineludible del Instituto de Estudios Autonómicos de la Generalitat de Cataluña, España requerirá al menos cuatro millones de inmigrantes más en edad laboral -entre 16 y 64 años- en 2020. Para el director del proyecto, Josep Oliver, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), ésta es la cifra mínima de inmigrantes necesarios si la economía continúa evolucionando como ha hecho en la última década.

 

De estos dos autores se deduce, primero, que el flujo inmigratorio supone una «flexibilización» del mercado de trabajo y, segundo, que esta erosión del mercado de trabajo va a continuar con la llegada de más inmigrantes. Sólo el cinismo puede presentar como una «necesidad de inmigrantes» lo que no es más que una estrategia de dominio del capital global. Pero ¿es cierta la gran contribución de los inmigrantes al PIB? Indudablemente, todo el que trabaja, produce y cotiza a la Seguridad Social contribuye en uno u otro modo al PIB. Si embargo, puede ocurrir –como sucede con mucha frecuencia- que la aportación del inmigrante a un puesto de trabajo sea claramente rentable no sólo por el trabajo en sí, sino también por la reducción del salario. No digamos ya en el caso de inmigrantes ilegales que no disfrutan de prestaciones sociales.

 

A este respecto, el informe del Servicio de Estudios Económicos de la fundación BBVA sobre inmigración y transformación social en España explica que la mano de obra inmigrante «favorece la moderación salarial», por exceso de oferta, y «facilita la contención de precios»(7). Pero además, no todo el salario que ganan los inmigrantes se queda en el país de acogida. Los trabajos de los inmigrantes son menos rentables de lo que parece para la economía nacional porque buena parte de los salarios que podrían incorporarse al consumo interno se van fuera de nuestras fronteras. En el caso de España, según puede leerse en El País, «las remesas de los inmigrantes se han convertido en un pilar de varias economías latinoamericanas, hasta representar una quinta parte del PIB de Haití, El Salvador o Nicaragua, y una media del 2,5% de la economía del subcontinente»(8). El Real Instituto Elcano, en su Anuario de América Latina 2004-2005, dice que las remesas hacia Latinoamérica se han multiplicado por 20 desde 1985 y son «el elemento más dinámico» de la región(9). Según este mismo informe, este fenómeno, que hace años era exclusivo de los inmigrantes mejicanos en los Estados Unidos, se ha generalizado a toda América con la excepción de las economías de Chile y Venezuela.

 

Sorprendentemente, la inmigración como herramienta de sostenimiento del mercado de trabajo es complementaria de otro fenómeno casi exclusivamente occidental: el invierno demográfico. Con la caída de la tasa de natalidad y el dogma discutible –pero nunca discutido- de que la economía debe estar en perpetuo crecimiento, hace falta mano de obra que sostenga dicho crecimiento. El resultado es que, quiérase o no, la inmigración viene a sustituir a los nativos que jamás se incorporaron –por no haber nacido- al mercado de trabajo. Naturalmente los recién llegados no lo hacen en las mismas condiciones de prestaciones sociales que sus colegas nativos.

 

Este patrón, que relaciona la política de natalidad con la inmigración, ha podido inferirse a partir de la propia experiencia estadounidense. Según explica Steven W. Mosher, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Alan Greenspan, dijo ante el Congreso, el 17 de febrero del 2000, que deseaba aumentar la cuota anual de la inmigración en 130.000 personas(10). Decía Greenspan que, «debido a que hemos creado una economía cada vez más compleja, sofisticada y acelerada, creo que sería una política relevante la necesidad de tener la habilidad de traer recursos y personas del extranjero para mantenerla funcionando». Greenspan temía que una aguda escasez de trabajadores de alta tecnología entorpeciera la economía, impidiendo un ulterior crecimiento. Pero la escasez de trabajadores en Estados Unidos fue creada en parte por las políticas antinatalistas puestas en marcha a finales de los años 60. Hacia 1970, los medios de comunicación norteamericanos afirmaban que el problema más urgente del planeta era la sobrepoblación. John D. Rockefeller, Presidente de la Comisión sobre el Crecimiento Demográfico y el Futuro de Estados Unidos, consiguió que el gobierno del presidente Nixon actuara para reducir la tasa de crecimiento de la población estadounidense. El Congreso aprobó la Ley de Servicios de Planificación Familiar, que autorizó el suministro de $382 millones para los programas de planificación familiar y que más tarde Nixon convirtió en ley con su firma.

 

El principal argumento de Rockefeller era que toda tasa de natalidad por encima del reemplazo demográfico constituía una amenaza para «la vitalidad de las empresas»(11). En 1977 la tasa de natalidad de Estados Unidos estaba ya por debajo del reemplazo demográfico y la escasez de trabajadores era ya un hecho, pese a lo cual continuó la campaña antinatalista auspiciada por el congreso(12).

 

Así mismo, en plena coherencia con el proceso de desnacionalización que el capital necesita, se encuentra la campaña mundial para desacreditar las diferencias genéticas entre los humanos como carácter distintivo de los pueblos, que cuenta con el amparo de ciertos medios de comunicación(13). Otras estrategias como la propaganda a favor del «mestizaje» o la «diversidad» son plenamente coherentes con el proceso de desnacionalización como estrategia de dominio, del que venimos hablando en este epígrafe.

 

Algunas ideas como solución.

 

La economía sin restricciones conduce paradójicamente a la esclavitud, como hemos visto más arriba, y el resultado es el dominio de una pequeña elite cuya fraseología democrática contrasta vivamente con su papel distante del pueblo.

 

En una época donde hasta para elegir una comisión de padres en un colegio de pueblo se recurre a la «democracia» y donde el propio término «democracia» se ha transformado en una palabra tótem de cuya bondad no es posible dudar, ciertas elites construyen una telaraña de poder al margen de cualquier control democrático imaginable.

 

No nos cansaremos de repetir que este fenómeno, de tintes auténticamente siniestros, es la manifestación de una determinada visión del ser humano, cuyos efectos han de ser contrarrestados desde otra visión de signo contrario. A este respecto, los parches y los compromisos traerán a medio y largo plazo más de lo mismo.

 

Así las cosas, un pequeño artículo no es el lugar adecuado para tratar un tema tan complejo, pero sí podemos decir algunas directrices de carácter general que deberán respetarse so pena de convertir en inútil cualquier esfuerzo. En primer lugar, sólo una visión trascendente del ser humano puede fundamentar la existencia de un orden que debe ser respetado y en el que hay que insertarse. No existe razón ni está escrito en ningún sitio que un sistema económico deba crecer siempre –menos aún si lo recursos de los que el mundo dispone son limitados- ni tampoco la razón principal de la economía es el lucro del capital transnacional o el beneficio del capital prestamista o especulador. La única razón de ser de la economía es garantizar al pueblo los medios de vida materiales suficientes para que sus miembros puedan llevar una rica vida espiritual. La economía como garantía del puro hedonismo no es un objetivo recomendable.

 

Es necesario antes que nada establecer los fines últimos del sistema económico antes de adoptar las medidas necesarias para revertir la situación a su justo lugar. Nada debería emprenderse antes de acometer esta tarea. La prédica marxista, virulentamente anticapitalista pero poseída en su raíz de la misma concepción economicista del hombre, conduce a situaciones muy semejantes pese a partir de supuestos aparentemente distintos.

 

En el orden exclusivamente práctico, algunas medidas son irrenunciables a efectos de acabar con la siniestra terna liberal de «estabilidad de los precios», «déficits presupuestarios nulos» y «flexibilidad laboral».

 

Así, resulta imprescindible retomar el control político de los bancos centrales y ponerlos al servicio de una política monetaria que no sea ni expansiva ni justo lo contrario, sino a medida de las decisiones de orden político que se consideren de acuerdo con el fin más arriba expresado. En general, una política de financiación barata y abundante es condición necesaria y suficiente para asegurar un nivel saludable de actividad económica, único parámetro macroeconómico verdaderamente relevante. Es necesario asumir que la emisión de dinero por parte del Estado es una decisión exclusivamente política.

 

Así, inflación y déficit deben verse como efecto y no como causa de un aumento del PIB. La espiral ascendente precios-salarios repercute más en la moneda que en las personas pero la espiral descendente producción-empleo repercute más en las personas que en los precios.

 

Debe acabarse ya con el libre comercio sin restricciones, que extorsiona a los Estados y a los trabajadores y manipula los precios, e implementar una política abiertamente proteccionista que persiga el bienestar de la nación antes que el lucro de consorcios oscuros. Téngase presente que los países del sudeste asiático, que hoy día crecen a tasas tres y cuatro veces superiores a las de los países occidentales, lo hacen merced a medidas económicas que en el Occidente liberal se considerarían heréticas. Lógicamente ¿por qué esos países deberían elegir un modelo fracasado?

 

Es necesario desafiar abiertamente a los mercados, si es que los Estados no acuerdan restringir la libertad de movimientos de capitales como fuente de erosión de las conquistas de los Estados-nación, con impuesto disuasorios del tipo de la célebre «tasa Tobin». Un 0.1% de dólar por cada transacción supondría un efecto disuasorio y una vuelta a los circuitos de la economía real de una cantidad ingente de ingresos.

 

Por último, es necesario que siempre quede muy claro que la existencia del pueblo no puede ser función del orden económico sino que garantizar dicha existencia es condición y presupuesto para que un cierto modelo sea o no aceptado. Es preferible «crecer» menos antes que, por ejemplo, fomentar la invasión del país por extranjeros inasimilables aduciendo razones de tipo macroeconómico o arruinar las condiciones de vida de los trabajadores en aras de una mayor «flexibilización» del mercado de trabajo.

 

Pero no creemos que la referencia a la inmigración tenga que ser constante; tan sólo es una manifestación más del proceso en el que estamos sumergidos. En realidad el caos ocasionado por la economía moderna puede verse en todos los ámbitos de la vida. Como dijera Creus Vidal, «nuestras ciudades, donde edificios particulares dominan la Catedral (que concreción de los Sobrenatural, debía dominarlo todo), son altamente irracionales y demuestran, con su desorden exterior, el desorden de las almas. Pero es aún más irracional el aspecto exterior de los exponentes característicos de una ciudad moderna. En todas partes, pero sobre todo en las principales plazas, encontramos, no edificios religiosos o sociales (vida sobrenatural y aspectos superiores de la natural) sino grandes establecimientos que ofrecen y muestran, en dorados escaparates, comidas y objetos en medio de una inundación de luz y anuncios ¿Es que en la vida son lo principal los productos del cerdo que se expenden en la charcuterías, los bombones, los zapatos, los relojes, las drogas, los trajes? Así lo creería cualquier habitante de otro planeta que cayese en las plazas y avenidas de las modernas ciudades. Toda la vida moderna consiste en luchar desesperadamente para vivir, trabajar para trabajar, ni siquiera aún para gozar, en medio de una exposición de cosas bonitas que a menudo tienen el carácter de chuchería»(14).

 

Este mundo-bazar del que nos habla Creus Vidal es el mundo-hormiguero al que conduce una antropología basada solamente en presupuestos de puro lucro material. No es sólo que el género humano haya elegido la vía del error y la estupidez, sino que, mucho más siniestro, un grupo de hombres han escogido conscientemente, como herramienta de dominio, la denigración del ser humano hasta convertir a la inmensa mayoría de sus congéneres en puros y simples consumidores.

 

Los hombres llamados a revertir esta situación deberán tener, junto al conocimiento técnico necesario, una fe inquebrantable en la capacidad del espíritu para regenerar el caos y devolver a la vida a tantos «consumidores» que no son en realidad más que verdaderos muertos vivientes. Como siempre recordamos, la vida se hace de dentro hacia fuera, y en consecuencia son las almas y los corazones lo primero que hay que conquistar.

 

 

José Luis Pardo

 

Articulo aparecido en la revista Tierra y Pueblo nº 15.

 

 

 

Notas:

 

1. La Razón, 25 de marzo de 2007, p. 6.

 

2. Funes Robert M. (1997) La lucha de clases en el siglo XXI. ESIC Editorial, Madrid, p. 65.

 

3. Streitfel D, «U.S. Labor is in retreat as global forces squeeze pay and benefits», Los Angeles Times, 18.10.2005.

 

4. Mandel M, Dunham RS, «Can anyone steer this economy?» BussinessWeek, 20.11.2006.

 

5. García Cuenca E. (2004) Organización Económica Internacional, Pearson D.L., Madrid.

 

6. Toribio JJ, Inmigración y mercado de trabajo», Expansión, 27.8.2002.

 

7. Informe sobre inmigración y transformación social en España. Servicio de Estudios Económicos de la fundación BBVA, 3.3.2005.

 

8. Taillac M., «El dinero de los emigrantes sostiene las economías de América Latina». El País, 31.1.2006.

 

9. Real Instituto Elcano, Anuario de América Latina 2004-2005, Marcial Pons, Barcelona, 2005.

 

10. Mosher S. M., «Robbing the Poor: Underpopulation Strikes America», PRI’s Weekly Briefing, 3 de marzo del 2000. Vol. 2. No. 5.

 

11. Rockefeller J. D., Letter to the President and Congress, transmitting the final report of the Commission on Population Growth and the American Future, 27 de marzo de 1972.

 

12. Kasun J., The War Against Population, San Francisco: Ignatius Press, 1988, pp.163-166

 

13. Angier N., «Do Races Differ? Not Really, Genes Show», New York Times, August 23. 08. 2000.

 

14. Creus Vidal L., Paganismo y cristianismo en la economía. Ediciones antisectarios, Burgos, 1937, p. 376.

 

La herencia bizantina en el arte ruso.

La herencia bizantina en el arte ruso.

El martes 29 de mayo de 1453 cesó el estertor rugido de las bombardas otomanas, tras el último zumbido de la artillería sitiadora, rugía el caótico griterío de la multitud jenízara que había conseguido abrir brecha en la otrora invencible muralla de la ciudad. Constantinopla caía, y con ella lo hacía el trasnochado vestigio bizantino, perdiéndose en su ingravidez, tal vez, el rescoldo de la cultura clásica, y abriendo al mismo tiempo una nueva edad para la periodización tradicional.

 

       Discutido o no el término, los efluvios decimonónicos tendieron a identificar con lo bizantino todo ese maremagno de obras adscritas a la escuela artística oriental, mera idealización de la dialéctica de Occidente; en realidad, por Bizancio entendemos primero una estructura sociopolítica caracterizada por el legado del Estado romano y, en segundo lugar, por la que quizá sea la síntesis más perfecta de la civilización helénica y la religión cristiana. Comprender el arte de este período significa retrotraerse a la manida clasificación estilística: período paleobizantino, primera edad dorada, período de tinieblas, segunda edad de oro  y período deuterobizantino, aglutinante éste tanto del celebérrimo renacer paleólogo como de la decadente fragmentación imperial. El hilo cronológico tiene su origen en la fundación de Constantinopla un día 11 de mayo del año 330, se enreda varias veces en esas patas del tresillo de la continuidad del Imperio romano, vuelve a enfarragarse en los vericuetos del iconoclasmo, se anuda con las incursiones islámicas y sigue la tortuosa senda de la ruptura, por momentos más o menos evidenciada, con el ámbito cristiano occidental.

       Una antigua profecía sobre la ciudad proclamaba que la Constantinopla victoriosa resistiría el envite de sus enemigos mientras la luna brillase en el cielo nocturno. La noche del 24 de mayo de aquel aciago 1453, sobre la urbe tuvo lugar un eclipse lunar. Sin duda, fue un mal presagio; pero al final, la historia nunca queda exenta de presagios. La propia ubicación de la ciudad de Constantino en un emplazamiento de fácil defensa, su disponibilidad para diseñar una administración centralizada y el control de los mares Negro y Egeo, así como del tránsito entre Europa y Asia, ya fue tomado desde su fundación como augurio de buenas esperanzas. No olvide el lector que la nueva Roma fue colonia megarense hacia el 658 aC., ciudad con Septimio Severo cuando le pareció oportuno y, a partir del año 324, sede predilecta del vencedor de Licinio. En este punto, el del ritual de fundación junto a las azuladas olas del Mármara y el promontorio del Cuerno de Oro, plenamente pagano, y en el de la importancia de la figura del emperador, gran autócrata y basileus triunfante, reconocemos aún el testigo de esa Tardo Antigüedad que ni los vástagos de Teodosio, ni siquiera la división del Imperio pudieron soterrar en el olvido. El largo paréntesis de esplendor de Justiniano (527 – 565) durante el cual las tropas bizantinas devolvieron el sentido primigenio al Mare Nostrum, también ofrecerá obras continuadoras de lo antiguo cuando el Occidente se hundía ya en las tenebrosas ciénagas de la barbarie. Baste recordar la pléyade de iglesias que adoptaron el esquema de planta basilical como las de Alahan Monastir en Cilicia, la de Ilissos en Atenas, o la de Qasr – ibn – Wardan en Siria, pero el erudito no perdonará en este breve catálogo arquitectónico la ausencia de templos como los de los Santos Sergio y Baco (526 – 536) o la célebre Santa Sofía (532 – 558), ambas en Constantinopla. O los iconos o retratos áulicos, que representan en bajorrelieves la dignidad hierática, la profusa solemnidad o la frontalidad severa tan sólo, buen ejemplo de ello es el Políptico Barberini, hoy en el Museo del Louvre. Las artes figurativas, esos mosaicos desperdigados por tierras italianas, bizantinas o sirias brillarán con luz propia durante esta sexta centuria.

       El siglo VIII será el de la anarquía y el desorden. Búlgaros y árabes amenazan el Imperio, las fronteras se debilitan y sólo una genialidad geoestratégica de León III el 15 de agosto de 717 logra poner en fuga a los islamitas. Pero el conflicto que agrave la maltrecha situación del Imperio Oriental, será de índole civil: el enfrentamiento entre iconodulos o partidarios del culto a las imágenes y sus acérrimos opositores, los iconoclastas. La capacidad creadora queda reducida, las limitaciones económicas exigen severidad pero, al mismo tiempo, se precipita la helenización caracterizadora de la cultura propiamente bizantina, el griego sustituye inexorablemente al latín.

       La etapa más importante del arte bizantino tiene lugar después de la restauración del culto a las imágenes (843), hasta el saqueo de Constantinopla (1204); durante este período se suceden dos dinastías, la de los macedonios (867 – 1056) y la de los comnenos (1081 – 1185) y tendrá lugar el cisma eclesiástico (1054), acontecimiento definitivo en su distanciamiento con Occidente. La indisciplina del ejército repercutirá en la pérdida de cuantiosos territorios, la disensión interna dio alas a venecianos y genoveses, y éstos, después de haber alentado la codicia de los cruzados, el 14 de abril del infausto 1204, propició que la soldadesca cristiana se repartiese las más grandes obras del arte bizantino como botín de guerra.

De todas formas, la irradiación de esta cultura influenciará notablemente en la periferia: tanto en Armenia, con la catedral de Ani (990 – 1020), como en Georgia, cito como ejemplos la iglesia de Nikortsminda o los frescos de Anténi, o en Rusia. El caso ruso es excepcional: la conversión del príncipe Vladimir al cristianismo supondrá la adopción de la manera moderna, como se calificaba a la cultura helenizante. Cuando los rusos dejaron de construir sus templos de madera, importaron formas arquitectónicas de Constantinopla (Iglesia de la Koimesis o Santa Sofía, ambos en Kiev). La emulación de Jaroslav (1019 – 1054) y sus sucesores, con obras como Santa Sofía de Novgorov, San Demetrio o el icono de la Virgen de Vladimir, mantuvo vivo ese nexo de unión entre lo bizantino y lo eslavo. También en Serbia, en Sicilia o en la misma Venecia repiquetearon esas luminiscencias del Bósforo; por eso cuando la bocana humeante del gran cañón que apuntaba a los muros de Antemio hizo su primer disparo aquel 6 de abril de 1451, la cristiandad entera tembló. Occidente se conmocionó cuando en esa tarde de finales del mes de mayo de 1453, el sultán Mehmed II hizo su entrada triunfal en Santa Sofía; después la media luna tomó la basílica, convirtiendo el templo ortodoxo en mezquita. Ex tenebris, lux: la caída de Bizancio propició el renacer cultural de Europa.

 

R. G Girón

 

 

 

 

Te lo digo a ti.

Te lo digo a ti.

Dedicamos el presente artículo al camarada Luigi Ciavardini, antiguo militante del Fronte de la Gioventú del MSI , Terza Posizione y de los Nuclei Armati Rivoluzionari (NAR). Acusado de haber participado en el brutal atentado de la estación de Bolonia, sin la menor prueba y tras un proceso ausente de las mínimas normas y garantías jurídicas, el gobierno italiano ha convertido su persecución es una cuestión de Estado con la que ocultar lo realmente ocuurido durante aquellos «años de plomo». Para nosotros, es una obligación moral poner en conocimiento de nuestros lectores el caso –paradigmático– de Luigi Ciavardini como testimonio de volutand y entereza y como símbolo de toda una generación de militantes italianos, sin duda la más valiente, entregada y combatiba habida en Europa desde 1945.

 

 

A ti diputado, honorable, político, de la CdL que hablando en favor de Luigi Ciavardini  te has quedado contento por poder demostrar que en el fondo, muy en el fondo no habias traicionado.

 

Te lo digo a ti, burgués de la sociedad del bien estar, inteligente y moderado radical de destra, que normalmente no te mezclas con la chusma embarazosa del frente de calle, pero que sin embargo te sentías tan adulado de ser acompañado por el apuesto Luigi, presentándolo en las tertulias de salón del ambiente negro: ¡quedaba tan chic!

 

Te lo digo a ti, periodista que has aprovechado la ocasión para escribir finalmente un artículo que te de una cierta garantía de manera que puedes superar un poquito el complejo de inferioridad que sientes hacia los colegas de izquierdas que hasta ahora te miraban de arriba a bajo, y que continúan haciéndolo...

 

Y no te lo digo a ti, camarada que organizando encuentros y conciertos quizá has pecado de vanidoso y te has sentido importante porque él estaba junto a ti tratandote públicamente de igual a igual, y con su modestia y naturalidad de siempre no te hacía sentir la inmensa distancia que os separaba. A ti no te lo digo porque tú puedes hacer poco o nada. Y lo poco que puedes hacer imagino que lo harás en cualquier caso.

 

Pero lo digo a ti, hombre de Palacio, hombre de contactos, hombre de periodismo y de medios de comunicación que quizá has vivido aquel sabado en Roma entre aquella marcha de tres mil antorchas y te has sentido protagonista mientras en esta historia eras, y has permanecido siempre, en el mejor de los casos como un figurante, cuando no en un parásito.

 

¿Lo sabes, verdad? Sabes que un hombre inocente, un hombre valeroso, un hombre generoso, perseguido como ni tan siquiera Sacco y Vanzetti habrían imaginado que fuera posible, ha sido condenado dos veces en un mes contra cualquier evidencia, contra cualquier sentido de civilización jurídico, contra cualquier forma de respeto humano y sentido de la justicia.

 

¿Lo sabes, verdad? ¿Sabes que a este inocente, posiblemente, lo has hecho condenar también tú? Tú, como yo, como todos nosotros; porque sacar a la calle la Verdad contra el Abuso de poder no es nunca una cosa buena, no es nunca una razón de éxito. No lo es si esa acción no es apoyada por una continua, incansable, labor sea en lo político, sea en lo comunicativo; dirigida hacia todo, hacia todos, pero también y sobre todo hacia la Magistratura. Una labor que no se puede dejar, como se ha dejado, al comité la Ora dell Verità que sería como querer combatir una guerra mandando al frente sólo un infante.

 

¿Lo sabes, verdad? ¿Sabes que teniendo una aptitud mediocre, habiéndote dedicado sí pero tibiamente, estando presente a menudo sí, pero disimuladamente, sin haber verdaderamente creído, sin haberlo convertido en tu obligación prioritaria, cotidiana, irrenunciable, tu obsesión, también tú lo has condenado?

 

¿Y ahora qué hacer? ¿Lo dejas pudriéndose en la celda para acordarte de él en el mejor de los casos una o dos veces al año; en una conmemoración o antes de unas elecciones?

 

¿Dejas que sus hijos lleven el peso de su insoportable ausencia junto con el estigma de la infamia de hijos del masacrador, visto que no pueden ser considerados por lo que realmente son, húerfanos de la justicia?

 

Adriano Sofri, condenado después de siete procesos (dos más que Luigi) ha salido. Lo han sacado fuera. Y sin embargo tenía en su contra indicios contundentes; es más, para ser más precisos, auténticas pruebas, considerando que la acusación de complicidad es probatoria. ¡Y con respecto a Luigi no existía ni tan siquiera material para un aplazamiento a juicio!

 

Ahora tú me dirás: ellos son poderosos, ellos están organizados, ellos llegan a todas partes, ellos son convincentes.

 

Y yo te digo: lo importante es creer. Lo importante es llenar hasta sumergir al Presidente de la República –digo sumergir– con tus peticiones de gracia; una a la semana; sin que intervenga, no obstante, la autoconsideración burguesa a sugerirte ponderación, a hacerte temer el ridículo.

 

Lo importante es escribir un artículo cada semana, arriesgando de perder el puesto de trabajo.

Lo importante es hacer del grito «¡Libertad para Luigi!» el equivalente catoniano de “¡Cartago debe ser destruida!”

 

Lo importante es creer siempre, durante meses y quiza por años, sin nunca dejar de presionar. Lo importante es que a pie de página de cada intervención, octavilla, cartel, acontecimiento aparezca siempre la voz de «Libertad para Ciavardini».

 

Lo importante es poner reparo a esta ignominia, aplacar esta insoportable injusticia.

 

No se puede hacerlo delegando en alguien, ni ocupándose superficialmente, de vez en cuando, con la complicidad de quien te guiña un ojo, entre un estrechón de manos y un guiño. Se conseguirá hacer algo si por el contrario esto se convierte en la primer y fundamental preocupación de cada individuo «creíble» como lo eres tú.

 

Lo he dicho a ti. Ahora toca a ti responderme, respondernos, responderles. O te dedicas ha hacer de esto un caso Sofri o es mejor que desaparezcas en un cubo de basura porque si no tienes el valor, la tenacidad, la constancia, el amor y la rabia como para hacer un caso Sofri entonces eres peor de aquellos que lo han condenado porque no tienes ninguna dignidad.

 

Los tiempos son siempre más difíciles, ¡aquí sirven hombre en pie! ¡Como Luigi!

 

Gabriele Adinolfi 

 

Panteon Astur

Panteon Astur

Me he animado a escribir un pequeño artículo sobre los dioses astures, nuestros amados dioses, olvidados, (pero no del todo) durante mucho tiempo bajo el cristianismo que fue introducido en Asturias allá por el siglo VII. Lo cierto es que muchos historiadores, ( y no tan historiadores) se han dedicado a negar el pasado celta de esta tierrina nuestra, apoyándose en que no hay documentos fiables que lo demuestren... (es que nosotros, los astures, siempre fuimos vagos para escribir) Bromas aparte, es cierto que no existe una documentación tan sólida como la que se cuenta para las costumbres, Historia y religión de los antiguos galos, pero negar la tradición céltica de Asturias así sin más es un poco bestia. Existe en esta tierra una controvertida polémica sobre el "asturianismo": por un lado, el nacionalista trasnochado, que defiende la oficialidad de un bable que solo se habla en bares (porque el auténtico bable se ha perdido) y por otro el antinacionalista miedoso, que, ante cualquier posible amenaza separatista, echa por tierra todo el pasado celta astur.

Afortunadamente, algunos historiadores de los de verdad, han sido conscientes en las últimas décadas de que toda aquella rica tradición no se perdió en el olvido (por eso dije que "no del todo") sino que permaneció latente en el arte, la mitología (xanes, nuberus, trasgos...) y en los topónimos, por ejemplo.

 Hoy en día ya se sabe que existió un firme culto a un panteón astur... el único problema radica en si ese culto estaba asentado en cada comunidad, gentilicio y región, o si bien cada zona de Asturias tenía sus propios dioses. Se sabe que el culto a muchos de nuestros dioses fue "general", como es el caso de Lugh, o Taranos... Otros no está tan claro.

También se mantiene en pie la hipótesis de una organización religiosa... No basada en el druidismo, como ocurría en algunas regiones del centro de la Galia, pero sí que existieron sacerdotes, tanto de uno como de otro sexo. Una de las principales dificultades que se tiene a la hora de estudiar la religión astur, es que, como todos bien sabéis, no había templos que dejaran su testimonio. El culto a los dioses se practicaba en lugares abiertos, sobretodo al lado de  arroyos y manantiales, cuevas, árboles...

 Existen numerosos estudios sobre las funciones del panteón indoeuropeo, origen de las creencias celtas (supongo que todos sabréis ya que los celtas no son un invento irlandés, sino que llegaron desde Bielorrusia) y ya se ha demostrado que existe concordancia entre los datos sobre la cultura castreña gallega y esta tesis.  Estas eran las funciones en la jerarquía divina de los pueblos indoeuropeos (Dumézil, 1966):

- Dioses protectores del poder político y sacerdotal

- Dioses protectores de los guerreros

- Dioses de la tercera función, la productiva: protectores de agricultores, ganaderos, etc.

 En resumen: No se ha desvelado por completo TODO el intrincado sistema de culto de nuestros lejanos abuelos, pero ya tenemos unas piezas muy valiosas. Aquí os pongo ahora unos datos sobre nuestros dioses.

 LUGH. El culto a Lugh, protector de la autoridad política, está extendido por toda Europa.  La mitología irlandesa se ha currado bastante la imagen de Lugh... Aquí los romanos, efectivamente, lo asimilaron con el dios Mercurio... Pero hoy en día sabemos que no tenía nada que ver el uno con el otro. Para todos aquellos que duden de la presencia de Lugh en nuestras tierras hispanas, que piensen en topónimos: Lugo, Lugo de Llanera, Lugones... Un pequeño paréntesis: La organización social astur se basaba en una agrupación de "gentilidades". Una gentilidad, (o tribu, más o menos) era la agrupación de los descendientes de un antepasado común; compartían entre ellos unas tierras, y contaba con la presencia de un jefe o consejo, que era electo. Un grupo de gentilidades se agrupaba en torno a un "pueblo", o grupo étnico en general. En el mapa se puede ver... un poquito. ¿A qué viene el rollo? Uno de esos grupos étnicos eran los Luggones y se consideraban descendientes de Lugh.

 TARANOS. Estrabón lo equiparó a Ares. Su culto extiende también a las Galias y a Germania. Su nombre quedó impreso en algunos topónimos de Asturias: Taraño, Taraña, Taranes, Tárañu... El geógrafo griego explicó (no está muy clara la veracidad) que los cántabros y astures celebraban hecatombes en su honor. A él estaba consagrado el caballo, el famoso asturcón, presente en toda batalla.

 ARAMO. ¿Hace falta buscar derivados? Tenemos la Sierra del Aramo. Se le creía vinculado a un significado muy interesante, pero no muy específico: El cruce de caminos, una bifurcación, una decisión... (?)

 TILENUS. Para los de León, que conocéis mejor que yo el Monte Teleno... El dios protector de la agricultura y la economía.

 VINDONIUS. También relacionado con la riqueza material, en la Galia fue asimilado con el dios Apolo.

 CERNUNNOS. Harto conocido también, creo que sobran las explicaciones. Se ha asimilado con la Sierra del Cermoño y Cermuñu. Cuando comenzaron a aparecer las primeras representaciones gráficas de Cernunnos, este era siempre representado sosteniendo un torque en la mano derecha y una serpiente en la izquierda. El torque de oro es un símbolo de poder y riqueza, mientras que la serpiente representa la Abundancia y la fertilidad.

 Este es el que a mí me resulta más interesante... Al contrario que los británicos, aún no se ha adscrito un panteón femenino propiamente dicho. No hay testimonios de nombres como Morrigan, Freya, etc. Sin embargo, sí está testimoniada la existencia de la divinidad femenina. Solamente conozco un nombre:

 DEVA. La traducción más literal para esta voz celta es, según el filólogo de la Universidad de Oviedo Martín Sevilla, es Diosa. El nombre Deva se relaciona con diversas corrientes de agua en Asturias: los ríos Deva, en Gijón, Deva también en Cangas de Onís y Deva entre Asturias y Cantabria. La Deva es el nombre de un islote en la desembocadura del Nalón, también. Y por lo que he oído, el culto a una Virgen en Deva (Gijón) con su correspondiente iglesia, etc. se fundamenta en el antiguo culto a la diosa que se practicó en ese lugar... hace mucho, mucho tiempo...

 

Sylvia V.M.

TUATHA DÉ DANANN: Contra la manipulación del Celtismo

TUATHA DÉ DANANN: Contra la manipulación del Celtismo

ar sin tangatar Tuatha Dé
ar Feraib Bolce ba buan gné;
rugsat tre maithes amuigh
a bflaithes ona Feruibh

Después los Tuatha Dé vinieron
sobre los Fir Bolg, una débil gente;
con magia ganaron en los campos
a los Fir Bolg su reino.

Leabhar Ghabhala VI, 89, l.


Hace ya algún tiempo, en un artículo publicado en Terra Nostra sobre el lobo en la tradición céltica, llamábamos la atención sobre lo erróneo de los sistemas de interpretación modernos aplicados a las tradiciones y mentalidades arcaicas, basados en los esquemas de pensamiento desarrollados en el siglo XIX, hijos (engendros más bien) surgidos de las entrañas de la Ilustración. Mediante prejuicios como el primitivismo y el totemismo o conceptos como tabú o maná, se intentaban explicar realidades espirituales, anímicas, conceptuales, rituales, etc., que nada en absoluto tenían que ver con ellos. Pero estas visiones del pasado, propias como hemos dicho de los planteamientos teóricos del XIX, resultaban hasta cierto punto inocuas mientras se mantenían encerradas en el restringido ámbito de los especialistas. Síntoma de un estado mental particular del Occidente contemporáneo, pero poco más. 
Sin embargo, la propia evolución (involución) de Occidente, puesta de manifiesto tanto en la renuncia a la dimensión de lo sagrado por las ideologías dominantes (del liberalismo al marxismo, del positivismo al psicoanálisis) como en el «aggiornamento social» de la Iglesia Católica tras el Concilio Vaticano II, ha producido en amplios sectores de población un proceso de búsqueda de opciones religiosas, con mucha frecuencia pseudoreligiosas, alternativas que pudiesen dotar de un sentido integral a la existencia de individuos cada vez más desarraigados y aislados en el seno de nuestras sociedades. Así, se abre camino a aquella segunda religiosidad de la que hablaba Spengler. Miles de sectas, de maestros de religiones a la carta, se ofrecen en el supermercado del alma de un Occidente moribundo. Nacidas esencialmente, pero no sólo, de los pantanos de la teosofía y el espiritismo, nuevas doctrinas salvíficas (o satanistas) surgen por doquier. Y es en este contexto en el que muchos vuelven su mirada hacia las Tradiciones orientales o hacia las occidentales ya desparecidas. Pero la visión que de las primeras llega al occidental medio no es sino una profunda tergiversación (en muchos casos una verdadera inversión de sentido) surgida de ambientes teosofistas, mientras que la de las segundas, desaparecidas tras la cristianización, se añade a este mismo problema las teorizaciones de iluminados que proyectan sobre el pasado sus propios fantasmas. Es el caso de la Tradición céltica. Como escriben F. Le Roux y Ch. J. Guyonvarc’h, estas elucubraciones dan origen a «...una literatura que pretende legitimar mediante los celtas los fantasmas más libidinosos del subconsciente moderno». Porque, efectivamente, entre las europeas ha sido la Tradición céltica la que ha sufrido el mayor proceso de manipulación y tergiversación en los dos últimos siglos. 
Es en el contexto de esa amalgama que recibe el nombre de New Age, donde se van a producir las mayores aberraciones sobre la percepción de lo sagrado y la sociedad célticas. La relectura de los mitos gaélicos, galeses y bretones en clave feminista o psicoanalítica ha traído una absoluta falsificación, propagada por la novela, el cine, la televisión e incluso alguna cátedra universitaria. Este proceso comenzó, no podía ser de otra forma, por la interpretación de la materia artúrica para ir retrocediendo en el tiempo y, hay que decirlo, en paralelo a la popularización de la teoría de la Old Europe de Marija Gimbutas, hasta llegar a presentar la antigua Céltica como un paraíso matriarcal e igualitario. La pervivencia en los manuscritos, redactados por monjes cristianos patriarcalistas, de tal cúmulo de personajes femeninos, diosas y mujeres, en roles destacados en el ámbito social no sería sino el eco, imposible de acallar, de una era, no ya de igualdad sino de clara supremacía femenina. Basta leer Las Nieblas de Avalón, o ser capaz de soportar su versión cinematográfica, para comprobarlo. Este mundo matriarcal o, mejor, ginecocrático, habría estado imbuido de una espiritualidad respetuosa con la «naturaleza» y con «el otro», pacífica y pacifista, donde el amor universal y el buen rollo cósmico habrían hecho las delicias de los intoxicados de Woodstock. O de nuestro Presidente del Gobierno. Los celtas habrían sido, así, una especie de hippies, algo brutos, regidos y guiados por unas mujeres sabias y desinhibidas, a lo Angélica Huston o a lo Vanesa Redgrave, cuya cultura habría sido destruida por unos romanos claramente mussolinianos. 
Sobre estos cimientos se ha creado todo un merchandising (porque hablar de una construcción doctrinal nos parece un abuso) de «magia celta», «medicina tradicional celta», «espiritualidad y reencarnación celta» o «viajes con beleño celta»… En resumen, los celtas, nuestros ancestros junto a latinos y germanos, convertidos en una patética caricatura para consumo de tarados. 
Sin embargo, el mundo céltico fue profundamente diferente. Radicalmente indoeuropeo, su vía hacia la trascendencia posee en palabras de P. Baillet un «… carácter primordial, profundamente arcaico. Ya que, tras haber estudiado los principales mitos célticos, las funciones de los diversos dioses, el estatuto del druida, la concepción céltica de la soberanía y de la realeza, la medición del tiempo entre los celtas y numerosos símbolos profundamente significativos, se queda sorprendido precisamente por la pureza tradicional de esta civilización». Pureza tradicional indoeuropea como veremos.
Adentrarse en el bosque de la Tradición céltica constituye una empresa ardua pero fascinante , y pretender aquí hacer un mero bosquejo global sería imposible. Sólo, y como contraste a las necedades vertidas sobre ellos, vamos a hablar de uno de los elementos fundamentales sobre los que se levanta la epopeya céltica en Irlanda: los Tuatha Dé Danann.
Son varios los puntos de vista que se pueden adoptar a la hora de interpretar el material mitológico irlandés que nos ha sido preservado , pero sin olvidar que estos puntos de vista son complementarios entre sí y simplemente ponen el acento en una de las diferentes valencias simbólicas del mito. 
En efecto, J. Evola, considerando la sucesión de invasiones míticas de Irlanda que se narran en el Leabhar Ghabhála Éireann como reflejo de la sucesión descendente de Edades, escribe : «Aquí, en el desarrollo de la saga irlandesa, aparece una tentativa de restauración “heroica”. Se trata del ciclo de los Tuatha dé Danann (…) Por una parte se dice que esta raza llega a Irlanda venida “del cielo”, de ahí, según el Leabar na hvidhe, “su sabiduría y la superioridad de su saber”; por otra parte, su conocimiento sobrenatural se supone que lo adquirió en la región hiperbórea. Las dos versiones no se contradicen, sino que se complementan recíprocamente, ya sea porque, según la saga, la raza de los tuathas desciende de supervivientes de la raza de Neimheidh, que se habían dirigido a la tierra hiperbórea o atlántico-occidental precisamente para aprender las ciencias sobrenaturales, y de ahí también procede una relación con algunos objetos místicos (…) La raza de Neimheidh es la “celestial” y “antigua” que acabó siendo arrollada por un ciclo titánico, y el sentido del conjunto es que probablemente se trata de un contacto reintegrador con el centro espiritual originario –celestial y, en la transposición geográfica del recuerdo, hiperbóreo o atlántico-occidental–, convenio que reanima y da sentido “heroico” a la nueva estirpe, a los Tuatha dé Danann, que vencen de nuevo a los fomores y razas afines –los Fir Bolg– y se adueñan de Irlanda. El jefe de los tuathas, Ogme, es un personaje “solar” –Grian Ainech– con rasgos similares a los del Heracles dórico. Él conquista Irlanda con la espada del rey de los fomores». 
La era de los Tuatha en Irlanda, que había dado comienzo con el desembarco en Irlanda el día de Beltaine, día de la consagración de la primavera y por tanto símbolo evidente del comienzo de una nueva posibilidad, del «ciclo heroico» que nos habla Evola, finaliza, como es sabido, por la conquista de Irlanda por los «Hijos de Mil» ancestros de los irlandeses históricos y herederos en gran medida de los Tuatha Dé Danann. Éstos ceden la soberanía a los conquistadores y desaparecen según algunos textos adoptando una forma invisible como habitantes de palacios «subterráneos» o de cavernas inaccesibles, según otros regresando a su patria, a Avalón. Ambos destinos simbólicamente equivalentes: representaciones del centro primordial que se ha vuelto oculto e inaccesible.
Avalón, nombre que procede del címrico afal, manzano, es la Isla de los Manzanos, que evoca inmediatamente a la isla de las Hespérides donde Heracles consigue las manzanas de oro en su combate en conquista de la inmortalidad. En la tradición céltica, este centro, cuyas manzanas son alimento inagotable, es isla de «mujeres», Tír inna mBan, que otorgan a los héroes la inmortalidad, pero también, Avalón es la «Isla Blanca», isla polar y solar, la isla que en la Tradición indo-aria recibe el nombre de sveta-dîpa, sede de Visnú. 
Pero durante su dominio sobre irlanda los Tuatha poseen y emplean cuatro objetos estrechamente relacionados con la enseñanza allí recibida: la piedra fatídica, la lanza de Lug, la espada de Nuada y el caldero de Dagda: «Desde Falias se trajo el Lia Fáil, que Lugh había tenido en Temair; éste solía gritar en la coronación de cada rey irlandés, desde la época de Lugh Lámfhada hasta la época del nacimiento de Cristo, y nunca más ha vuelto a gritar (…) Gorias trajo la lanza que tuvo Lugh; ninguna batalla se pudo mantener contra él teniendo la lanza en la mano. Finias llevó la espada de Nuadha, nadie pudo sobrevivir después de ser herido por ella. Por Murias fue llevado en caldero de Dagda, del que nadie quedaba insatisfecho» (Leabhar Ghabhála Éireann VII, 91) .
Estos objetos resurgirán como elementos axiales en el ciclo del Grial de la misma manera que la sede de éste, Camelot, estará en relación directa con Avalón, resultando evidente la valencia iniciática subyacente a la materia de los Tuatha Dé Danann, fuente directa de la que en un contexto exteriormente ya cristianizado resurge un nuevo «ciclo heroico», el ciclo de Arturo . Y ya sólo por sí esta valencia iniciática situaría la epopeya irlandesa en las antípodas de toda cultura matriarcal o ginecocrática . 
Pero otros puntos de vista nos permiten centrar el pensamiento que se plasma en la materia de los Tuatha Dé Danann dentro de las categorías trifuncionales indoeuropeas, como ya en su tiempo intuyó Geoffrey Keating al interpretar Tuatha por los nobles, Dé por los druidas y Danann por los artesanos (los Aesdana), intuición, por lo demás, etimológicamente impecable. Como recuerda P. Mac Cana evocando a Joseph Vendryes: «El mismo Dumézil aducía muchos otros casos de presencia en la tradición irlandesa y galesa de mitos indoeuropeos y de estructuras ideológicas que presuponen la existencia antigua de un complejo sistema de doctrinas socio-religiosas conscientemente preservado y cultivado durante muchos siglos (…) “La persistencia en los dos márgenes del dominio indoeuropeo, en el extremo este y el extremo oeste, de un vocabulario tan fuertemente ligado a la organización social, a los actos, a las actitudes o a las representaciones religiosas, sólo se concibe si se han conservado al mismo tiempo importantes fragmentos del sistema de pensamiento prehistórico al que pertenecieron en tiempos estas nociones”» . Siguiendo los senderos desbrozados por G. Dumézil, F. Le Roux – Ch. J. Guyonvarc’h y J. Markale han explorado las pervivencias de este esquema indoeuropeo alcanzando conclusiones análogas pero no idénticas. Aunque tanto unos como el otro son categóricos al afirmar la naturaleza indoeuropea del pensamiento religioso céltico. Escribe Markale (op. cit., 72): «Los Tuatha Dé Danann representan por sí solos la totalidad de la sociedad indoeuropea, su idealización, es decir, en el espíritu de la tradición druídica el modelo divino que los hombres deben aplicar».
Según Le Roux y Guyonvarc’h, y sin entrar en los detalles de su explicación , la distribución de funciones entre las diferentes figuras mitológicas daría como resultado el esquema siguiente: Dagda, representaría la función sacerdotal, Nuada y Ogme, repartiéndose los niveles real y guerrero de la segunda función, mientras que Diancecht, Oengus y Mac Oc se encuadrarían dentro del ámbito de la tercera función. Lug Samildanach (Politécnico) asume y trasciende todas las funciones y Brigit (figura femenina análoga a la esposa única de los cinco Pandavas de la epopeya indoaria) hija de Dagda es el aspecto femenino de la soberanía sacerdotal y guerrera y vela por este motivo sobre la tercera función. Pero no sólo el pensamiento trifuncional. También el lenguaje poético tradicional aplicado por los poetas a las figuras de los Tuatha procede del reservorio ancestral indoeuropeo como evidencia Stefan Zimmer al analizar los paralelos formales y simbólicos en las literaturas tradicionales sánscrita, palî, avéstica, griega, latina, rusa e islandesa del epíteto lámfhada, «mano larga» con el que los textos califican a Lug . 
El origen indoeuropeo del universo mental céltico se constata igualmente en todos los ámbitos a los que dirijamos nuestra atención. El valor simbólico de las diferentes figuras femeninas lo atestigua igualmente, tal y como queda evidenciado en este párrafo de P. Baillet que no nos resistimos a transcribir: «Entre los celtas, la soberanía temporal, indispensable elemento de mediación entre los hombres y los druidas –estando éstos más cercanos a los dioses que a los hombres– es de esencia masculina y está encarnada por el rey. Pero la Soberanía autentica está personificada por una mujer, no por que los celtas adorasen a una Diosa Madre, como quisiera la interpretación naturalista, perteneciendo así a una civilización de tipo “ginecocrático” sino porque la Soberanía, análoga a la tierra, se renueva constantemente sin sufrir ninguna contaminación: “Según la definición de la reina Medb, el rey debe ser ‘sin miedo, sin envidia, sin avaricia’, mientras la propia reina no queda jamás ‘sin un hombre a la sombra de otro’ ya que si el rey es temporal y es susceptible de ser sustituido, la Soberanía, siempre joven y siempre virgen, por la belleza seductora y esplendorosa, permanece eterna como el principio que representa y encarna”. Protagonista de la primera conquista –fundadora, ahistórica, más allá de toda clasificación– de Irlanda, Banba constituye el ejemplo de esta doctrina de la Soberanía, ella que “reaparece en la narración de la quinta conquista como una reina de los Tuatha dé Danann, testimoniando la continuidad de su presencia y su identificación con la tierra de Irlanda”. Esta gran figura de la Soberanía, central en el “Cortejo de Etain”, a veces se la reduce por obra de exegetas poseídos por el psicologismo moderno “al nivel de un banal afaire sentimental”. Ahora bien “Etaine no es ligera ni está enamorada en el sentido humano del término: por el contrario es la Soberanía, divinidad femenina única, esposa poliándrica de los dioses soberanos». 
Porque, en efecto, es un simbolismo muy preciso que pone en juego las diferentes cualidades de las, por así decir, «formas manifestadas», sea una roca, un árbol, un salmón, una mujer o un astro, lo que está detrás de todo el conjunto mitológico céltico. Reducir su sentido a simples valencias sentimentales, psicoanalíticas o naturalistas, por lo demás falsas, no es sino consecuencia de la miopía de la modernidad.
Otro problema que se plantea con frecuencia con relación a las diferentes conquistas míticas de Irlanda en general y a la de los Tuatha Dé Danann en particular es su posible relación con la llegada real de pueblos durante la prehistoria. Seremos muy breves. A nuestro juicio la posible materia histórica utilizada por los filidh queda completamente desdibujada por el verdadero sentido mítico, sagrado, de los textos que componen, de modo que son textos prácticamente inutilizables en ese sentido, salvo en la dirección que apunta J. Evola referida a los posibles recuerdos del abandono de las sedes hiperbóreas en el «prólogo a la Historia». Por lo demás, el proceso de indoeuropeización de Irlanda, comenzado en el periodo de las tumbas de corredor irlandesas, se consolida con la llegada de grupos relativamente densos pertenecientes a las Culturas del Vaso y con infiltraciones posteriores en los periodos del Bronce y del Hierro .
Hiperbóreos, los Tuatha Dé Danann constituyeron la expresión céltica de lo que en otras latitudes otros indoeuropeos denominaron, Devas, Olímpicos o Ases y Vanes. Angélica Huston y su Avalón de sufragistas bostonianas nada tienen que ver con todos ellos.
Olegario de las Eras

El sentido simbólico de la sardana

El sentido simbólico de la sardana

Todos los pueblos tienen sus señas de identidad culturales. En muchos casos, estas señales nacieron como proyección de una realidad espiritual. La fuerza de la Luz se tradujo en una serie de manifestaciones puntuales, adaptadas a cada pueblo y a cada territorio. Pasados los milenios se ha ido olvidando este sentido primigenio y ha quedado sólo una simple exposición de cultura popular.

 

Todo pueblo europeo nunca ha creado nada porque sí. Todo aquello que ha sido creado hace siglos y siglos tenía, en su origen, un sentido, una finalidad, un objetivo genuinamente espiritual y por extensión absolutamente simbólico. Era la reconstrucción plástica de un diálogo entre la Luz y los hombres, que se plasmaba en una simbología concreta: música, cuentos, danzas, arquitectura, pintura,... Hoy en día este sentido superior se ha perdido. Todo ha quedado reducido a unas simples expresiones festivas.

 

Siguiendo con este orden de ideas, ya podemos decir que toda danza, en su origen, es una exaltación de lo metafísico. Así la danza de Shiva llevaría implícita la unión del espacio y del tiempo. Toda danza europea encarna la energía de lo eterno. Quien la ejecuta, proyecta su propia divinidad.

 

Lo que nosotros haremos ahora con la sardana, se podría hacer con cualquier danza tradicional europea.

 

La sardana, danza catalana por excelencia, tiene un innegable origen pagano. Es, posiblemente, una danza diseñada por selectos círculos espiritualmente avanzados para mantener el recuerdo y la presencia activa de la Luz.

 

De entrada su forma circular nos habla de una danza solar, de una perduración del Sol Invictus. Su forma circular, en el mundo de lo simbólico, representa la perfección y la eternidad. La exaltación  del Sol siempre ha sido tradicional en las culturas europeas y en los pueblos guerreros y heroicos.

 

La estructura de la sardana forma un bloque, circular, pero un bloque, en el que se puede entrar libremente cuando se desee y pese a esta facilidad de hacer y deshacer el círculo, su estructura circular siempre queda intacta. Es como el Sol, presidiendo la llegada de nuevos hijos para su exaltación suprema. Es también el mismo sentido de las viejas cofradías de guerreros indoarias, la cofradía existe, aún cuando entre gente nueva o desaparezca gente caída en el campo del honor (así se denominaba tradicionalmente a lo que ahora, vulgarmente, se conoce como campo de batalla).

 

Es muy digna de mención la habitual alternancia, hombre y mujer, que se da en esta danza catalana. Es el símbolo del matrimonio cósmico, de la unión del cielo y la tierra. Esta alternancia de los dos sexos fusionados en un círculo compacto es, intuitivamente, una búsqueda del mito del andrógino. Este bloque representa una unidad. Al quedar superadas las partes, estaríamos delante de una superación de la propia dualidad. A otro nivel, a un nivel antropológico, se podría entender que esta alianza hombre-mujer es, en sus orígenes, una proyección armoniosa de la propia unidad clásica del colectivo étnico. En este caso, el catalán.

 

Esta alternancia de los dos sexos tiene un factor muy importante a tener en cuenta: el hombre da su mano derecha a la mujer. Cuando alguien quiere incorporarse a esta danza, jamás puede hacerlo solo. Siempre ha de entrar con pareja. Se ha de perpetuar la dualidad en la Unidad. Cuando se entra, sólo se puede romper el círculo por la izquierda del hombre o por la derecha de la mujer. Pero nunca se puede romper el círculo por la derecha del hombre.

 

Detengámonos un instante en este aspecto de la mano, que nosotros entendemos como especialmente valioso y metafórico. En una primera acotación, recordar que la mano derecha es con la que, habitualmente, el guerrero porta su arma y simbólicamente, es la señal de la virilidad. Pero ahondemos ahora en el sentido más hermético que subyace asociado a las manos. De entrada el apretón de las manos derechas ya estaba presente en Roma, era el Junctio Dextrorum, que a su vez había sido tomado del mitraísmo y era entendido como un acto excepcional y casi religioso. Hoy en día, dar la mano derecha forma parte de la costumbre inconsciente y del sin sentido que preside nuestro triste y escasamente imaginativo mundo moderno. Ahora la mano ha dejado de ser un arte selectivo, se regala al primero que pasa por la calle, al amigo, al enemigo, al perro, en nombre de la igualdad todo el mundo se considera en este derecho. Lo que antes era un privilegio y un honor, reservado a muy pocos, ahora es algo intrascendente. El darse la mano derecha volverá a tener un valor excepcional cuando el cristianismo inicie sus sangrientas persecuciones contra los europeos paganos o disidentes. Así, darse la mano, pasará a ser el símbolo que identificará a los wotanistas perseguidos primero y después a los cátaros.

 

Desde la perspectiva de la estricta tradición, las manos, entendidas como una alegoría, han estado muy presentes para indicar el ciclo de manifestación del espíritu. Éste se anuncia por dos caminos, diferentes en apariencia, pero iguales en el fondo, ya que el objetivo último es el mismo. Nos referimos a la vía de la Mano Derecha o Pravrttî-Marga, donde el espíritu absoluto se determina, se liga a formas y delimitaciones, que son las cosas y los seres visibles que conocemos y la vía de la Mano Izquierda o Nivrttî-Marga, donde el espíritu se desprende de todo lo que es finito y manifestado. Es el desapego de todo lo conceptual. Implica una cierta idea de retorno. Implica la muerte de todo lo anterior. Porque sólo en la muerte hallaremos el sentido de la eternidad. La primera vía lleva asociado el sentido creador, positivo y conservador de la manifestación. La segunda vía, es el camino de la no condicionalidad.

 

Con todo lo dicho, volvemos a constatar que nada en la danza catalana es casual.

 

El valor simbólico de lo numérico también está presente; los pies se acompasan en dos ritmos diferentes: tres puntos largos (que coinciden con las manos levantadas, en una clara invocación secreta y guerrera a los dioses antiguos o estableciendo una comunión perpetua con los inmortales) y dos de cortos (con las manos bajadas, en señal de unidad compactada de un pueblo que asume su principio de destino). Se combine como se combine la suma siempre da cinco. El tres es un número de gran valor hermético. Ya en Egipto era el número del rayo, del Ser-Vida, de la fuerza vital. Tres eran los dioses solares de los primeros indoarios (Surya, Savitar y Puschan). Este número preside la tríada hindú; Brahma (la potencia que crea), Vishnú (la potencia que conserva) y Shiva (la potencia que destruye). Tres eran los dioses solares grecorromanos (Helios, Febo y Apolo). Es el número pitagórico por excelencia. Es el número que expresa el sentido del hombre considerado en su totalidad (cuerpo, alma, espíritu). La división de la iniciación se da en tres grados. El tres sirve para formar el triángulo, símbolo de la sabiduría, porque es, al mismo tiempo, el símbolo de la unidad organizativa básica de todas las sociedades esotéricas. El cinco es el número hiperbóreo de los orígenes

 

El ritmo de los pies siempre ha de ser constante, como constante ha sido la tenacidad del alma europea, como constante ha sido la búsqueda de la Luz y la verdad, como constante ha sido el caminar del europeo por la historia. La constancia es, en el seno de las sociedades tradicionales, la clave de todo proceso de auténtica elevación espiritual.

 

Quien ha oído o ha bailado la sardana, una de las primeras cosas que le llaman la atención es su ritmo sereno, equilibrado, ordenado y exento de todo exceso. La idea de orden preside esta danza. Es una proyección serena del Orden supracósmico. Del Orden como eje superador de todo caos, como elemento vertebrador de la Luz, como constatación de uno de los principios claves en toda sociedad tradicional y guerrera. La naturaleza es uno de los máximos ejemplos de orden que tenemos ante nosotros. El Orden como principio cósmico y sentido supremo en el proceso iniciático. El orden como irrenunciable magia de los tiempos pasados.

 

Al concluir la danza, las manos enlazadas hacia arriba caen súbitamente hacia abajo, con una cierta energía; es la señal firme del fin de la ceremonia sagrada.

 

Todo círculo de danzantes de la sardana tiene un guía. Él indica como se inicia la danza (ya que no todas las sardanas comienzan del mismo modo), sigue el ritmo de la música y va indicando los cambios de ritmo que el resto tiene que ejecutar, el tipo de punto (largo o corto) y el final. El guía es el enlace entre la partitura de la orquesta y el círculo de danzantes. Tengamos muy en consideración esta relación entre el guía y la música. No olvidemos que la música hace, simbólicamente, la función intermedia entre lo material y lo indiferenciado. No olvidemos tampoco el valor altamente simbólico que se ha atribuido a los diferentes instrumentos musicales y a sus sonidos, desde tiempos remotos y que, por ejemplo, Novalis supo captar en sus narraciones. El guía hace todas las indicaciones con ligeros apretones de su mano derecha, esta señal es inmediatamente transmitida del mismo modo, uno a uno, y de forma rápida, al resto de danzantes. En pocos segundos el círculo se ha adaptado al nuevo cambio. Ello es la rememoración milenaria del guía, del jefe, del referente, del conductor de pueblos o del guía espiritual, todo ello es indisociable a sociedades genuinamente guerreras. Pocas danzas hallaremos donde la figura del guía sea tan preclara. Este guía en su origen podría ser la referencia a un iniciado, a un druida sagrado. Insistamos en lo significativo de esta sutil señal, efectuada por el guía del grupo; no deja de recordarnos un cierto secretismo, un cierto mensaje que se transmite siempre  pero de formas muy discretas. Es otro elemento que confirma que los creadores de esta danza no eran unos cualesquiera.

 

Esta danza se solía bailar, en épocas tradicionales, ahora ya no, con la peculiar vestimenta catalana, que no es ni más ni menos que una elegante proyección de los colores claves de la alquimia: rojo, blanco y negro. El rojo en la barretina o gorro frigio, que es exactamente el mismo gorro que acompañaba a Mitra y en la faja; también se puede detectar en algunos antiguos dibujos en el cuello, en forma de una cinta de terciopelo o seda, anudada. El blanco en los calcetines y camisa. El negro en las alpargatas, pantalones y chaqueta. Hagamos en este punto un más que significativo matiz. Estos calcetines llegan hasta debajo de la rodilla. Enlazando con los pantalones que comienzan justo debajo de la rodilla y que quedan sujetos en este punto por un dobladillo. La finalidad de ello es clara: remarcar al máximo la rodilla. Recordemos que la rodilla descubierta simbolizaba al iniciado. Así consta y se deduce de las esculturas de las catedrales medievales europeas (el camino de Santiago es una buena muestra de ello). Construidas por círculos de grandes maestros y que escondían un mensaje que iba más allá de la simple religión. En otras esculturas la rodilla aparece acusada, en otras, en trance de recogerse la túnica sobre la rodilla. Pero en todos los casos, el resaltar la rodilla, está asociado a un lenguaje críptico. Con todo lo dicho sobre la vestimenta catalana consideramos que el proceso de elevación espiritual, de conquista de la gnosis, de proyección hacia lo celestial, es claro. Aquello que está en contacto primero y permanente con el estadio más grosero de la materia (alpargatas, pantalón, chaqueta) es negro. Aquello que ha despertado a la Luz (corazón, que es el centro simbólico del espíritu) queda manifestado externamente por el color blanco de la camisa. La suprema proyección al cielo vendría dada por el rojo. Es la culminación del proceso de la Luz, se ha ido de lo más vulgar a lo más superior (la cabeza). En ella reposa el rojo de la barretina, en ella se manifiesta el color de la máxima realización espiritual. El proceso iniciático ha concluido. La liberación es un hecho. El inmortal ha logrado su objetivo.

 

A nadie se le escapan las coincidencias entre la sardana y las danzas griegas. Curiosamente griegas. La tierra del Olimpo proyecta su luz hacia Catalunya. La tierra que siglos después, quién sabe si siguiendo un mensaje secreto, conquistarían los almogávares para la corona catalanoaragonesa. ¿Tal vez buscando los orígenes? ¿Tal vez buscando la alianza con el pasado? ¿Tal vez intentando no perder el cordón dorado de la suprema espiritualidad? ¿Tal vez intentando reencontrar el heroico espíritu de Esparta? ¿Tal vez intentando descifrar el oráculo de Delfos o los misterios de Eleusis? Pero en realidad la pregunta clave es ¿quién crea la sardana? ¿quién es el inspirador de una danza tan extraordinariamente simbólica y ancestral en la tradición hermética europea? La respuesta académica son los griegos. Pero nosotros cuestionamos todo tipo de academicismos, nacidos al calor de la Revolución francesa. Y desafiando las tesis oficialistas nos interrogamos ¿y por qué no pudo llegar antes? Tal vez la sardana fuera un viejo mensaje, un Círculo Mágico, un dibujo simbólico, dejado por seres espiritualmente superiores, tal vez de los primeros que pisaron esta tierra catalana. Un mensaje que, en su intento por descifrarlo, nos obliga a ligar a Catalunya con las primeras oleadas indoeuropeas que llegaron a la península, con los celtas y sus misteriosos druidas, con Grecia y su portentoso saber, con los visigodos, con los cátaros y los templarios, con los sueños continentales, con la mística de los Pirineos, con la hegemonía catalana al frente del Mediterráneo, tomando así la herencia de la vieja Roma. Todo ello, en el fondo, no es más que el resultado natural del camino seguido por los descendientes de la vieja Atlántida y en medio, casi de forma invariable, ha estado Catalunya. Posiblemente, nosotros, ya hemos llegado al final de nuestro periplo, ya tenemos la respuesta. Allí, en la mítica Atlántida encontraremos las respuestas a esta mágica danza. Ahora, que busquen los supuestos “expertos”.

 

Por ello entendemos que no es casualidad que el poeta Maragall se interrogara sobre si ¿la sardana, es algo, también, del alma del paisaje? O que Verdaguer cantara una de las más maravillosas composiciones poéticas de Europa, invocando el nombre del Continente-Origen.

 

Tal vez, quién lo sabe, algún día, cuando Aquél que ha de llegar llegue, será descifrado rúnicamente, alquímicamente, la alegoría hermética que subyace en la sardana.

 

Mientras ese día llega ¡dancemos guerreros! ¡dancemos! y entreguémonos a la armonía, al orden, a la pulcritud, al calculado acompasamiento de esta danza, por que en ella vive la Vida, en ella reside el Misterio. ¡Búscalo!

 

 

 

 

                                                        ÀLVAR   RIUDELLOPS

 

Identidad

Identidad

El concepto nación tiene su herencia intelectual en el mundo ilustrado, su plasmación práctica en la jacobina Revolución francesa y su expansión  territorial va de la mano del liberalismo. La nación es un principio nacido en estrecha asociación con los intereses crematísticos del tercer estado. En unión indisociable del liberalismo y del capitalismo, el principio de nación se ha ido extendiendo por todo el mundo, llegando a ser  el actual elemento configurante del presente modelo político del planeta. Este concepto ha ido asociado a toda clase de tensiones, enfrentamientos, conflictos, desavenencias, luchas, genocidios, represiones y sangrientas guerras.

 

Pero ¿es correcto hablar de nación o naciones? Este término ¿realmente se ajusta a la realidad? ¿Responde a los anhelos de determinados colectivos? ¿Define la verdadera esencia de Europa?

 

Para responder a estas preguntas, ante todo, tenemos que partir de una premisa que debería ser el a, b, c para cualquier historiador: nunca se pueden juzgar hechos del pasado con principios actuales. De la misma manera que carece de sentido analizar a Esparta bajo el prisma del actual humanismo, tampoco tiene ningún sentido  pretender analizar realidades históricas nacidas hace 1.000 años con un criterio acuñado hace sólo 217 años y consolidado por el pensamiento liberal y los intereses de las burguesías locales a lo largo del XIX.

 

Entonces ¿qué criterio hay que seguir? Más que hablar de naciones, pues incurrimos en un desajuste histórico, difícilmente sustentable, hemos de hablar de identidades. Éstas sí que han existido siempre.

 

Pongamos cinco ejemplos: Primero: el apellido es nuestra auténtica carta de identidad. Ellos indican nuestra raíz y la herencia de nuestros ancestros. Ellos son nuestra verdadera referencia. Segundo: la historia de un anciano campesino servio de 101 años, que explicaba cómo a lo largo de su vida había tenido cuatro pasaportes diferentes: el del Imperio austro-húngaro, el yugoslavo, el bosnio-herzegovino y el servio. Pero ni él, ni su familia, ni sus propiedades se habían movido de sitio. Él, sus ancestros y sus descendientes, siempre han sido servios. Tercero: la familia catalana Prats. Asentada desde tiempos muy lejanos en el Rosselló (Catalunya norte) y que a raíz del tratado de los Pirineos (1659), sus propiedades quedaron divididas entre dos estados (Francia y España). Se les obligó a elegir la pertenencia a uno sólo de estos dos estados, pero a tributar a las dos haciendas. La familia Prats, a pesar de todo, ha hecho pervivir su identidad catalana de la misma manera que el campesino servio ha hecho perdurar la suya. Cuarto: si Napoleón hubiese ganado la guerra, seguramente ahora, todos tendríamos pasaporte francés, pero el servio seguiría siendo servio y el catalán seguiría siendo catalán. Quinto: la abuela materna de quien suscribe, falleció a los  81 años sin apenas saber hablar el castellano ya que todo su mundo sólo lo había codificado en un perfecto catalán. Sobre ella no tuvieron incidencia ni los cambios de regímenes, ni las etiquetas políticas de moda, ni las caprichosas denominaciones administrativas. Todos estos ejemplos tienen un común denominador: la identidad. Identidad que estaba y está por encima de todo tipo de ingeniería política. La identidad sí es una realidad  carnal, constatable y vivible.  La identidad está divorciada de las modas o los intereses circustanciales y caducables.

 

Pero ¿qué entendemos por identidad? Por  identidad  entendemos todas aquellas comunidades poseedoras de un común y peculiar sustrato de sangre y que, perviviendo en tiempo y espacio, han establecido una dialéctica particular, única, intransferible e irrepetible de soluciones y  respuestas ante los desafíos del medio y el universo. Esta definición implica la preeminencia de lo identitario por encima de las bagatelas conceptuales y queda asociada a una pervivencia en lo  temporal. La propia definición lleva implícitas las diferencias claves para con el concepto de nación.

 

Las naciones, por definición política, se pueden crear y descrear, pueden nacer y desaparecer. Las identidades no. Ellas están por encima de las coyunturas y, de hecho, han sabido pervivir a ellas, como mínimo, en los últimos mil años.

 

Desde nuestro punto de vista entrar en la discusión de si tal o cual territorio es o no una nación es un ejercicio de pura discusión bizantina, que sólo sirve para que Europa continúe dividida, enfrentada y sobre todo distraída.  Aceptar este debate es dejarnos encajonar en los estrechos parámetros del liberalismo europeo. Es una absoluta pérdida de tiempo discutir este tema con quienes, en nombre de las actuales naciones, están tolerando y cuando no fomentando, la llegada a Europa de seres halógenos a la raza blanca. Quienes así nos quieren despersonalizar, no pueden hablar de naciones ya que ni tan siquiera están siendo capaces de respetar la herencia identitaria de sus antepasados.

 

Afirmamos que Europa sólo sobrevivirá si recupera el sentido de su verdadera naturaleza: su identidad carnal. Afirmar el sentido identitario por encima de cualquier otro, es ajustarse al alma peculiar que late en cada valle, al silbido único de cada bosque, al especial susurro de cada río, al lenguaje mágico que nace de cada montaña, al recogimiento interior que se percibe en cada lago. Y en cada comunidad identitaria europea, todo esto se da, pero se  da de forma especial, diferente y única.

 

Defender nuestra identidad es no renegar de nuestro pasado ni de nuestros ancestros. Europa es la suma de un centenar de identidades. Preservarlas es el derecho y el deber de todo europeo.

 

 

 

Àlvar     Riudellops